Invisibilizar la Insurrección de 1950
“If you’re not careful, the newspapers will have you hating the
people who are being oppressed, and loving the people who are doing the oppressing.”
–Malcolm X
“The struggle of man against power is the struggle of memory against forgetting.”
–Milan Kundera

revuelta
La ONU, creada en 1945, precisamente promovía el fin del colonialismo en el planeta luego del fin de la II Guerra Mundial. Tras investigar con la intención de dar una respuesta a esta interrogante, puedo afirmar que parte de la contestación se halla en que, inmediatamente después de que ocurrió la rebelión, el equipo de trabajo del presidente de Estados Unidos, Harry S. Truman y del gobernador de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín, iniciaron una agresiva campaña para desacreditar e invisibilizar el proceso revolucionario que había sido reprimido en la Isla. Ambos funcionarios estaban conscientes de que los nacionalistas tenían muchos aliados a nivel internacional que denunciarían ante la ONU que lo que ocurría en Puerto Rico era una rebelión anticolonial y que la oposición al régimen estadounidense estaba siendo duramente castigada. Por tal motivo, los gobernantes sabían que debían “fabricar” otra explicación que contrarrestara dichas versiones para crear una opinión pública favorable al gobierno federal porque, de lo contrario, quedarían ante el mundo como un país imperialista que negaba el derecho a la autodeterminación de los pueblos y que reprimía a aquellos que luchaban por la libertad nacional, en medio del contexto de la Guerra Fría. Para falsear la realidad sobre lo que acontecía y evitar perder influencia, el gobierno federal y el colonial, recurrieron a demonizar al enemigo.
La demonización es una técnica retórica, ideológica y de desinformación o alteración de los hechos muy común en la propaganda política y mediática que busca, fundamentalmente, presentar a un individuo, grupo o entidad como mala y nociva con la intención de evocar una emoción negativa sobre dicha entidad. Lo que se persigue con esa estrategia es crear una asociación entre la persona o el grupo criticado con un concepto o conceptos que sean considerados por las mayorías como repulsivos, inferiores o deshumanizantes. Así se busca desacreditar y descalificar al “otro” con la intención que no se tomen como serias y racionales sus posturas y acciones y, de este modo, presentar al individuo o régimen que demoniza como el defensor del “bien”. Por tanto, la demonización busca reducir una situación compleja a una mera lucha entre el bien y el mal.
El gobierno de Estados Unidos estaba muy consciente de que dicha estrategia le permitiría desacreditar e invisibilizar la Insurrección y sus objetivos. Esta estrategia explica por qué, inmediatamente después de que estalló la Insurrección, el gobernador Muñoz Marín se dedicó, durante un discurso que pronunció en la radio, a restarle importancia a los sucesos para así minimizar el impacto que los acontecimientos podían tener a nivel internacional. Muñoz Marín dijo: “No se interprete que en Puerto Rico no hay ni pueda haber lo que merezca el nombre de revolución, ni escasamente el nombre de alzamiento”. Según él, lo que ocurría era “un asalto a la paz del pueblo”, una pequeña “conspiración criminal contra la democracia”[1] y una “amenaza loca, fanática y criminal contra la libertad” llevada a cabo por un pequeño grupo de fanáticos “que ofrecen la tragedia de algunas vidas útiles que su locura ha tronchado…”.
Manifestó, además, que las acciones de los nacionalistas constituían, según él, gestos aislados e insignificantes organizados con el apoyo de las fuerzas comunistas “más escasas en número todavía que los nacionalistas en Puerto Rico.”[2] Esta se convirtió en la interpretación oficial de lo que aconteció, y se repitió una y otra vez para que calara hondo en la consciencia colectiva. Este primer comunicado del gobernador colonial fue el comienzo de una campaña sistemática de relaciones públicas y propaganda por parte del gobierno federal y colonial, con el apoyo de algunos periodistas y medios de comunicación, que fueron en gran medida responsables de forjar la opinión pública, que tenía como objetivo negar que la Insurrección era parte de una lucha de liberación nacional, para así justificar la movilización de los aparatos represivos y de la violación de los derechos civiles para sofocar la acción de los nacionalistas. De esta forma, se protegió el proyecto colonialista disfrazándolo con una serie de reformas que culminarían con el establecimiento de una supuesta “constitución” para el País. A inicios de noviembre de 1950, Muñoz Marín reunió a sus principales ayudantes para diseñar y coordinar la campaña mediante la cual lidiar con los problemas que había causado la Insurrección.
