Mujeres
Para Mayra Aguilar, maestra.
Si la gente se molestara en buscarlas, encontraría muchas mujeres extraordinarias.–Christine de Pizán
Arrimémonos a los grabados en metal de María Emilia Somoza. Sus paisajes se pueblan de colectividades, sugieren comunidades de seres que en silencio expresan su solidaridad. (¿Una metáfora de la comunidad artística?) El paisaje natural que ocupan es ente protector, benefactor, y su tono siempre lírico. La naturaleza se manifiesta a través del arte textil, el paisaje fibroso con texturas y formas del tejido.
La atención al detalle en Somoza es sobrecogedora. Este es arte para observarse de muy cerca, pensado para que examinemos las formas puntillosamente creadas sobre el metal mordido por ácido. Concienzuda grabadora, Somoza sabe que cada trazo de gubia, cada tono, cada textura, tiene sobre el papel un peso inmenso; de ahí la minuciosidad, la nitidez, esta muestra de extraordinaria paciencia y tenacidad, sin alardes pero con firmeza.
En Encuentro furtivo (1989), su utilización del aguafuerte en una instalación es pionero en Puerto Rico. Estos grabados de Somoza se presentan como invasión/ocupación del espacio, en una tenaz negativa a limitarse al marco sobre la pared. Las imágenes se independizan para estimular diálogos entre figuras, paisajes y formas, diálogos entre unos y otros espectadores, involucrados como quedamos en la hermosa situación de tomar decisiones en cuanto a qué observar primero, qué después, cómo recorrer y ordenar esa experiencia que Somoza, confiada en nuestra inteligencia y empuje, nos ha entregado sin instrucciones, para compartir generosamente su exploración.Extraviémonos en las xilografías de Consuelo Gotay. En su portafolio gráfico Cuaderno de un retorno al país natal (1993), basado en el texto homónimo del imprescindible Aimé Césaire, Gotay escoge una línea del poema como título, “De una Singer que mi madre pedalea” y en su xilografía presenta a una mujer cosiendo en su máquina. Gotay metaforiza la fuerza del trabajo de la costurera en la imagen de una rueda giratoria, aproximada al dinamismo futurista. Vista a distancia, esta imagen de Gotay parece subordinarse al verso, casi como ilustración del mismo, pero al acercarnos al papel, descubrimos con asombro que esa imagen, que parecía delinearse claramente para apoyar el texto, en vez nos revela un inusitado mundo rebosante de detalles. Tantos, que los detalles mismos pasan a ser la obra; contra toda lógica, las particularidades devienen la obra toda.Estos detalles, complejos, numerosos e intrincados, perturban la aparente claridad de la imagen inicial. Gotay traslada el trabajo de costura que hace “la madre que pedalea” a los cortes que realiza en la madera, para lograr prodigiosos juegos de luz y sombra, líneas y formas, tan precisamente realizados como las cuidadosas y certeras puntadas de una costurera de oficio. La marca, el trazo, el corte, la impresión pasan a un primer plano, liberados de su condición de medios para la ilustración de un texto. Nos apartamos de la imagen de la mujer que cose para sumergirnos en certeras rutas y estructuras que en absoluto se agotan, obligándonos también a crear, a fluir, con ellas. Gotay escribe/cose/talla/graba, la fuerza de su labor reina en la imagen, en un gozoso tú a tú con el texto del poeta, del cual la grabadora emerge airosa.
Anidemos en la instalación de Elsa María Meléndez. Las imágenes en El ingenio colectivo o la maldición de la cotorra (2010) están realizadas con grabados en metal sobre tela, las telas/formas rellenas y cosidas con hilos. (Frecuentemente encontramos los palos de esos hilos en las construcciones de cajas de plexiglás de Meléndez.) La combinación de aguafuerte y costura junto al arte de la instalación, revela una voluntad de acaparar espacios, técnicas, modos de expresión, decidida a no encajonarse en definiciones inflexibles.
Las formas en los grabados de Meléndez adquieren volumen, abandonan su carácter de imagen bidimensional para convertirse en objetos a escala humana, con los cuales los espectadores nos confrontamos en un diálogo no exento de misterio. El desorden, la acumulación de imágenes y objetos, complican nuestra experiencia de la obra. Meléndez nos posiciona en una situación de peregrinaje de espacio en espacio, de objeto en objeto, de figura en figura, en una metáfora del acto creativo, con sus búsquedas, desvíos y encuentros. Aquí nuestro periplo es la obra, cuyo inconcluso resultado es la perturbadora imagen de una colectividad desmembrada pero unida. (¿Una metáfora de la comunidad puertorriqueña?)
Reparemos en las clasificaciones de las artes. Los trabajos de Somoza, Gotay y Meléndez incorporan técnicas de las artes llamadas “menores”: la costura, la decoración de interiores y la encuadernación. Las dos primeras se han asociado, principalmente, a esas actividades calificadas como “propias de la mujer”. Insumisas, Somoza, Gotay y Meléndez desvinculan la costura y la decoración de interiores de su uso tradicional como recursos para el “embellecimiento” del cuerpo y de los espacios domésticos. La costura es aquí signo de expresión, no de confección de vestidos; la decoración de interiores—el arreglo de objetos para el ornato doméstico—pasa a ser la organización de imágenes y objetos, hechos a mano, con propósitos expresivos. Los procedimientos otrora utilizados para adornar ahora se utilizan para decir. El resultado es un corpus de trabajo liberado de su condición de “arte menor”, tal clasificación desautorizada por las artistas. Gracias a ello, la labor de Somoza, Gotay y Meléndez ingresa con firmeza y derecho propios en el mundo de la expresión artística, sin apellidos ni jerarquías de género.
NOTA: Obras de M. E. Somoza, colección del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico; obra de C. Gotay, colección del Museo de Historia, Antropología y Arte de la UPR; obra de E. M. Meléndez, colección de la artista.