Nobody: ¡Salvaje y graciosa!
La primera serie que menciono arriba lo hizo notar y en ella la violencia está a flor de piel siempre a punto de explotar porque sus negocios son turbios. Algo de eso se cuela en la segunda, pero la tensión proviene de otros personajes que no son el suyo. De hecho, la imagen que destila es la de alguien que le tiene miedo a la gente que lo rodea, muchos de los cuales son asesinos involucrados en el trasiego de drogas. Más bien lo percibimos como un ser arriesgado, pero temeroso de sufrir daño físico. En cambio, el Hutch Mansell de Odenkirk en esta película es otra cosa.
En su primera escena, el personaje aparece como lo vemos en los afiches: alguien le ha dado una paliza. A pesar de eso, y de que está en el cuartel o en la cárcel: está esposado y lo entrevista un hombre y una mujer que no pueden ocultar que son detectives, por lo menos policías, está en control. Tanto así que saca de su chaqueta un gato y de una lata le ofrece comida. Es el comienzo de una historia sorprendente de ribetes inesperados y complejos, enmarcados en lo que parece la vida del hombre más mundano y simplón del vecindario de clase media. Vemos lo que hace todos los días, que es básicamente lo mismo, y comete el mismo error todas las semanas: no saca la basura a tiempo y el camión se va sin recogerla. Trabaja en la fábrica de su suegro junto a su cuñado (ellos le dicen “Nobody”) y los detesta a ambos. La vida con su esposa Rebecca (Connie Nielsen) se ha reducido a ruidos guturales y monosílabos y –no puede haber mejor simbolismo– una gran almohada duerme en su cama entre ellos. Una noche unos pillos entran a la casa y se desata una escena que ha de enmarcar la vida de Nobody para el resto del filme.
Baste decir que Derek Kolstad es el guionista de la película y que es el creador de la franquicia de John Wick para adivinar algo de lo que viene, pero prepárense porque muchas cosas no las podrán predecir en lo que es una maratón de acción bastante salvaje. La intensión del exceso es parodiar la violencia y, al mismo tiempo, hacernos ver que algunos no pueden alejarse ni vivir sin ella. Mas, lo que nos deja boquiabiertos es la capacidad de Odenkirk de trasmitirnos algo que ha estado oculto en él en sus dos series famosas. Lo hace tan convincentemente que intuimos que ha de volver a continuar haciendo lo que tan bien hace.
El personaje que crea Odenkirk desafía las teorías literarias (y fílmicas) de análisis de personajes desde “la nueva crítica” hacia acá. Las posibilidades de que exista un personaje real como Nobody son remotas, pero la actuación nos convence y prueba que existe en el mundo de la ficción fílmica un personaje que es el equivalente a la muerte en cueros, cuando de maleantes y la Mafia rusa se refiere. Además, los detalles de la interpretación de Odenkirk nos indican que vive enamorado de la violencia que generan sus habilidades insospechadas.
Ayuda al concepto de la violencia como modus vivendi que entre las sorpresas de la cinta están RZA como Harry Mansell, el hermanastro de Hutch, y Christopher Lloyd como David Mansell, el padre de los muchachos, que tiene la misma inclinación. Las escenas de acción tienen muchos elementos que habíamos visto antes en este tipo de filme, pero poco a poco, el cinematógrafo y el guionista va afilando sus miras y añaden detalles sorprendentes. Además, llegado el momento, nos dan una versión moderna, urbana y decidida (y cuyo resultado es más exitoso desde el punto de vista de la trama) –un homenaje– del clímax de “The Wild Bunch” (1969). Sabiamente, dejan fuera del acabose la poesía visual de Sam Peckinpah y la sustituyen por los ecos de la de Konstantin Simonov y Anna Akhmatova. Esto deja claro que aun en la violencia hay belleza y mucha de ella se esconde en el carácter de los afectados y en qué contexto se presenta.