Con relación al tema que llamaron “Relaciones Públicas en [el] Exterior”, se acordó establecer una oficina en La Fortaleza para: 1) Contestar inmediatamente cartas, cablegramas de felicitación o preguntas, o cualquier muestra de interés sobre sucesos aquí; 2) Preparar una relación en inglés sobre los sucesos y preparar información de mayor amplitud sobre el significado de estos sucesos ante el cuadro general; 3) [Preparar documentación sobre] Actitudes hacia la democracia y relaciones entre Puerto Rico y Estados Unidos”.[3] Como establece el historiador Carlos Zapata, en la redacción de todos estos escritos se debía, entre otras cosas, “[v]incular el ataque al gobernador Muñoz Marín con [el] ataque al presidente Truman”; asociar al Gobernador con el “Ejército de Puerto Rico en Corea”; especificar “lo que significa Muñoz Marín en el entendimiento de la democracia en Puerto Rico”; mostrar “[p]elículas y otra evidencia sobre [el] esfuerzo puertorriqueño por valerse a sí mismo bajo la dirección del actual gobierno”; y “[d]estacar a Puerto Rico como [el] primer frente americano atacado francamente por fuerzas antidemocráticas –Nacionalistas y Comunistas– actuando de común acuerdo”.[4] En la reunión, apunta Carlos Zapata, también se acordó que Antonio Fernós, Comisionado Residente de Puerto Rico en Washington, regresaría a esa ciudad para tratar de asegurar que la Insurrección armada y el atentado al presidente Truman no fueran a perjudicar el plan para establecer una “constitución” en la Isla.
Los nacionalistas como enemigos de la democracia y la libertad
Los insurrectos creían en la libertad para Puerto Rico y en que se debía constituir una república democrática; también por eso se levantaron en armas contra el régimen colonial. Sin embargo, la campaña de propaganda y relaciones públicas articulada por el gobierno colonial y federal aprovechó la coyuntura de la Insurrección para continuar vendiendo la idea al mundo de que Puerto Rico estaba descolonizándose gracias al proceso “democrático” y a la “libertad” que, según ellos, existía en la Isla. Por ejemplo, luego de la Insurrección y del ataque a la Casa Blair, el presidente Truman negó que Puerto Rico fuera una colonia y anunciaba que ya tenía un “gobierno libre”.[5] Mientras tanto, el gobernador Luis Muñoz Marín propagaba la idea de que en la Isla se estaba desarrollando “una nueva forma de estado adaptable al modelo norteamericano”. Decía, además: “Puerto Rico no es posesión, ni siquiera territorio. Es una nueva clase de estado, es miembro de la independencia de los Estados Unidos”[6] y argumentaba que la Insurrección buscaba acabar con la democracia y libertad que existía en la Isla. La Insurrección era para él una: “campaña en contra de las democracias del mundo”, “conspiración criminal contra la democracia” y una “amenaza loca, fanática y criminal contra la libertad” [7].
