No afiliados
En Puerto Rico, luego de un largo período de apego a los partidos políticos tradicionales por parte de la inmensa mayoría de los votantes, las elecciones generales de 2016 demostraron que aumentan notablemente los ciudadanos desapegados a los partidos. La evidencia clara en los resultados de esas elecciones la provee el aumento notable en la abstención electoral y el aumento, dramático también, en el voto por candidatos independientes. Ya la abstención electoral venía observándose elección tras elección desde hace un tiempo con abstenciones de alrededor del 20% de los electores inscritos. En 2008 y 2012 el número de electores inscritos fue similar, y la participación en 2008 fue del 79.05% (abstención de 20.95%). Ya en 2012 bajó a 78.19% (subiendo la abstención a 21.81%) pero en 2016 ha ocurrido un bajón más dramático en la participación electoral, a pesar de que el total de inscritos aumentó en alrededor de 400,00 0electores. Para las elecciones de 2016 participó solo el 55.45% de los electores inscritos, para un aumento en la abstención electoral hasta el 44.55%. Casi la mitad de los inscritos no concurrió a las elecciones en 2016 y ello quedó complementado con el aumento sustancial en el voto por candidaturas. Dicho voto ascendió a solo 46,717 votos en 2012 pero subió dramáticamente a 414,535. Es decir, solo cerca de un 2.5% del total de votos en 2012, subió a cerca del 26.1% en 2016. No es extraño que mientras en 2012 los partidos diversos y pequeños participantes PIP, MUS, PPT y PPR, no lograron entre todos acumular un 4% del voto —con lo cual dichas elecciones fueron una competencia cerrada entre PPD y PNP— para el 2016 las candidaturas independientes de Alexandra Lúgaro y Manuel Cidre para la gobernación obtuvieron entre ambas cerca de un 17% del total de votos para ese cargo, y en el Senado por acumulación, el candidato independiente Dr. Vargas Vidot llegó en el primer lugar. La combinación de un incremento sin precedentes en la abstención electoral y un aumento también sin precedentes en los votos por candidaturas independientes demuestran cómo ha crecido entre nuestros votantes el desapego a los partidos tradicionales PNP, PPD y PIP. Así, los candidatos a gobernador del PNP y el PPD obtuvieron solo 41.8 y 38.8% del total de votos para el cargo de Gobernador en el año 2016. (Fuente: Comisión Estatal de Elecciones, datos oficiales de los escrutinios electorales finales)
Este nuevo fenómeno electoral ha provocado diversas especulaciones sobre si es un desarrollo muy particular y propio de las elecciones de 2016, o si por el contrario, es un proceso que se prolongará en el tiempo, algo que demuestra una ruptura importante en la cultura política de los puertorriqueños. No obstante, las evidencias sobre el disgusto creciente de los ciudadanos con las gestiones de gobierno de Luis Fortuño (PNP), Alejandro García Padilla (PPD) y Ricardo Rosselló Nevares (PNP) tienden a augurar que es una tendencia que llegó para quedarse. Y con el descalabro de ideas que existe en el Partido Popular Democrático, particularmente en el asunto del estatus político de Puerto Rico y las relaciones futuras con Estados Unidos —y ante el plebiscito anunciado para junio de 2017 por la administración Rosselló— ha sido inevitable que algunos hayan llegado a plantear la posibilidad del surgimiento de un movimiento electoral de nuevo tipo, o de un partido político con una estructura no tradicional, dirigido a mover a Puerto Rico hacia la solución de su estatus político por la vía que muchos consideran más rápida y viable: la de la libre asociación soberana.
