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Un viejo amigo me envió temprano este mensaje durante la noche del pasado sábado: «Con siete horas de diferencia, tan pronto sepas que ganó el NO me avisas. Si gana el SI no me digas nada». Para animarlo ante las predicciones apocalípticas que saturaban gran parte de la cobertura sobre el referéndum griego, le recordé que Tsipras había ganado su primera negociación nacional a los 16 años y que a gonfiabili los 40 —cumple 41 el próximo 28 de julio— no iba a poner en riesgo un gobierno recién estrenado si no pensara que podían prevalecer. De todos modos, no me fui a la cama hasta que empezaron a transmitirse las primeras y habituales imágenes del primer referéndum que se celebraba en Grecia desde 1974, año que marcó el final de la dictadura. Mientras acá dormíamos, los griegos decidían, entre otras cosas, el futuro político de Europa. El desayuno largo de los domingos dio tiempo para que concluyeran los comicios. Sin embargo, ya antes del mediodía habían indicios de que Syriza ganaría por mucho más que lo anticipado. Al filo del mediodía, el periódico británico The Guardian publicó el primer tweet que parecía genuinamente prometedor:
Las fuentes cercanas a la Comisión de la Unión Europea en Bruselas resultaron fiables, solo que tímidas. Muy tímidas. El NO ganó por más de 22 puntos, muy lejos del virtual empate que parece haber sido la máxima concesión que la prensa internacional estuvo dispuesta a extenderle a Syriza y sus aliados hasta que la realidad se impuso. Las consecuencias del arrojo político de Alexis Tsipras y de Yanis Varoufakis, su renunciante ministro de economía, reverberarán por años y seguramente de maneras aún insospechadas. Sin embargo, ante esta victoria contundente, aún fresca, que Grecia celebró ayer con el mismo fervor con el que concurrió a las urnas, recojo estas conclusiones muy preliminares que pueden servirnos para articular nuestra singular defensa ante lo que el exministro de economía griego llamaba el terrorismo del capital financiero. Hoy es bueno recordar que:
1. Se puede vencer al capital, sus mecanismos de presión y sus aparatos ideológicos
La ciudadanía griega votó NO en condiciones cotidianas extremas, otrora preludio impensable de un triunfo político para el que las implantara. Las imágenes de un pensionado griego de 77 años desplomado y llorando contra la pared de cristal de un banco le dieron la vuelta al mundo y nos rompieron el corazón. Tras hacer fila en cuatro instituciones bancarias sin lograr retirar €120 euros de un depósito a nombre de su esposa, Giorgios Chatzifotiadis lloraba desconsolado.1
Lloraba por él y los suyos. «Veo a mis conciudadanos mendigando por unos centavos para comprar pan. Veo cada vez más suicidios. Soy una persona sensible. No puedo soportar ver a mi país en esta situación», le contaba a la agencia francesa de noticias. La explicación era más penosa que la estampa, que la necesidad y la humillación de ese hombre, por un momento derrotado.
Esa imagen, que podía haber alimentado la oposición a Syriza y sus medidas para paliar la crisis de liquidez provocada por la renuencia del Banco Común Europeo a mantener los flujos monetarios a la banca griega, fue recibida de otro modo. El límite de €60 diarios en los retiros por banca electrónica y de €120 a través de la ventanilla del cajero se sumaron a los cientos de ejemplos cotidianos que le recuerdan al pueblo griego las terribles consecuencias humanas que tienen las severas políticas del Banco Común Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Ni la extraordinaria medida de presión, ni la genuina desesperación que provocó entre los más desprovistos, alteró ni tantito así el acumen político de la ciudadanía griega.
El capital no pudo imponer su voluntad política a pesar de las arengas, de las predicciones apocalípticas, de las encuestas para provocar el desaliento y de las intimidaciones económicas.
2. Siempre hay un plan B y C y D
Hace 4 años, el entonces presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, insistía ante el liderato político y el pueblo griego «que no hay otra vía distinta a las dolorosas reformas y la consolidación fiscal».2 Lo mismo le repitieron a Tsipras ante su renuencia a aceptar 100 billones más en recortes presupuestarios o aumentos en los impuestos. Convencido de lo contrario, el equipo negociador griego se levantó de la mesa para que Tsipras convocara un referéndum a favor de lo aparentemente inimaginable y lo políticamente irrealizable. El sábado 28 de junio del 2015, justo cuatro años después de las expresiones de Barroso, Tsipras le pidió a sus conciudadanos rechazar en las urnas la teoría asesina de un pensamiento único. El país le reiteró la confianza de que había o abrían otro camino. El 5 de julio en su mensaje de agradecimiento a los votantes del NO, Tsipras reiteró su compromiso de hacer ese camino viable. En las maletas y el corazón del equipo negociador griego, presto a volar de nuevo a Bruselas, van varias versiones estudiadas del hasta ahora inexistente plan B.
3. La deuda es un asunto político
Antes de la apuesta de Syriza de que una consulta directa les permitiría volver a la mesa de negociación con renovado capital político, Islandia había realizado ya dos referéndums —marzo 2010 y abril 2011—para decidir si el gobierno debía pagar la deuda de la banca privada del país. Tras vetar leyes que proponían las condiciones y los términos del pago, el presidente islandés Oláfur Ragnar Grímsson propuso a la ciudadanía opinar sobre estas medidas. Dos veces concurrieron a las urnas y dos veces ratificaron los islandeses que no pagarían por las fechorías de sus banqueros. Las consideraciones sobre la justicia de la deuda se impusieron a las preguntas sobre la viabilidad de las condiciones de repago. «Islandia es una democracia, no un sistema financiero», argumentaba irrefutablemente su expresidente.