La propaganda encontró aliados en personalidades influyentes de la política de América Latina. Tal fue el caso del ex-presidente de Costa Rica, José Figueres. Este pertenecía al grupo de la “izquierda democrática”; término utilizado para agrupar a un conjunto de partidos políticos que, entre 1945 y 1959, proclamaban que buscaban eliminar las dictaduras y establecer regímenes democráticos que aseguraran el desarrollo social y económico de sus respectivos países. Los partidos que aspiraban a esto eran: Acción Democrática, en Venezuela, Partido Revolucionario Cubano, Partido Liberación Nacional en Costa Rica, y Partido Popular Democrático, en Puerto Rico. Se sabe que la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) canalizaba fondos de manera indirecta para apoyar algunas de las actividades de la “izquierda democrática”.[8] Figueres, repitiendo el discurso oficialista, envió un mensaje a la prensa en el cual se refería a los acontecimientos como “disturbios” y expresó su admiración y solidaridad por Muñoz Marín.[9]
El 29 de noviembre de 1950, como ha logrado documentar la historiadora Evelyn Vélez, Muñoz Marín le envió una carta a Figueres expresándole un profundo agradecimiento por apoyarlo en un escrito publicado en la prensa y por levantar su voz en América Latina en contra de lo que representaba Pedro Albizu Campos. En la carta, Muñoz Marín continuó representando a Albizu Campos como un “loco” que no creía en la democracia:
Albizu es un enfermo –enfermo gravísimo– de ansias de poder. Pero no creo que sea poder político, porque no pude estar tan perturbada su mente que lo crea en efecto posible. Es poder de convertir algunas docenas de jóvenes en furias de fanatismo y ventoleras de asesinato. Esto le da sin duda una sensación de gran poderío personal probablemente más satisfactorio que el de Shakespeare creando personajes con la pluma. Sus dos creaciones máximas son los dos locos que trataron de asaltar la casa del Presidente de Estados Unidos. Yo creo que esto no lo consigue ni Stalin; y Albizu debe sentir un profundo y enrevesado orgullo en saber que él sí lo pudo conseguir.”[10] José Figueres le contestó a través de una carta que las expresionest que había hecho a la prensa tenían como origen la necesidad de cumplir con su deber.[11]
Para Figueres, los americanos que eran demócratas con convicción íntima tenían que estar solidarios con sus hermanos. Para él era un error fatal pensar que la defensa de los ideales terminaba en las fronteras de un país. Le comunicó, además, que tenían problemas comunes y que era necesario realizar un esfuerzo por superarlos, y añadió que pensaba que Albizu estaba en contra del progreso y la democracia: “Albizu Campos no es otra cosa que el nombre con que se singulariza en Puerto Rico la reacción que existe en nuestro países, la misma en todos ellos, que vive añorando y busca implantar el feudalismo como norma de vida. Usted lo dijo en su discurso el 30 de octubre: ‘Esta campaña es contra las democracias en todo el mundo’.[12]
Mientras el Delegado de Relaciones exteriores del Partido Nacionalista de Puerto Rico el Sr. Juan Juarbe y Juarbe, Laura Meneses de Albizu Campos y los aliados del “Movimiento Libertador” utilizaban los foros internacionales para denunciar como ilegal el colonialismo en Puerto Rico y defendían a los combatientes de la insurrección como revolucionarios que se defendían del despotismo norteamericano, el gobernador de Puerto Rico, por otro lado, como forma de contrarrestar dicho argumento, indicaba que Puerto Rico no era una colonia y que en la Isla existía “democracia”, y que por lo tanto, los nacionalistas eran unos “criminales” por no respetar la “democracia” y haber recurrido a la violencia como forma de “asaltar la voluntad democrática” del pueblo. [13] Esta campaña buscaba representar a Muñoz Marín como el guardián de la libertad y la democracia, y a los nacionalistas como personas que la odiaban. Esta estrategia de difamación permitía demonizar a los nacionalistas en un contexto en el que, derrotado el eje fascista, la democracia representativa había triunfado como un valor preciado asociado al progreso, la libertad y la felicidad de los pueblos.
Niegan el contenido revolucionario de la Insurrección