Lo que sugieren algunos datos investigativos:
Un año antes de las elecciones de 2016, durante dos semestres del año 2015, organicé con mis estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales en la UPR, Recinto de Río Piedras, una investigación realizada mediante entrevistas profundas con una muestra más o menos representativa de la población del país. La metodología no fue la de una encuesta y, por lo tanto, no se hizo una muestra representativa al azar de los ciudadanos en Puerto Rico, con un margen de error conocido. La muestra fue más bien finalista o definida por el profesor con base en: conocer el pensamiento, los conocimientos, dudas, concepciones equivocadas, temores y otros aspectos de la cultura política de los puertorriqueños, previamente segmentados en cinco categorías. Se determinaron cuatro categorías con base en la preferencia de las personas en cuanto al estatus político futuro de Puerto Rico: estadistas, estadolibristas tradicionales, soberanistas (podían ser del PPD, de otros partidos o independientes, lo importante era que apoyaran la soberanía puertorriqueña sin llegar a favorecer como primera opción la independencia “total”), independentistas (de partido, movimientos o no afiliados) y una quinta categoría no definida por preferencia de estatus, sino por la característica de ser todos ellos no afiliados a partido alguno. Estos últimos, los NO AFILIADOS, surgieron de dos corrientes en la cultura política puertorriqueña: una, la de la apatía política: escaso interés si alguno en lo político, y bajo nivel de conocimientos; y la otra corriente, la de los indignados políticos: los que tuvieran o no un alto nivel de conocimiento político, habían ingresado en las filas de los NO AFILIADOS, no por apatía, sino por disgusto general con los partidos existentes y con cómo funciona la vida política en nuestro país. En ambas corrientes se daban ambos tipos de comportamientos electorales: el voto y el no voto. Entre los votantes apáticos y no afiliados, hallamos gran parte de la tendencia a los votos poco estudiados, automáticos, por tradición familiar o por conveniencias personales. Entre los no afiliados indignados, pero votantes, encontramos diversas tendencias, sobre todo hacia los votos mixtos y por candidaturas o el respaldo a partidos pequeños alternativos. Por supuesto, muchos de estos no afiliados indignados, disgustados como estaban con el sistema político del país, dejaron de acudir a las urnas o jamás fueron votantes. Y una tendencia claramente observada es que entre los no votantes de los indignados, la mayoría tiende a ser, en términos de preferencia de estatus, independentista. Esto es importante porque, aunque electoralmente el PIP represente poco más de 2% del voto total y los demás independentistas votantes no sumen más de un 5%, sumados a los del PIP, hay en el país bastantes más independentistas de los que se “salen a flote” en los procesos electorales. No están presentes en el ámbito electoral pero conviven con nosotros, están en la sociedad, activos o menos activos, pero todos ellos formando un muro de resistencia contra la estadidad federada y contra el ELA territorial, justamente las dos formas de estatus que preconizan los partidos tradicionales.
En la oleada de 2015 de este estudio mediante entrevistas y sondeos a profundidad participaron unos 53 estudiantes-entrevistadores adiestrados por el profesor en las metodologías aceptadas académicamente para la realización de entrevistas de este tipo. Cada uno de los 53 estudiantes universitarios, todos del programa del bachillerato en Ciencia Política, hicieron la tarea de entrevistar cinco personas. Un estadista, un estadolibrista tradicional, un soberanista, un independentista y un no afiliado. Muy cerca del 100% de estos estudiantes cumplieron la tarea tal como se les asignó. Hubo un estudiante que entrevistó dos no afiliados y otro que entrevistó dos soberanistas. No obstante, algunos de ellos, luego de seleccionar un entrevistado porque él o ella misma les indicó ser “estadolibrista o Popular tradicional”, encontraron que su entrevistado o entrevistada realmente seleccionaba la libre asociación soberana como su primer estatus político de preferencia. Si alguna vez lo apoyaron, habían abandonado ya el ELA tradicional. Igualmente, algunos estudiantes entrevistaron independentistas que durante la entrevista demostraron su preferencia por una independencia que mantenga tratados de ayuda y protección con Estados Unidos de América, algo que sería similar a la libre asociación pero realizado desde el estatus formal de país “independiente”. Entre estos, se encontraban nada menos que el alcalde Popular de un municipio pequeño del interior del país y un abogado Popular prominente de una de nuestras “ciudades intermedias”. Finalmente, estuvo el efecto de los NO AFILIADOS que se distribuyeron en diversas categorías en términos de su primera preferencia de estatus político, como se verá más adelante. Si no hubiese sido por los no afiliados, y por los que se desviaron de alguna manera de la clasificación que ellos mismos expresaron antes de la entrevista en torno a sus preferencias de estatus, y por un no afiliado que admitió no tener preferencia alguna en cuanto al estatus político de Puerto Rico, los entrevistados debieron repartirse equitativamente entre las fórmulas de estatus que mencionaba la guía de preguntas de estas entrevistas profundas. Así, para cada una de las categorías: estadista, estadolibrista tradicional, soberanista e independentista debió haber un 25% de las entrevistas en cada categoría, ya que eso fue lo que se asignó. En la oleada de 2015 se realizaron un total de 263 entrevistas válidas. Eso significa que el número esperado de entrevistados en cada categoría de preferencia de estatus debió ser de cerca de 53 entrevistados por categoría de estatus, más los que se sumaran provenientes de los 54 no afiliados en la muestra. Una idea de cuán representativa es esta muestra se puede tener al considerar que hubo entrevistados de todas las regiones del país y que están representados con entrevistados y entrevistadas 49 de los 78 municipios de Puerto Rico. La muestra contiene 126 entrevistas de la zona metropolitana de San Juan (casi 48%) y la ciudad de San Juan en particular estuvo representada por 68 de sus residentes (25% del total de entrevistas en la muestra). Otras regiones con bastante representación fueron la Centro-Oriental con 42 entrevistas de las cuales 34 provinieron de los municipios de Caguas y Cayey; y la Cordillera Central con 31 (incluyendo ocho municipios diferentes: Aibonito, Ciales, Cidra, Comerío, Morovis, Naranjito, Orocovis y Utuado). La zona Sur estuvo representada por Ponce, Salinas y Guayama. Hubo entrevistados, además de diversos municipios del oeste, este y de la costa norte del país.
