Movimiento Victoria Ciudadana: el desafío de la esperanza
Lo más sorprendente de estos cambios poblacionales fue la merma en la población que acudió a las urnas durante ese periodo de 16 años. De una tasa de inscripción de 90.1% en el 2000, de los cuales 82.6% acudieron a votar, la tasa de inscripción en el 2016 bajó a 78.8%, de los cuales solo 55% ejerció su derecho al voto. En otras palabras, cerca de la mitad del electorado hábil no se molestó en acudir a las urnas.
La abstención ciudadana de las urnas suele obedecer a dos fenómenos políticos: el grueso de la población siente que no hace falta su voto para que el país se conduzca de acuerdo a las expectativas de la ciudadanía, como ha sucedido en Suiza (38.63%) y los EE.UU. (55.7%), o porque la ciudadanía piensa que su participación en realidad es un ejercicio en futilidad como sucede Lituania (48.74%) y Colombia (45.15%).
La merma en participación electoral en Puerto Rico se parece más a la de Lituania y Colombia que a la de Suiza y los EE.UU. Sectores cada vez mayores sobre todo de los partidos de centro e izquierda, acuden menos a las urnas y los llamados “realengos” cada vez expresan con mayor resentimiento cuánto el país se ha convertido en una partidocracia dominada por el PPD y el PNP.
La representación partidista en los principales bufetes de la milla de oro, y las principales empresas nativas y extranjeras, se reseñan con cada vez mayor recurrencia. En la medida en que los intereses de unos y otros sectores empresariales y de servicios cuenten con oficiales afiliados al gobierno de turno, la legislación que beneficie o impida la pérdida de beneficios para dichos sectores está asegurada. No son pocos los empresarios que han visto sus proyectos bloqueados por una administración para recibir luz verde, exenciones contributivas y tratos preferenciales mediante decretos del Departamento de Desarrollo Económico, de parte de la administración subsiguiente. De ahí, el aumento en el apoyo económico a las campañas de ambos partidos.
Los casos de corrupción e ineptitud programada que se han multiplicado en los últimos años han llevado a ese amplio sector de la ciudadanía que no se beneficia mediante contratos y prebendas de alcaldes y legisladores, a hartarse del proceso eleccionario. Ese electorado que le ha dado la espalda a los partidos tradicionales, de repente se ha topado con una alternativa que ha desatado fuertes ataques en su contra.
El pasado 11 de marzo, fecha inolvidable para las luchas estudiantiles de los años 70 del pasado siglo, el Movimiento Victoria Ciudadana se le presentó al pueblo de Puerto Rico en el Teatro Alejandro Tapia y Rivera en el Viejo San Juan, a 115 años de que también allí se anunciara el Partido Unión de Puerto Rico en el 1904.
La multitud que hizo fila desde las 4:30 p.m. para una actividad anunciada para las 7:00 ocupó la plazoleta que colinda con Recinto Sur y abarrotó las 700 butacas del teatro. A las 7:20, Ana Irma Rivera Lassén, ex presidenta del Colegio de Abogadas y Abogados, y líder de múltiples organizaciones de apoyo a la mujer y a la causa de la independencia para Puerto Rico, presentó el programa general de la noche. Le siguieron el filósofo y profesor universitario Manuel Almeida y la excandidata independiente a la gobernación en el 2016, la Lcda. Alexandra Lúgaro Aponte.
Lúgaro no solo capturó la imaginación de los jóvenes que votaron por ella en las pasadas elecciones, sino que al igual que otros notorios políticos del pasado, entre los que sobresalen Luis Muñoz Marín y Pedro Rosselló González, se “tiró a la calle” durante los pasados dos años. Visitó los 78 municipios y sostuvo diálogos en plazas y marquesinas con miles de puertorriqueños que, como publicó Roberto Ramos Perea recientemente, están hartos de la corrupción bipartidista que ha creado la deuda, se sigue lucrando de la misma y pretende que sea la clase asalariada la que pague por sus desatinos y malas prácticas.