Como parte de la campaña de propaganda y relaciones públicas, el gobierno federal y colonial decidieron referirse a la Insurrección utilizando adjetivos que invisibilizaran el hecho de que en Puerto Rico existía una lucha de liberación nacional. Para ello, propagaron la idea de que lo sucedido en la Isla fueron: “desórdenes”[14], “disturbios”[15], actos de “ninguna importancia”[16], un “asalto”[17] o un “motín”. La repetición de dichos adjetivos fue intensa y quedó plasmada en los periódicos de Puerto Rico, de Estados Unidos y en los comunicados que los agentes federales y coloniales enviaban a la comunidad internacional como parte de la campaña. De hecho, días después de la Insurrección, el gobernador Luis Muñoz Marín le envió un informe cablegráfico a Oscar Chapman, Secretario de lo Interior del Gobierno de Estados Unidos, sobre los incidentes y le comunicó que lo que hubo en las Isla fueron “disturbios” llevados a cabo por un “ grupo de fanáticos nacionalistas”.[18] Chapman, por su parte, como parte de la campaña que coordinaba con el gobernador, se dedicó a contradecir a aquellos medios de comunicación que se referían a los acontecimientos en la Isla como una “revolución”. Dijo, quejándose, que: “Las personas de Washington que no están familiarizadas con la Isla se han referido a los disturbios como otra revolución”.[19]
La prensa local y estadounidense también se unió a esta campaña. Por ejemplo, el periódico El Diario de Puerto Rico, vocero del Partido Popular Democrático que “gobernaba” e impulsaba las reformas coloniales, negó que en Puerto Rico hubiera ocurrido una “rebelión organizada contra el gobierno legalmente constituido por la suprema voluntad de nuestro pueblo” y aclaraba que lo que había ocurrido era “una serie de desórdenes y motines sin causa legítima que las justificara…”[20] El periódico El Washington Post, por su parte, negó categóricamente a sus lectores que hubiese represión contra los nacionalistas e independentistas en Puerto Rico y que los eventos tuvieran alguna relación con un movimiento de liberación nacional: “ el arresto de Pedro Albizu Campos y sus seguidores no puede ser considerado como un acto de supresión política, no tiene la más legítima conexión con un movimiento de independencia”.[21]
Los Nacionalistas como “irracionales”
Otra de las estrategias de propaganda que utilizó el gobierno colonial y federal para demonizar a los nacionalistas fue representarlos como “locos” y “fanáticos”, es decir, como unos “irracionales”. Recordemos que un loco se encuentra desconectado de la realidad y un fanático puede ser una persona con una versión desconectada de la realidad y que cree ciegamente en una idea.
El presidente Truman participará de esta campaña y en un mensaje dirigido a Muñoz Marín, publicado en la prensa, acusó a los nacionalistas de “irracionales”, y le comentó: “ Estoy seguro de que el pueblo americano se percata de la base irracional y nula de los desórdenes ocurridos y en ninguna forma hace responsable de los mismos al gobierno o al pueblo de la Isla.”[22] John Steelman, auxiliar presidencial, también dijo que de acuerdo a los informes los sucesos habían sido fraguados por “mentes mal orientadas y desajustadas”.[23]
La prensa estadounidense también se unió a esta campaña de propaganda. Por ejemplo, el periódico New York Times se encargó de propagar la idea de que los que estaban detrás del levantamiento armado en la Isla eran unos “semilunáticos”: “Parte de la injusticia y la insensatez de la conjura y del levantamiento de esta semana estriba en el hecho de que los nacionalistas son un pequeño grupo de semilunáticos sin arraigo en las masas.”[24] El periódico norteamericano Evening Star acusó a los nacionalistas de ser un “pequeño grupo de lunáticos”, “salvajes” y de tener “mentes criminales y desquilibradas”.[25]
Algunos periodistas locales se unieron a la campaña. Como el periodista del periódico El Mundo J.M. García Calderón, quien escribió un corto artículo en el que en 12 ocasiones se refirió a los nacionalistas como “lunáticos”.[26] La campaña trascendió las fronteras de Estados Unidos y Puerto Rico y llegó a Perú. En dicha nación, el peruano J. Chioino, quien era aliado del gobierno colonial, pues había sido huésped durante la toma de posesión de Muñoz Marín como gobernador, publicó el 2 de noviembre en el periódico El Comercio de Lima un artículo donde condenó los “disturbios” ocurridos en Puerto Rico, elogió al gobernador colonial y acusó a los nacionalistas de “fanáticos sin más razón que la de una desenfrenada demagogia”.[27]
Al asociar a Pedro Albizu Campos y los nacionalistas con la “locura”, el “fanatismo” y la “irracionalidad”, la campaña de propaganda buscaba descartar toda discusión referente a las ideas que motivaron a los insurgentes ya que si sus posturas no estaban fundamentadas en la razón y estaban desconectadas de la realidad debían ser descartadas e ignoradas. Así se buscaba invisibilizar los argumentos ético-políticos de los combatientes. Esta campaña, además, justificaba la represión contra los nacionalistas, bajo la lógica de que a los “locos” se les encierra por ser considerados peligrosos para la sociedad.
