Nota urgente para «Mi tecato favorito»
Escribo desde la urgencia. Las paredes de mi casa sudan. No para de llover. El gato maulla y pide asilo. Las perras corren despavoridas. Soplan ráfagas incidentales tras el paso de la tormenta Irene. A la luz de una vela y una linterna y contra toda adversidad, terminé de leer el libro de crónicas ‘Mi tecato favorito‘, de la autoría de Rima Brusi-Gil de la Madrid. Ya amanecía cuando leía las últimas líneas.
Concluir mi lectura y redactar estas líneas fue una batalla contra lo cotidiano. Recibí el texto en un paquete de correo que envió la editora a mi hogar. Tan agradable fue la lectura que decidí disfrutar del placer al texto: terminaría de leer Mi tecato favorito mientras estaba de viaje con mi familia en el estado de Florida.
Por allá, en los Cayos, entre cubanos, rednecks, beachbums, afroamericanos, turistas canadienses y alemanes, terminaré de leer el libro de Rima, romantizaba entonces, pensando en la metaotredad que incidiría en mi lectura, lejos de las miradas temerosas o púberes que levanta la solitaria (y prejuiciada) lectura del título Mi tecato favorito.
Imagínense el lujo. Aquí estoy en pleno Aeropuerto Luis Muñoz Marín, embeded en mi impostura. Voy a disfrutar de mirar y oir, observar y escuchar a mis conciudadanos como periodista (cual antropólogo cultural). Y como la impostura vive de constituir realidades virtuales a través de diversos niveles narrativos, leo a otra (Rima) que mira y oye, observa y escucha, mientras miro y oigo, observo y escucho.
Pero mi deseo de lectura entró en conflicto con mi cotidianidad. Mi tecato favorito sujetó recibos de pasajes de avión; estuvo en el compartimiento para revistas en mi asiento de pasajero; quedó atrapado en el entremedio de los asientos delanteros del auto de mi madre. Incluso, hace unas semanas lo daba por perdida. Hasta que recibí una llamada telefónica de Edna Ramírez.
Marcos, terminé de leer un libro que se te quedó en casa, con un título bien curioso. Me pareció ver un documental sobre Puerto Rico. Era Mi tecato favorito. Apresurado le pedí a mi madre que me enviará el texto. Rápido. En tres días ya tenía el libro en mis manos. Ahora el placer era doble. Confirmaba que sólo es nuestro lo perdido. Leía para recordar.
Recordaba los pasajes leídos. Me conmovían y me cuestionaban de otras maneras. Rememoraba las líneas y traspolaba las crónicas que re-leía a mis recuerdo del viaje a Florida. Fue así como vine en cuenta de la generosidad del texto y el gesto escritural de Rima. Poco a poco, con mucha calma, sin ruido y sin perse, Mi tecato favorito, me encaminó a dejar de mirar y oir, para comenzar a observar y escuchar.
Casi al término de mi lectura, poca voluntad de observación me quedaba, pero me sobraban los deseos de escuchar. Porque en Mi tecato favorito escuchar es observar desde la escritura. Cito el texto:
«Es curioso que casi nunca lo llamamos el pordiosero o el mendigo; siempre es el deambulante, el tecato o el que pide. Si usted maneja un auto y vive en Puerto rico, esta escena es probablemente parte de su cotidianidad». (pág. 16).
Porque observar es una disciplina arriesgada y rigurosa, de la que sólo son capaces aquellas o aquellos con la ética necesaria para escuchar. Me remito otra vez a las crónicas:
«Suele ser un personaje familiar, a veces siempre el mismo, y tiende a estar en esa luz a esa hora del día, con su vasito o recipiente. Lo interesante de este encuentro es que a pesar de ser tan común y tan predecible, todos los días genera una pequeña crisis moral. Esa crisis no la padece el que trabaja sistemáticamente la fila de autos, vasito en mano, sino el conductor, el potencial dador: le doy chavos o no, piensa». (pág. 16).
A Rima hay que agradecerle la sinceridad con la que ejerce el oficio de la escritura, la candidez con la que expone sus fantasmas y prejuicios, sumada la sinceridad intelectual de hacer de sus experiencias cotidianas objeto de su asombro, en cuestionamiento perpetuo.
«Pero…¿por qué Frosty? ¿Qué tiene Frosty que no tenga, qué se yo, alguno de los tres reyes magos, la virgen, un burro (¿sabanero?), un par de maracas, o cualquier otra cosa suficientemente colorida y «navideña»? Frosty es un muñeco de nieve. Mejor dicho, es una representación plástica de un muñeco hecho con ese material, ausente en nuestra isla a partir de Fela y antes de ella. Nieve, señoras y señores». (pág. 30).
El lector/a de Mi tecato favorito no encontrará en el texto la voz del cronista que ventila sus frustraciones icomprendidas o del que hace de la mirada callejera, el color de su piel o su sexualidad un capital simbólico en pos de un mejor posicionamiento como intelectual.
A contracorriente, la voz de la cronista de Mi tecato favorito nace de la sorpresa que surge de esa batalla subjetiva y amorosa que emprende contra su codianidad.
«Reconocer y entender estas cosas, ¿es un paso necesario para eliminar las condiciones sociales que permiten que algo tan monstruoso como esto esté dentro del rango de posibilidades del comportamiento humano, que sea posible? Sí, mil veces, sí. Para combatir la homofobia y cualquier otra forma de intolerancia y odio, hay que aunar las fuerzas necesarias para entender las rutas que las convierten en un modo dominante de pensar.Entender. Anque ello implique mirar un asesino a los ojos y reconocer al monstruo como humano y a la monstruosidad como posible». (pág. 104).
Otra de las cualidades que hace de Mi tecato favorito un gran libro es su cercanía (casi inmediata, cotidana, otra vez) al contexto histórico en el que se publica. Rima explora en diversas crónicas el conflicto -aún en ascuas- que vive la Universidad de Puerto Rico, sin temor a calibrar y denunciar hechos y asuntos que son de vital importancia para las aspiraciones de una sociedad democrática, y de los cuales muchos intelectuales, figuras públicas y políticas prefirieren desentenderse (picharle), a cambio del confort y el acomodo ¿razonable?
No conozco a Rima Brusi. No recuerdo si la he visto alguna vez en mi vida. Quizás hoy. Me queda reciprocarle la querencia que me provocó la lectura de Mi tecato favorito: una inconformidad gozosa con la cotidianidad; y ganas de ejercer esa necesidad vital que llamamos escritura, «querer sin ver a quien y sin saber por qué«.
(Presentación de Mi tecato favorito, de la autoría de Rima Brusi-Gil de Lamadrid, Editora Educación Emergente, 2011, el pasado miércoles 24 de agosto en el Salón Café Il Carreto, en Río Piedras)