Oración de entrega: palabras en torno al Clemente de Richard “Tiago” Santiago
Aún recuerdo la primera vez que fui a Nicaragua hace casi 30 años. Iba en la caja de atrás de una camioneta, parado, mirando alrededor mientras nos dirigíamos a la ciudad de Masaya, ciudad conocida por su folklore y su valentía en tiempos de crisis y resistencia. Los amigos nicaragüenses que nos llevaban querían darle una sorpresa a los boricuas del grupo. Luego de un rato, allí estaba, coronando la entrada del parque de pelota que lleva su nombre: Roberto Clemente. Un cuadro grande mostraba el rostro siempre joven, apuesto y fuerte del pelotero boricua e internacionalista, palabra que entendí como nunca en Nicaragua.
El orgullo de ser del mismo pueblo de aquel que dio la vida por los que sufren, justo en la cúspide de su vida y su fama como ‘estrella’ del beisbol de las Grandes Ligas, me sacó una sonrisa y brillo en los ojos. Todavía vivo agradecido de ese momento de reconocimiento a la solidaridad entre los pueblos. Solidaridad que sale, en la mayoría de los casos, de la gente común y en pocas ocasiones de los gobiernos. El embate de la naturaleza a través de un terremoto muy fuerte y el desastre social de la pobreza, la corrupción y la desigualdad se combinaron para causar miles de muertes en el hermano país en aquel diciembre de 1972.
No olvidemos las razones de Clemente. Ante las denuncias de corrupción en la distribución de ayudas y bienes al pueblo nicaragüense de parte de la dictadura de Anastasio Somoza, Clemente decide ir él mismo a supervisar el envío y distribución de los alimentos, la ropa y los medicamentos que saldrían de Puerto Rico. Había trabajado arduamente recolectando la ayuda. Faltaba entonces hacer la entrega.
Es bueno y tremendo que esta obra de Richard “Tiago” Santiago se devele y esté en este lugar, justo donde 5 años atrás el gobierno de Puerto Rico se encuarteló para dirigir los trabajos de emergencia y respuesta debido al embate de la naturaleza a través de un huracán muy fuerte y el desastre social de la corrupción y la desigualdad, donde por falta de energía eléctrica y otros servicios esenciales murieron miles de personas.
Aquí el «COE» tenía su centro de mando y publicidad.
Pero el Clemente de Richard “Tiago” Santiago no es un anuncio comercial ni una imagen publicitaria. Nos mira con la verdad en sus ojos.
El rostro de Clemente en este recinto es una lumbrera, una linterna en medio del apagón, una vela que disipa las sombras y anuncia lo que importa: dar la vida, darlo todo por lo que se ama y se cree. Y eso, en el caso de Clemente, era echar su suerte con los pobres de la tierra, aunque muriera en el mar.
En este cuadro, la mirada de Clemente nos conmueve, nos mueve a sentir diferente. Nos supervisa y con el corazón en la mano nos cuestiona: ¿en dónde está tu corazón? ¿en dónde tu compromiso? ¿en dónde están tus hermanos? Los gobernantes y mercaderes de la vida no paran de responder “¿acaso somos los guardianes de nuestros hermanos?”
No se dan cuenta de que el rostro es la exigencia del otro, la que ordena y señala nuestra responsabilidad ante el sufrimiento de los demás, a hacernos cargo, a ir más allá del simplemente ser, pues la verdadera vida es ser para los demás.
Rojo, verde, rosado, azul, negro – Clemente mira y nos juzga con clemencia, pero con firmeza. Es lo que significa su apellido – aquel que tiene clemencia. Pocas personas encarnan su nombre con todo su significado: el nombre Roberto significa, “aquel que brilla por su fama”, Clemente es el juez que juzga con clemencia, aquel que siente compasión y sufre ante el sufrimiento de los demás, Walker es el que camina. Roberto Clemente Walker, aquel cuya fama brilla porque caminó con clemencia por esta tierra.
El rostro de Clemente de Richard “Tiago” Santiago es un corazón. Un corazón que mira y habla. Un corazón gigante con la cara linda del pueblo que todo lo da con dignidad y sin alarde.