Los nacionalistas como “criminales”:
Como parte de la campaña también se representó a los nacionalistas como criminales. El Senado de Puerto Rico participó de dicha campaña. Por ello aprobó una resolución condenando el “atentado perpetrado por criminales pertenecientes al pequeño grupo Nacionalista”.[28] El secretario auxiliar de Estado de Estados Unidos, Edward G. Miller, responsable de los asuntos interamericanos, también se unió a la campaña y los representó como una “pandilla” que se dedicaba “al crimen y al ultraje”. [29]
La prensa local y de Estados Unidos hicieron eco de la campaña. Por ejemplo, el periódico norteamericano The Evening Star acusó en sus páginas a los nacionalistas de “criminales”.[30] El Diario de Puerto Rico fue aún más allá en su campaña de demonizar a los nacionalistas e indicó que éstos “salieron a matar, solamente por matar.”[31] También, desde el Diario de Puerto Rico, el intelectual y periodista puertorriqueño Cayetano Coll Cuchí, opinó que lo que ocurría en la Isla no era una situación militar, aun cuando para reprimir al movimiento nacionalista se usaran las fuerzas militares y policiales; para él, lo que había ocurrido eran “disturbios” que no habían tenido más resultado que la “comisión de una serie de crímenes atroces”.[32]
Esta campaña buscaba justificar la represión ya que si los nacionalistas eran simples criminales debían ser perseguidos, atrapados y enviados a la cárcel antes de que repitieran sus fechorías, y buscaba a su vez invisibilizar la gesta revolucionaria para que el acontecimiento fuera visto, no como un proceso de liberación nacional, sino como un acto criminal, y que éstos no fueran vistos como patriotas que luchaban por la libertad de su país sino como criminales.
Los Nacionalistas como “terroristas”:
También como parte de la campaña de propaganda de demonizar a los nacionalistas, el gobernador Muñoz Marín se refirió a ellos como una banda de “terroristas” que intentaron “asaltar la libertad y democracia de nuestro pueblo”.[33] El Senado de Puerto Rico, también, se unió a dicha campaña y aprobó una resolución en la que tildaba a Pedro Albizu Campos de “jefe terrorista”.[34] Al gobierno colonial representar a Albizu Campos y a los nacionalistas de terroristas se buscaba demonizarlos, ya que el terrorismo es un acto de violencia cuyo propósito principal es generar miedo a través del terror. Nada más contrario a la democracia. Así se invisilizaba el objetivo principal de los revolucionarios, que era establecer una república democrática en la Isla.
Los Nacionalistas como “fascistas”
Los nacionalistas no eran fascistas[35], sin embargo, como parte de la campaña de demonización el gobernador Muñoz Marín también recurrirá a representarlos como simpatizantes de dicha ideología totalitaria: “Yo diría que este movimiento es uno comunista-fascista…”[36] El gobernador establecerá dicho vínculo ya que sabía que ello le permitiría generar una opinión pública de repudio total hacia los nacionalistas, ya que la comunidad local e internacional los asociaría con una ideología que era condenada y perseguida por haber sido el fundamento teórico de los horrores del nazismo: racismo, totalitarismo y el asesinato de millones de seres humanos.
Los nacionalistas como “títeres de los comunistas”
Durante la Guerra Fría, el anticomunismo férreo de la cultura política estadounidense se exportará a Puerto Rico y el liderato colonial lo asumirá sirviéndole de excusa para sembrar miedo en la población y perseguir y acosar al Partido Nacionalista de Puerto Rico, ya que se les vinculará con los soviéticos, a sabiendas que éstos no tenían nada que ver con ellos, relacionados en la Guerra fría con el totalitarismo, la pérdida de libertades y la opresión. Está información era una mentira, ya que los nacionalistas no tenían relaciones con Moscú y los comunistas puertorriqueños no participaron en la planificación y ejecución de la Insurrección.