Las consecuencias sociales y económicas del desplome bancario en un país que no tenía prácticamente deuda pública, así como el democratizar la toma de decisiones gubernamentales sobre qué hacer ante la crisis, animó a los islandeses a redactar una nueva constitución y a ratificarla en las urnas en el 2012. En Islandia, como en Grecia, la crisis de la deuda sirvió para profundizar el imaginario democrático. Las exigencias de los acreedores resultaron contraproducentes para sí, puesto que ampliaron la injerencia ciudadana en estos y otros asuntos. La deuda dejó de ser un asunto de expertos carísimos y agoreros.
Lejos de un problema de aritmética, como ha expresado recientemente el gobernador, la deuda es un asunto político. Superada la esclavitud y el servilismo, en una democracia hay que preguntar a quienes van a pagar las consecuencias de las acciones (u omisiones) de otros si están dispuestos a hacerlo. Esto implica ofrecer razones sobre la deseabilidad y la justicia del repago y no meramente repetir la letanía de amenazas e intimidaciones que tantas veces se confunden con estas. En una democracia, dar por sentado que existe la voluntad política ante un asunto de esta magnitud sin que medie una consulta que así lo exprese es una falta de respeto a la ciudadanía y una interpretación muy débil de lo que significa querer gobernarse a sí mismo.
4. La deuda es un asunto moral
Dar por supuesto el repago, sin indagar en los detalles de la deuda, es también ignorar que toda deuda es un asunto moral. Cotidianamente se nos recuerda la moralidad de la deuda desde la perspectiva de los acreedores: la deuda es una promesa y las promesas se cumplen. Sin embargo, olvidamos que la perspectiva moral de los deudores también entra en juego. ¿Debemos pagar una deuda contraída sin nuestro conocimiento y consentimiento? ¿Sin nuestro beneficio o el de generaciones futuras? ¿Con el conocimiento de que algunos acreedores sabían que extendían créditos a un gobierno insolvente? Ahora, tras las decisiones de los tribunales que han declarado inconstitucional la llamada ley de quiebra criolla, podríamos también preguntarnos: ¿Cuál es el nivel de consentimiento necesario para contraer un compromiso cuando no hay marco jurídico que nos permita salir de él? Contestar en detalles estas preguntas y en cada instancia de emisión de deuda pública es lo que nos permite el proceso de auditar la deuda.
Ningún plan de reestructuración, como el que el gobierno al fin considera inevitable, debe prescindir de este paso previo ni eximirnos de la amplia discusión que suscitará. Hay que recordar que la Comisión de la Verdad sobre la Deuda Pública que auditó la deuda griega rindió su informe en medio del proceso de negociación en Bruselas.3 La condonación de al menos el 30% de la deuda griega que recomendó el FMI prácticamente horas antes del referéndum puede interpretarse como una débil concesión a los hallazgos de este informe y como una recomendación pragmática a los acreedores. Todos sabemos que el deber es una categoría que pertenece a distintos órdenes, sin que automáticamente el hecho económico implique el deber moral.
5. La confianza es un inmenso caudal político
Para quienes estamos acostumbrados a estas líneas de nuestro libreto político, «la realidad es peor que lo anticipado, por lo que abandonamos los compromisos de nuestro programa de gobierno y también los que propusimos hace un mes», la sola idea de una clase política dispuesta a renunciar antes que contradecirse es un sueño aún por realizar. Muchos de nosotros pensamos que el actual ordenamiento colonial llegó a su fin. La tan cacareada prosperidad económica era la justificación que ofrecía el muñocismo para convivir en el acotado régimen colonial. Acabándose la primera, el segundo se ha quedado sin coartadas. Ante esta conclusión, algunos de nosotros proponemos una solución política que implique la construcción de un estado propio, profundamente democrático y en manos de un gobierno progresista. Todos, sin embargo, queremos una clase política que nos tome en serio y se tome en serio. Al saque, haríamos bien en dejar de votar por quienes han traicionado reiteradamente la confianza de las mayorías. Harían muy bien los que aspiran a gobernarnos en comprometerse públicamente a seguir el ejemplo de Tsipras y Varoufakis. Antes de contradecirme, les pregunto. Antes de violentar lo prometido, renunció. Y si estorbo, también. De ser así, la confianza nos permitirá a todos avanzar.
- AFP. «La historia detrás de la foto de un pensionista griego», El País. http://internacional.elpais.com/internacional/2015/07/04/actualidad/1436024591_402962.html?rel=lom. Consultado el 4 de julio 2015 [↩]
- Agencias Bruselas. «La Comisión Europea reitera que no hay un ‘plan b’ para Grecia. El País. http://economia.elpais.com/economia/2011/06/28/actualidad/1309246379_850215.html. Consultado el 5 de julio 2015 [↩]
- Plataforma Auditoría Ciudadana de la Deuda. Informe Ejecutivo. http://www.auditamosgrecia.org/es/resumen-informe-deuda-publica-griega/comisión. Consultado el 5 de julio 2015. [↩]