Puerto Rico contemporáneo ¿narco-estado o Capitalismo Gore?
La cultura y sociedad del Caribe contemporáneo tiene a la muerte como su espina dorsal. Al menos eso plantean antrópologxs caribeñistas como Maarit Forde y Yanique Hume al decir que la historia del Caribe ha sido escrita sobre un sistema político y económico de basado en la violencia extrema impuesta por potencias externas. Las mismas han llevado a la invisibilidad y exterminio de poblaciones originarias junto al descarte de cuerpos desde aquellas empresas del colonialismo europeo, la imposición de sistemas de plantación y más en el presente con economías volátiles con estados no necesariamente solidificados y dependiente de las antiguas metrópolis.
Recientemente, con la cobertura mediática sobre masacres y asesinatos en Puerto Rico, la opinión pública y algunos sectores de la academia han vuelto a acuñar el concepto de Puerto Rico como un narco-estado. El concepto de narco-estado ha sido acuñado y utilizado desde instancias supranacionales, como la Organización de Naciones Unidas. Este término padece de ambigüedades y es usado de varias maneras. Desde los Estados Unidos el término es acuñado para estigmatizar gobiernos considerados enemigos post caída de la Unión Soviética, siendo uno de ellos Venezuela. Desde Venezuela, es usado para describir el sistema político de adversarios, como Colombia, usando de argumento que el 70% de la producción global de la cocaína sale del último país mencionado. El mayor punto de coincidencia es que la administración está en manos de organizaciones ilícitas.
El concepto de Puerto Rico como un narco-estado no es nuevo en la discusión. La tasa de asesinatos en Puerto Rico bajo administración de Luis Fortuño llegó a cifras históricas y extremadamente alarmantes. En esos años ya se acuñaba la noción de Puerto Rico como un narco-estado. Para el año 2011, bajo el gobierno de Luis Fortuño y el Partido Nuevo Progresista, la estadística de asesinatos llegó a 1,117. Si bien es cierto que el narcotráfico como actividad en Puerto Rico desde hace mucho tiempo tiene notoriedad en la cotidianidad, el planteamiento de que el archipiélago está sumergido en la lógica de un narco-estado es, a mi entender, quitarle responsabilidad al Estado y al sistema capitalista neoliberal. Además, es un concepto cargado de ambigüedades y no es suficiente para abundar la actual crisis.
En clave de Samir Amin (2005), un economista y pensador neomarxista de origen egipcio, nos encontramos de frente a la erosión de otras expresiones anteriores de legitimidad de poderes como la identidad nacional, la pertenencia de clase o los llamados logros del “desarrollo”. Puerto Rico es uno de esos países (colonia o territorio) que se ha unido al concierto dramático de los colapsos de la estructura del Estado. La institucionalidad estatal cada vez representa menos a las personas que habitan en las islas que componen el territorio nacional y a sus flujos migratorios transnacionales que algunas personas llaman diáspora. Las principales estructuras de representación “oficial”, (la partidocracia y el gobierno) y el conglomerado industrial que alguna vez fuera el orgullo del Estado Libre Asociado se encuentran en ruina. Ambas instituciones dejaron de ser el motor para alcanzar el “éxito” prometido por la modernidad y la legitimización de la ciudadanía a base del consumo. La mayor evidencia del colapso del sistema político y económico son: la reducción cercana al 50% en la participación electoral de un país donde sus votaciones eran de participaciones pluralistas; las espontaneas y masivas protestas contra Ricardo Rosselló que terminaron en la renuncia del gobernante; y la imposición de un organismo federal para regular la administración pública local en defensa del mercado de especulación.
Ante el colapso del modelo económico y de representaciones del Estado Libre Asociado, las economías informales han sido un salvavidas para la ciudadanía que vive al margen. Esto no es muy ajeno al desarrollo histórico de País en la medida en que cuando Puerto Rico era colonia española, el contrabando era el mecanismo de subsistencia ante el abandono del soberano de ultramar. Las economías informales que se han aferrado en la isla no representan un rompimiento del sistema capitalista; más bien se trata de una forma orgánica del mismo sistema capitalista de socorrerse y perpetuar su existencia.
El capitalismo en su naturaleza es violento. Dentro de la lógica capitalista hay dos maneras de ejecutar y operar: de forma sutil o agresiva. Un ejemplo de violencia sutil dentro del capitalismo son los ejercicios que hacen los seguros médicos, donde toman la decisión final de qué medicamento o tratamiento tiene derecho el o la paciente. La forma más agresiva del capitalismo es el uso de las armas para imponer su hegemonía.
El capitalismo en Puerto Rico no representa a las grandes o plurales voluntades colectivas, pero aún así es el sistema en el que se vive y las personas desean legitimar su existencia dentro del consumo de objetos de valor, ya sea por el camino formal o informal. Nuestra socialización es a base del consumo. Un ejemplo de ello es el auge en Puerto Rico de tiendas de “off-price” (estilo Marshalls y TJMaxx) donde la ciudadanía tiene acceso a los excedentes capitalistas que nuestra sociedad ha determinado como objetos de valor y legitimación. La gente privilegia y se siente más legitimada usando productos de marcas globales de lujo, que vistiendo de o teniendo tecnología de marcas menos globales. Esta disyuntiva empuja a lo que Sayak Valencia, teórica mexicana y profesora de Estudios Culturales en el Colegio de la Frontera Norte, denomina como Estado/Nación versus Mercado/Nación.