El gobierno federal y colonial alegaron reiteradamente que la Insurrección no era un proceso de liberación nacional, sino que era parte de una conspiración del comunismo internacional dirigida por la Unión Soviética para apoderarse del llamado “mundo libre” del que supuestamente Puerto Rico era parte. Esta versión conspirativa era perfecta para sembrar miedo entre la población y el gobernador Muñoz Marín lo sabía muy bien. Por eso se esforzará en inventar un vínculo entre los nacionalistas y comunistas para demonizar a los primeros. Por ejemplo, luego del ataque a la Casa Blair en Washington, Muñoz Marín le comunicará al pueblo estadounidense, en un mensaje transmitido por la radio, que los nacionalistas habían llevado a cabo sus acciones con el apoyo de los comunistas: “This crime confirms my conviction of the connection of these mad, grotesque, and futile Nationalist violence-makers in Puerto Rico with communistic propaganda all over the world.”[37] Muñoz señalaba que estaba seguro de la influencia comunista en los “actos de violencia” porque según él los nacionalistas estaban “usando las pautas y tácticas que usan los comunistas para crear rencores y descrédito contra los Estados Unidos y las democracias…”[38] A los pocos días de dichos pronunciamientos aseguró que definitivamente el movimiento nacionalistas “estuvo fuerte y definitivamente influido por el comunismo mundial” e indicó que Albizu Campos y “todos los comunistas relacionados con los asaltos y asesinatos de los últimos días serían enjuiciados con todo el vigor de las leyes de Puerto Rico”.[39] Días después, mintió al decir que las armas de los nacionalistas habían sido enviadas desde Cuba y que fueron adquiridas con dinero enviado desde Rusia.[40]
La campaña de propaganda por parte del gobierno colonial rindió frutos ya que fue repetida por ciertos círculos oficiales en Estados Unidos quienes, basándose en las declaraciones que hechas por el Muñoz Marín en cuanto a que estaba “Moralmente seguro de que hubo algunos comunistas envueltos”[41] en la Insurrección, estaban inclinados a creer que los comunistas podían compartir parte de la culpa. Los diarios de Estados Unidos, posiblemente siguiendo instrucciones del gobierno federal, repetían la versión oficialista. Por ejemplo, The New York Times aseguraba a sus lectores que los nacionalistas puertorriqueños eran controlados por los comunistas: “Los nacionalistas son unos insensatos, elementos ignorantes o descarriados; los comunistas saben lo que están haciendo”.[42] Ante la difusión de la propaganda, el secretario Nacional del Partido Comunista, Gus Hall, tuvo que reaccionar y negar la inventada conexión. Indicó que los comunistas estaban profundamente sorprendidos por el informe que los vinculaba al atentado y esta acción, según él, sugería “el esfuerzo de los fascistas de derrumbar los movimientos de paz de los trabajadores”.[43]
También hubo periódicos internacionales que hicieron eco del discurso oficial que propagaba el gobierno federal y colonial. Por ejemplo, en la columna editorial del diario El Caribe, de Ciudad Trujillo, República Dominicana, se condenaron las tácticas y los métodos de acción política violenta que los nacionalistas, según el diario, copiaron del “patrón bolchevique”.[44] El periodista peruano, J. Chioino, en el artículo publicado en el periódico El Comercio de Lima, indicaba que detrás del “motín sangriento” estaba probablemente escondida “la mano siniestra del comunismo moscovita” que según él, siempre estaba atento a “procurar todo género de dificultades a las naciones democráticas y cristianas”.[45] Francisco Cerdeira, director de la revista Los Quijotes, también responsabilizó a los soviéticos por el ataque a Truman, dijo: “ Son muy largos los brazos del Kremlin y Trostki no murió de pulmonía”.[46] También el periódico español Alerta, editado en Santander, publicó el 1 de noviembre, que los comunistas estaban implicados en los hechos, al menos en su inspiración. Para llegar a esta conclusión se basaban en lo que había expresado el gobernador Muñoz Marín.[47]
La prensa local también hizo eco de la campaña de propaganda. Por ejemplo, el Diario de Puerto Rico, vocero del partido de gobierno, indicó que los nacionalistas habían caído en la “tenebrosa conjura comunista” y que el atentado a Truman y la “ola de violaciones desatadas en el país” tenían todas las señales de una “activa participación comunista” que los obligaba a “derramar sangre entre hermanos para satisfacer los apetitos de conquista imperial del Anticristo de Moscú”.[48]
La campaña de propaganda del gobierno colonial se repetirá tantas veces que calará hondo en la sociedad puertorriqueña y ocasionará que ésta sea repetida. Por ejemplo, en la sección “La Voz del Lector” del periódico El Mundo, donde se le permitía a los lectores expresarse, el Sr. Héctor Martínez Dávila, presidente de la Asociación Cooperativa del Falansterio, felicitó al gobernador Muñoz Marín “por sus esfuerzos por liberar al país” de la “ola de crímenes” que habían “organizado” los nacionalistas y comunistas.[49]
Conclusión
Hemos logrado documentar que la campaña de relaciones públicas y propaganda que planificó el gobierno federal y colonial fue intensa y logró manufacturar una “verdad oficial” que se convertirá en hegemónica a nivel local e internacional, gracias al apoyo de los medios de comunicación e intelectuales, que se puede sintetizar de la siguiente manera:
Puerto Rico se encontraba en un proceso de descolonización gracias al gobierno de Estados Unidos y al gobernador Muñoz Marín que respondía a la democracia que existía en la Isla, y los nacionalistas no eran políticos o revolucionarios que, a través de la razón, buscaban transformar radicalmente las estructuras de un poder político que consideraban injusto para construir una república democrática, por el contrario, eran movidos por ideas malvadas, irracionales y criminales que buscaban generar terror en la Isla como parte de la conspiración mundial que dirigían los soviéticos para destruir la democracia en el mundo.