El Cuadro Número 1 muestra la distribución final de entrevistados para las diversas categorías de preferencia de estatus.
Esta distribución demuestra varias cosas: Una es que no se pueden estimar proporciones o porcentajes en el universo a partir de esta muestra para las diversas categorías de estatus, ya que se buscaron como muestra finalista números similares (53) en cada categoría de estatus. Por lo tanto, y como era el propósito del estudio, lo que sí se puede determinar son las diversas tendencias y mentalidades políticas al interior de los grupos por preferencia de estatus. ¿Cuáles son las principales corrientes entre los estadistas, entre los estadolibristas tradicionales, entre los soberanistas y entre los independentistas, al igual que entre los no afiliados seleccionados en la muestra? Esa interrogante habrá de ser tema en artículos posteriores y en relación con diversas variables. Otra cosa importante que se deriva del Cuadro Número 1 es que —comparando con oleadas anteriores de este tipo de investigación— los estadistas están relativamente estancados, los estadolibristas tradicionales han bajado en adeptos, y los soberanistas son una proporción creciente entre los Populares y los no afiliados. Vale decir que 35 (50.7%) entre los 69 soberanistas de la muestra dijeron ser miembros tradicionales del PPD, incluso un alcalde en funciones en un municipio pequeño del interior de la isla y también dos legisladores de ese partido. Un caso extremo de desapego a partido se encontró en una persona quien confesó haber sido Popular toda su vida pero que en estos momentos no se identificaba como tal sino únicamente como “soberanista”.
Por otro lado, la mayor parte de los independentistas son “totales”, es decir, desean una independencia sin tratados especiales de ayuda y protección de Estados Unidos, solo amistad normal entre ambas naciones. Y una minoría correspondiente al 7.2% de la muestra total resultó preferir una independencia con tratados especiales de ayuda y protección con Estados Unidos de América y esto incluyó tanto personas provenientes del PPD como otras provenientes del independentismo. Dichos independentistas que favorecen la independencia con tratados especiales con Estados Unidos no están muy lejanos —en su forma de pensar— respecto de los llamados “soberanistas de la libre asociación” ya que no desean el ELA actual, rechazan la estadidad con igual vehemencia y no desean una independencia total. Algunos de ellos tuvieron como segunda preferencia de estatus la libre asociación, pero otros mencionaron la independencia total como su segunda opción. Este tema de las segundas opciones es muy interesante y se discutirá en un ensayo posterior para demostrar cómo los estadistas están en desventaja en ese aspecto ya que sus segundas opciones se distribuyen entre el ELA territorial y las opciones soberanistas, mientras que muy pocos soberanistas o independentistas tienen la estadidad federada como segunda opción.
Si sumamos los independentistas que quieren tratados especiales con EE.UU. y los soberanistas eso resulta en 88 entrevistados que son el 33.4% de la muestra, una proporción que indica la creciente importancia que va teniendo en el país la convicción de que lo más conveniente para Puerto Rico en estos tiempos no es la estadidad tradicional, ni la independencia tradicional, ni el ELA territorial tradicional, sino una solución novedosa de soberanía puertorriqueña que mantenga lazos importantes con Estados Unidos. Eso, la mayor parte de los entrevistados estimó que se logra con el estatus de libre asociación soberana, el cual quedó reconocido por la ONU como una forma legítima de descolonización en la AG/RES/1541/1960.