El resultado de esas miles de horas de reuniones, encuentros y autoexamen se convirtió en un movimiento que cuenta con la participación de líderes políticos y analistas que, hasta tal vez un año atrás, fueron adversarios o, al menos, coincidentes desafectados por el estado de situación del país. Además de Lúgaro, al movimiento se unieron el representante independiente Manuel Natal Albelo, Ana Irma Rivera Lassén, el analista Néstor Duprey, el excandidato a la gobernación por el Partido del Pueblo Trabajador Rafael Bernabe, la socióloga y economista Marcia Rivera, el líder sindical Roberto Pagán, así como Ernie Xavier Rivera Collazo, María Teresa Beauchamp, y Héctor Alejandro Narváez.
Los ataques al MVC no se han hecho esperar. Tanto el PNP, que los tilda de socialistas a la Chávez, pasando por el PPD que le augura una corta vida por no contar con la maquinaria política necesaria, hasta diversos sectores de la izquierda, que ven en el Movimiento una renuncia a la solución de los problemas del país a través de la resolución del estatus mediante la independencia.
En las elecciones del 2016, Alexandra Lúgaro obtuvo 11.3% de los votos, mientras que Manuel Cidre, también candidato independiente a la gobernación, obtuvo el 5.7% de los votos. El Partido Independentista Puertorriqueño recibió el 2.1% de los votos y el Partido del Pueblo Trabajador 0.3%. Esta avalancha de votos fuera de líneas partidistas obedeció a la disposición del electorado de buscar alternativas fuera de los partidos tradicionales. En el 1964 solo un 0.5% votó por algún candidato fuera de su partido. En 1994 esta cifra alcanzó un 23%. Durante la década del 2000 se estima que alrededor de un 30% del electorado ha votado por un candidato independiente o una nueva entidad política, como en el caso de Rogelio Figueroa quien obtuvo 2.77% de los votos en el 2008 y José Vargas Vidot quien fue electo senador con 10.8% de los votos en el 2016.
El MVC se propone crear un frente amplio de desafiliados a los partidos tradicionales que aúnan voluntades y trabajo voluntario para resolver algunos de los problemas más apremiantes del país ahora, antes de que las cada vez más exiguas finanzas del país impidan que se continúen ofreciendo los más mínimos servicios que requiere la ciudadanía. Se trata de un partido que es movimiento y a la vez es encuentro entre desafiliados de todas las denominaciones políticas que están hastiados del estado de cosas y entienden que los cambios indispensables para detener la corrupción, el saqueo de las pensiones y la desarticulación de proyectos nacionales como la Universidad de Puerto Rico y los sistemas de salud, no pueden esperar a un cambio de estatus que, todas las elecciones desde el pasado siglo demuestran no reflejan una “voluntad mayoritaria” de una de las fórmulas para poder exigirle dicho cambio al Congreso de los EE.UU.
El movimiento se propone impulsar política pública, incluyendo un desarrollo económico y social basado en los recursos tanto empresariales como sindicales y cooperativistas del país, detener las imposiciones de la Junta de Control Fiscal de anteponer el pago de la deuda a los beneficios adquiridos por empleados y jubilados, así como detener la reducción y eliminación de los derechos de la clase asalariada.
Estas aspiraciones, planes, esquemas de plataforma política podrían encontrarse en cualquiera de los partidos de minoría, incluyendo el PPD. Lo que, sin embargo, distancia al MVC de los demás partidos y le augura, tanto el rescate de los votos que los demás partidos han perdido, como el cruce de líneas partidistas para apoyar a algunos de sus candidatos, es un intangible que a los partidos tradicionales se le hace cada vez más difícil articular con sinceridad: la esperanza.
La diversidad de visiones de mundo, progresistas, social-demócratas y descolonizadoras de los que han dicho presente para impulsar el nuevo movimiento, transmite esperanza, provoca confianza, augura posibilidades de destranque del binomio partidista que dice defender ideales distintos pero administra para beneficio de los propios en contubernio con sus supuestos adversarios.
La esperanza es difícil de cuantificar, aprehender y hasta definir pero, a su vez, es capaz de mover a todo un pueblo a cambiar de trayectoria, de ruta, de destino.