En 1951 la campaña de relaciones públicas y propaganda continuó con mucho éxito, mientras los combatientes de la Insurrección eran sentenciados en juicios arreglados. Por ejemplo, el Comisionado Residente en Washington, Dr. Fernós, comentaba a la prensa que Puerto Rico ya tenía status y que era un pueblo libre “no solo en el hecho sino en el derecho.”[50] Por su parte, la revista Amepuka (América) que publicaba en ruso el Departamento de Estado de los Estados Unidos para distribución en la Unión Soviética, publicó ese año un extenso artículo sobre los “esfuerzos de Puerto Rico por resolver sus problemas económicos y sociales” y anunciaba que los puertorriqueños habían elegido sus propio gobernador y que redactarían su propia “Constitución”.[51] Esta propaganda evitó que sectores de la comunidad internacional se enteraran sobre lo que realmente ocurría en la Isla y evitó, a su vez, que se generara una ola de indignación entre la mayoría del pueblo estadounidense y la comunidad internacional. El abogado afro estadounidense Conrad Lynn, quien representó a Albizu Campos durante los juicios de 1951, fue testigo del éxito que tuvo la campaña al lograr que la prensa norteamericana, según él, por acuerdo, mantuviera una censura sobre lo que sucedía en Puerto Rico y apuntaba que ello había impedido que se generara una “ola de indignación” entre el pueblo estadounidense sobre lo que acontecía en la Isla.[52]
En 1952, manufacturada y difundida la “verdad oficial” que invizibilizó la Insurrección, la administración colonial anunció la creación de una supuesta “constitución” que fundó la farsa del “Estado Libre Asociado” y la ONU, engañada o cómplice, decidió que Puerto Rico había resuelto su problema colonial.
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[1] “Muñoz pide pueblo esté alerta contra pequeña conspiración”, El Mundo, 31 de octubre de 1950, p. 24.
[2] Ibid.
[3] Carlos Zapata, Luis Muñoz Marín, Estados Unidos y el establecimiento del Estado Libre Asociado de Puerto Rico (1946-1952) (San Juan, Puerto Rico, Universidad Interamericana de Puerto Rico, 2015), pp. 344-345.
[4] Ibid.
[5] “Presidente dice Isla tiene gobierno libre”, El Imparcial, 6 de noviembre de 1950, p. 15.
[6] “Inscripciones contestan ‘gangsterismo’: Muñoz”, El Imparcial, 7 de noviembre de 1950, p. 31.
[7] “Muñoz pide pueblo esté alerta contra pequeña conspiración”, El Mundo, 31 de octubre de 1950, p. 24.
[8] Evelyn Vélez, Puerto Rico: Política exterior sin Estado soberano, 1946-1964 (San Juan, PR: Ediciones Callejón, 2014), p. 194.
[9] “Leuchsenring envía protesta al Gobernador, pero José Figueres renueva su admiración y solidaridad a Muñoz”, El Mundo, 2 de noviembre de 1950, p. 12.
[10] Evelyn Vélez, Op Cit., p. 232-233.
[11] Ibid.
[12] Ibid.
[13] “Gobernador decidió no recibir grupo de congresistas cubanos”, El Mundo, 3 de noviembre de 1950, p. 4.
[14] “Muñoz dice se logrará poner orden”, El Mundo, 1 de noviembre de 1950 p. 1.
[15] “Interior cree innecesaria intervención”, El Mundo, 1 de noviembre de 1950 p. 10.
[16] “Muñoz pide pueblo esté alerta contra conspiración”, El Mundo, 31 de octubre de 1950, p. 1.
[17] Ibid. p. 24.
