¿No leerás? (Parte I)
“Nos podrán quitar las flores, pero nunca la primavera”
–Eduardo Galeano
Narrativas utópicas
El epígrafe es de la autoría de uno de los principales ideólogos utópicos de América Latina: Eduardo Galeano. Su tesis sobre el sentido aspiracional de las utopías y su anclaje y hechura en la acción cotidiana se complementa con la certeza de que nos podrán quitar las flores, muchas flores, pero jamás nos despojarán de la primavera. Y es que las narrativas utópicas de todos los tiempos se han sustentado con ingredientes como el ensueño, la creatividad, la imaginación y el ideal, toda vez que anclan sus denuncias y anuncios en la experiencia material de su entorno más inmediato. Las flores, esas ilusiones que nuestras realidades marchitan cada día, viven en la promesa de otra primavera que siempre vendrá.Hace apenas una semana, debatía con mis estudiantes de Humanidades sobre el perfil de las narrativas utópicas y les insistía en su profundo perfil material, localizado en un tiempo y en un espacio que puede ser identificado pese a las trampas de su etimología. Piénsese en la República de Platón, en la Utopía de Moro o en la abadía de Thelema de Rabelais, por solo mencionar tres ejemplos notorios. Tras una lectura cuidadosa de cada una se pueden derivar los fundamentos del sistema económico imperante, los pactos sociales y culturales, así como las esferas más ínfimas de la vida cotidiana del momento. Al mismo tiempo, se pueden rastrear silencios, validar denuncias, destilar oprobios.
Si fuéramos a escribir una utopía boricua fechada en el 2012, sería inevitable aludir a las perfidias de un gobierno autoritario, obsceno y sin luces. Resaltaría un sistema económico colapsado, deprimido y estrangulado. Destacaría un costo de vida asfixiante para quien trabaja e imposible para quien no puede hacerlo. Saltaría a la vista una sociedad asustada, paranoica y exhausta; un sistema policial incapaz y uno de justicia secuestrado. Se desvelaría una educación pública contra el suelo y una partida de buitres medrando al cobijo de la ineptitud, la desidia y la desmemoria. Se leerían tantas cosas…
Programas políticos para no ser leídos
Los (e)lectores puertorriqueños se han educado históricamente en la tradición y en la memoria familiar o en los olvidos, en los efectos emotivos y cosméticos, en la invención simulada de la imagen y el mercadeo. Y los políticos nuestros lo saben de sobra.
Los programas de gobierno que se elaboran cada cuatro años como antesala a los procesos eleccionarios (o las plataformas, como le llaman algunos) no suelen ser materia de discusión ni de debate por la ciudadanía de a pie. Mucho menos constituyen una lectura obligada que sustente intuiciones y modifique costumbres personales. Tampoco se evalúan para determinar filiaciones o incompatibilidades.
Confieso que tampoco ha sido mi costumbre leer los programas de gobierno cuando he votado. Sin embargo, esa realidad cambió las pasadas elecciones y confirmé lo que resultaba ser una obviedad: ¿cómo tomar una decisión informada y racional sin haber leído los programas de gobierno de los aspirantes? ¿Cómo se puede vivir por cuatro años sin sentir vergüenza en silencio si ni siquiera se ha leído un poco? O, ¿cómo se puede estar satisfecha con el ejercicio consciente y responsable del voto cumplido? Me dije a mí misma que podría votar responsablemente si empezaba por leer críticamente cada uno de los programas políticos. Me comprometí a no ejercer un derecho que tantas vidas y esfuerzos había cobrado sin una evaluación mínima. La lectura era un buen comienzo. ¿Cómo ser una profesora coherente con el ejercicio crítico si ni siquiera hacía mi tarea de leer? ¿Cómo puedo comparar y distinguir un color de otro si apenas los contemplo?
Definitivamente, los programas políticos o planes de gobierno cumplen una formalidad pre-eleccionaria, pero pueden ser también hojas de ruta –en el mejor de los casos– cuando se confirma la victoria. Para antes de las elecciones no se espera que sean leídos. Es más, pienso que no se desea que sean leídos. No leerás. Sin embargo, luego asumirás las consecuencias de haber hecho lo que se esperaba de ti desde el principio. Esta lógica, además de ser mezquina, es sumamente retorcida, pero veraz y frecuente. No leerás, pero te atienes a las consecuencias. Nos ocurre a menudo cuando firmamos un compromiso legal que supera la extensión de una página. Nos pasa a menudo con las letras chiquitas de una variedad de documentos importantes. Es esperable que no leamos. Ha de ser por eso que cada día nuestros estudiantes leen menos. Ese parece ser el caso de la mayoría. Si es que en el fondo, para que este tinglado siga de mal en peor, es preciso que se lea lo menos posible.
Las excusas sobran y el tiempo es la más asidua. No tenemos tiempo para leer tanto. ¿Quién cuenta con ese privilegio? En cierto sentido, este alegato tiene algún peso cuando se comprueba que el programa de gobierno del PNP tiene 398 páginas y el del PPD tiene otras 273. Las sobre seiscientas páginas no son el impedimento principal. Hace falta iluminación para leer estos mamotretos y comprobar que sigue el tira y tápate bipartidista de las últimas décadas. Para el PNP el problema de Puerto Rico son los populares y sus respectivas administraciones y para el PPD es justamente lo contrario. El PNP indica que dará continuidad a su programa de gobierno de los pasados cuatro años y a mí se me paran los pelos, pero la secuencia lógica del PPD parece afirmar que cuando gobernaron los populares nos fue menos mal y con los PNP todo ha sido un fracaso. En ninguno de los documentos hay un reconocimiento de error, no hay una evidencia de avalúo ponderado y serio. Ambos partidos lo han hecho fenomenal y por eso debe ser que estamos peor que nunca.
Por su parte, el PPT, el MUS, el PPP y el PIP parecen tomar en consideración el tema del tiempo y postulan documentos de una longitud menor de 50 páginas, al menos en su diseño. Eso resulta ser más viable para los tiempos atareados que vivimos. Quizá. Sin embargo, sospecho que tampoco serán leídos. Me temo que por costumbre igualmente o por cinismo pragmático. No lo sé. Es posible que me equivoque. Ojalá.
De cualquier modo, y a pesar de la cultura política puertorriqueña al uso, debemos ser creativos y desconcertarlos. Debemos sorprenderlos a todos con una lectura meticulosa de los programas políticos que ilumine nuestra decisión para estas elecciones entre otras consideraciones relevantes. Debemos someterlos al escrutinio más riguroso de modo tal que podamos hacerlos cumplir lo prometido, revisar lo errado y renovar ese pacto electoral con más frecuencia. Hagamos una lectura de cotejo de los programas políticos de los partidos que se presentan a estas elecciones y preguntémosles, ¿abonan a la utopía o a la distopía?
En un sistema democrático que aspira a ser mejor cada día no tenemos que pactar con una afirmación tímida cada cuatro años. Nuestro país está deshecho, nos han quitado las flores, pero nada ni nadie nos podrá arrebatar la primavera que es posible para todos. Reclamemos la utopía aquí y ahora. Leamos.
Nota: El asunto de esta entrada continuará hasta nuevo aviso.