Entre oleos rosados, rojos, azules, verdes y negro los pinceles de Tiago componen la mirada triste, amorosa, brillante que canoniza a nuestro santo secular, laico y popular. Richard Santiago nuevamente se quita el “santo” de su apellido y firma “Tiago”, pues el santo es aquel que ha pintado ya que no “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos.” Y esto, frente a un sistema que nos dice en todo momento que “amigo es un peso en el bolsillo.”
Los nicaragüenses eran amigos de Roberto Clemente. No olvidemos que las únicas tres ocasiones que Roberto Clemente Walker representó a Puerto Rico de manera oficial en la esfera internacional están relacionadas con Nicaragua y los nicaragüenses. Primero, en la Serie Interamericana de 1964, como jugador de los Senadores de San Juan. Las otras dos en 1972.
Su última hazaña deportiva fue como dirigente y manejador, como líder de una escuadra amateur en un campeonato mundial de la cual se sentía orgulloso. En sus propias palabras, tomadas de tal vez su última entrevista deportiva, hecha por el periodista nicaragüense Edgar Tijerino Mantillo y publicada en el periódico La Prensa, de Nicaragua, el 15 de noviembre de 1972:
“Es la primera vez que dirijo una selección representativa de mi país, y eso me satisface enormemente. Anteriormente había dirigido al San Juan de la liga profesional; pero me encanta comandar una escuadra amateur y sobre todo en un Campeonato Mundial en el que espero tengamos buen rendimiento. Asumí una tarea que me permite sentirme más puertorriqueño. En esta vida uno vive aferrado a compromisos y no se puede resistir tratar de ser útil al deporte de su país.”
Sentirse más puertorriqueño para ser más humano, ya que cuando nos enraizamos en nuestro pueblo, en la gente común que nos vio nacer y crecer, que nos acompaña y cuida, podemos amar sin fronteras ni ataduras, es decir, con libertad.
Por supuesto, no se le debe ni puede escapar a nadie que la única representación internacional de Puerto Rico de manera formal y soberana es en el mundo deportivo. Y Clemente es nuestro abanderado, la estrella que alumbra el camino del internacionalismo – no entre los gobiernos, sino entre los pueblos (entre la gente que camina, suda, juega, comparte – que parte el pan con los demás -, la gente común porque vive en comunidad).
A días del huracán Fiona, reconocemos la luz de Clemente, el lucero de la entrega solidaria que sale del amor frente a tanta corrupción e injusticia. Las dictaduras continúan, tanto en Nicaragua como en otras partes del mundo. La corrupción también. Los terremotos y huracanes parecen multiplicarse. Sin embargo, el amor, la solidaridad y la entrega siguen abriendo paso, y Clemente nos señala el camino.
Hoy le celebramos y recordamos develando esta obra que ubica su rostro en el centro de atención. Sin gorra ni uniforme. Sin bate ni bola, sin guante. El rostro bello de un hombre libre y orgulloso de su pueblo humilde y solidario. El rostro que cuestiona. El rostro compasivo.
Es inevitable que al enterarme de que el padre de Clemente se llamaba Melchor, hiciera la conexión con el rey mago negro al que nosotros en Puerto Rico llamamos con el mismo nombre. Melchor, rey mago que, como nos recordara el antropólogo y estudioso de nuestra cultura popular, Ramón López, en la mayoría de las representaciones ubica en el medio de los tres reyes magos montando un caballo blanco, convirtiéndose así en el protagonista de los santos más populares de nuestro país (que no eran ni santos ni reyes, según el pasaje bíblico). Melchor nos regaló a Roberto, una estrella que alumbra la ruta.
Con la lumbre de esa estrella Richard Tiago Santiago pinta y crea una obra que nos invita a la contemplación y la admiración. A escuchar lo que nos dice cada color de su rostro:
“Cada vez que tienes la oportunidad de marcar una diferencia en este mundo y no lo haces, estás perdiendo el tiempo en la Tierra.” – Roberto Clemente Walker
*Estas palabras fueron leídas en los actos de develación de la obra, Requiem for the greatest, del pintor, Richard “Tiago” Santiago Berrios, en conmemoración de los 50 años del hit número 3,000, alcanzado por Roberto Clemente Walker, el 30 de septiembre de 1972, mismo año en que se conmemora su muerte el 31 de diciembre. La obra se develó y estará expuesta a perpetuidad en el Centro de Convenciones de Puerto Rico.