La importancia de los no afiliados
El tema de los no afiliados es un tanto complejo, puesto que hay diferencias entre aquellos de ellos o ellas que son votantes y quienes no lo son, los abstenidos. Estos últimos son más difíciles de movilizar para dar un voto por un nuevo partido, como tuve ocasión de atestiguar mediante varios grupos focales en los que participé de moderador e investigador durante el período de campaña de las elecciones de 2012. Pero no cabe duda que entre los no afiliados que son votantes, o que no son abstenidos “por principios”, hay un importante potencial para que puedan decidir en el futuro ser votantes de un nuevo partido.
En un segundo cuadro presentamos cómo se distribuyeron los 54 no afiliados de esta investigación de 2015 en términos de sus preferencias sobre el estatus político más conveniente para Puerto Rico. Este dato es importante porque los no afiliados no se seleccionaron por preferencia de estatus en forma predeterminada —como sí se hizo con las categorías definidas por su inclinación ideológica. Por el contrario, es la distribución de preferencias de estatus que resultó al azar entre todos los no afiliados de la muestra. Lo que no podemos determinar con esta muestra y estos datos es qué proporción de los puertorriqueños se considera hoy “no afiliados”, pero los resultados electorales de 2016 sugieren que no son pocos y que además están en ascenso. De ahí la importancia de las tendencias en preferencia de estatus que se observan en el cuadro que se presenta a continuación.
Como se observa en el Cuadro Número 2, es evidente que entre estos 54 no afiliados entrevistados en la muestra del estudio de 2015 las inclinaciones son hacia los estatus de soberanía puertorriqueña. No sólo son ellos no afiliados a los partidos tradicionales: PPD, PNP y PIP, sino que solo un 18.5% de ellos mostró preferencia por la estadidad federada y un exiguo 7.4% defendió el ELA territorial de 1952 que ha durado hasta el presente. Por lo tanto, solo el 25.9% de estos no afiliados tuvo como preferencia de estatus la de alguno de los dos partidos principales. Por otra parte, un 29.6% de ellos son soberanistas de la libre asociación, 16.6 son soberanistas de la independencia con tratados especiales con EE.UU. y 26% son independentistas totales y netos. Solo un no afiliado expresó no tener preferencia alguna de estatus, cerca de 2% de la muestra. Esta persona tuvo la estadidad federada como segunda preferencia, lo cual demuestra que quizá podría votar por la estadidad, pero no estaba seguro de ello. En esta muestra en particular, un 72% de los no afiliados apoyan algún estatus de soberanía puertorriqueña contra 18.5% la estadidad federada y solo un 7.4% que fueron conformistas del ELA tal y como está y la posición de estatus menos favorecida entre todos los no afiliados. En un artículo posterior se presentarán datos de cómo se distribuye —entre los entrevistados que no son estado-libristas tradicionales— el rechazo al ELA territorial actual como la opción de estatus más rechazada o que jamás dichos entrevistados apoyarían y exactamente qué razones dan para esa falta de apoyo. Este tema de los rechazos diametrales a las fórmulas se examinará en su momento para todas ellas y anticipo que esta es un área sumamente frustrante y problemática para los estadistas, cuya fórmula está entre las que se rechazan más y con mayor contundencia entre los no-estadistas.
Como se desprende de los datos presentados, y de muchos otros que habrá ocasión de presentar y comentar en columnas futuras, existe base empírica para suponer que un movimiento o un partido de nuevo tipo que se presente como promotor de la libre asociación soberana para Puerto Rico tenga probabilidades de obtener un apoyo electoral sustancial. El PPD, con su insistencia en un ELA territorial no reformable significativamente dentro del concepto de territorio no incorporado de Estados Unidos, ha dejado un “vacío ideológico” en el escenario electoral puertorriqueño. Y como sabemos, “la política odia el vacío”. Hasta el momento ese vacío lo ha ocupado, al menos parcialmente y de manera importante, ALAS, la Alianza Pro Libre Asociación Soberana, que representó al “ELA Soberano” en el plebiscito de 2012. Recientemente se ha sabido de un grupo fundado por Cirilo Tirado. No parece estar muy lejano, por tanto, el día en que, entre los inmovilismos del PPD y los del PNP, que aguajea a pedir la estadidad bajo condiciones en que se sabe que no se la van a conceder, se cuele un nuevo partido con opción de triunfo para las elecciones de 2020 con la libre asociación soberana como norte y objetivo para poder transitar, por fin, en la dirección efectiva hacia la superación del colonialismo en Puerto Rico. ¡Demasiados puertorriqueños anhelan ya salir de la camisa de fuerza del coloniaje!