[18] “Interior cree innecesaria intervención”, El Mundo, 1 de noviembre de 1950, p. 10.
[19] Ibid.
[20] “El crimen nacionalista”, El Diario de Puerto Rico, 2 de noviembre de 1950, p. 4.
[21] William Dorvillier, “No se explican la demanda de los cubanos”, El Mundo, 6 de noviembre de 1950, p. 1.
[22] “Expresivo mensaje de Truman a Muñoz”, El Imparcial, 23 de noviembre de 1950, p. 3.
[23] “Dr. Fernós hace responsable a comunistas y nacionalistas”, El Mundo, 4 de noviembre de 1950, p. 24.
[24] “New York Times señala no debe inculparse a puertorriqueños”, El Mundo, 4 de noviembre de 1950, p. 1.
[25] “Hacen defensa de Puerto Rico en un editorial”, El Mundo, 4 de noviembre de 1950, p. 2.
[26] J.M. García Calderón “Tras Bastidores”, El Mundo, 5 de noviembre de 1950, p. 7.
[27] “Periodista de Perú condena sucesos”, El Mundo, 8 de noviembre de 1950, p. 11.
[28] “Senado para resolución de Regocijo”, El Mundo, 9 de noviembre de 1950, p. 1.
[29] “Edward G. Miller comenta sucesos”, El Mundo, 4 de noviembre de 1950, p. 10. Véase también “Llaman pandilla a Nacionalistas”, El Imparcial, 4 de noviembre de 1950, p. 34.
[30] “Hacen defensa de Puerto Rico en un editorial”, El Mundo, 4 de noviembre de 1950, p. 2.
[31] “El crimen nacionalista”, El Diario de Puerto Rico, 2 de noviembre de 1950, p. 4.
[32] “Opinión Pública”, El Diario de Puerto Rico, 4 de noviembre de 1950, p. 4.
[33] “Muñoz agradecido de los bomberos”, El Imparcial, 16 de noviembre de 1950, p. 5.
[34] “Senado pasa resolución de regocijo”, El Mundo, 9 de noviembre de 1950, p. 1.
[35] Juan Manuel Carrión, “Albizu Campos y el fascismo” en http://www.80grados.net/albizu-campos-y-el-fascismo/.
[36] “Ley Marcial no es necesaria: Muñoz”, El Imparcial, 31 de octubre 1950, p. 32.
[37] Carlos Zapata, Op Cit., p. 344.
[38] “Muñoz dice se logrará poner orden”, El Mundo, 1 de noviembre de 1950, p. 12.
[39] “Muñoz destaca la protección dada a Albizu”, El Mundo, 3 de noviembre de 1950 p. 1 y 16.
[40] “Muñoz expresa…”, El Mundo, 7 de noviembre de 1950, p. 12.
[41] Atentado nacionalista asombra círculos oficiales Washington”, El Mundo, 2 de noviembre de 1950, p. 11.
[42] “New York Times señala no debe inculparse a puertorriqueños”, El Mundo, 4 de noviembre de 1950, p. 1.
[43] “Partido Comunista EU rechaza conexión en Atentado a Truman”, El Mundo, 3 de noviembre de 1950, p. 2.
[44] “Un periódico Santo Domingo condena actos”, El Mundo, 2 de noviembre de 1950, p. 4.
[45] “Periodista de Perú condenada sucesos”, El Mundo, 8 de noviembre de 1950, p. 11.
[46] “Cerdeira envía su felicitación al presidente”, El Mundo, 8 de noviembre de 1950, p. 15.
[47] E. Combas Guerra, “En torno a Fortaleza”, El Mundo, 8 de noviembre de 1950, p. 6.
[48] “El gran embate terrorista”, El Diario de Puerto Rico, 6 de noviembre de 1950, p. 2.
[49] “La voz del lector”, El Mundo, 6 de noviembre de 1950, p. 6.
[50] “Puerto Rico es libre de hecho y derecho, dice Dr. Fernós”, El Imparcial, 6 de junio de 1951, p. 3.
[51] “Circulará en Rusia una revista con artículo sobre Puerto Rico”, El Mundo, 14 de marzo de 1951, p. 1.
[52] Amílcar Cintrón Aguilú, Posicionamiento de una mentira (San Juan, Puerto Rico: Editorial Barco de tinta china, 2011), p. 382.