Una de las economías informales que en Puerto Rico han tomado notoriedad en los medios de comunicación y en las narrativas locales es el narcotráfico. Aun cuando siempre ha existido discusión sobre las drogas y su trasiego, podríamos decir que para el contexto puertorriqueño toma mayor notoriedad en la campaña electoral de 1992. En ese año, Pedro Rosselló declaró en su campaña como candidato a gobernador del Partido Nuevo Progresista que la Guerra contra las drogas de Rafael Hernández Colón y el Partido Popular Democrático había fracasado y ofreció al electorado la “Mano dura contra el crimen”.
Puerto Rico no es un país productor, sino que es un simple puente entre los circuitos productores y los circuitos consumidores en los Estados Unidos. A pesar de ello esa actividad ilícita, de carácter menudera, representa una inyección monetaria sustancial en espacios que el Estado y la economía formal no llegan. Esta economía informal, ante la ausencia de un estado de bienestar, ha penetrado el quehacer cultural y social de Puerto Rico. En el caso social y económico ha sido una estancia de empleo a sectores marginados, pero a simple vista no parece que sea una organización que tome el control político como pueden ser otras personas o entidades que son vistas como gente de bien. Los intereses que controlan a Puerto Rico siguen siendo los de Wall St. o las familias más poderosas que pululan entre Guaynabo, Cupey y Miramar. En el aspecto cultural, el consumo de narco-novelas extranjeras y algunas canciones de reggaetón local son algunos síntomas de esa permeación de una economía informal como lo narco al mainstream. En ese sentido, sí creo que podemos empezar a hablar del desarrollo de una narco-cultura puertorriqueña.
El narcotráfico según plantea Oswardo Zavala (2018), profesor en Staten Island College-CUNY, es una actividad económica del capitalismo global de orden clandestina que solo conocemos por narrativa oficial del Estado y de los medios de comunicación. Todo lo que sabemos e imaginamos del narco es en función a las narrativas estatales y las creadas por los medios de comunicaciones. Ante unas deficiencias y carencias en nuestro imaginario y formas de articulación, nace la utilización de narco-estado y el desarrollo de unas narrativas que construyen un enemigo evidentemente violento pero sin rostro.
Hablar en Puerto Rico de un narco-estado, supone replicar el discurso abrasivo contra lxs pobres en la medida en que el imaginario construido por las noticias y por los operativos estatales y federales van a la teatralización de la violencia pero en espacios y escenarios de los estratos marginados en espacios urbanos. Este código político y jurídico en Puerto Rico sobre el narcotráfico se ampara en las campañas de “guerra contra las drogas” que Estados Unidos ha impulsado desde que se percibía el colapso del bloque soviético. Como apunta Valencia, los conflictos bélicos posteriores a la II Guerra Mundial ya no tienen a las naciones como el objetivo a atacar, sino a la sociedad civil como un “target no declarado”.
Usar el término narco-estado es trabajar con unos códigos del marco jurídico que fueron inventados para nombrar unos issues sociales, pero desconociendo cómo funciona la dinámica desde el interior. Se habla de que Puerto Rico es un narco-estado por unas percepciones de aumento en el ejercicio de la violencia. En este plano, la estadística o el número tangible no juega un rol significativo, sino las percepciones y las emociones. Ante una deficiencia de vocabulario frente a la violencia capitalista, se asumen palabras como narco-estado.
Más allá de la culpa de un sector que vive en el clandestinaje, la narrativa y la percepción de inseguridad reside en la teatralización de la violencia capitalista por parte de los medios de comunicación. Muchas veces, esta excesiva proyección mediática perpetúa estigmas y estereotipos que alimentan imaginarios amorfos sobre nuestras crisis. La violencia extrema y la crisis del Estado fallido son hoy objetos de consumo rentables para las industrias de comunicación. Aun cuando estadísticamente hablando hay menos asesinatos en que en el año 2011, tomando en cuenta que el Instituto de Estadística de Puerto Rico compila que en el 2011 hubo 1,164 asesinatos contra 641 en 2018, los medios de comunicación nos hacen sentir que vivimos en una necrópolis. Un ejercicio interesante, sería exponer las muertes producto de capitalismo agresivo, frente a las muertes a consecuencia del capitalismo pasivo. Un ejemplo muy particular puede ser cuánta gente muere por falta de acceso a servicios médicos y por la intervención gerencial de aseguradoras sobre dictámenes médicos.
La violencia teatralizada, según nos apuntan intelectuales como la antropóloga colombiana Elsa Blair y Sayak Valencia, van en la dirección de enviar un mensaje y de control de poblaciones. En el caso de Valencia, ella nos presenta la violencia asociada al narcotráfico como un síntoma de la crisis del neoliberalismo. Valencia nos destaca que el neoliberalismo carece de la capacidad de autoidentificación colectiva a presente y futuro de los pueblos, y además el actual sistema del Estado se encuentra desgarrado. El poder reside en las agencias lícitas e ilícitas del mercado. Los derechos humanos y las garantías de dignidad humana ya no son prioridad para un gobierno como el de Puerto Rico, cuyo performance posterior a los huracanes Irma y María deja esto de manifiesto. Este escenario dejó demostrado una transición de la biopolítica a una necropolítica. La precarización del trabajo, con un acento fuerte en el desvanecimiento de la Sección 936 y el florecimiento de acuerdos de Libre Comercio a los cuales Puerto Rico no tiene acceso por su situación colonial, es un asunto que deja de manifiesto la crisis económica. Estos son algunos de los síntomas que podrían traerse a la discusión para entender a Puerto Rico, en clave de Sayak Valencia, como una instancia de Capitalismo Gore.