Para cantar salves dominicanas
Era mediados del verano pasado. Desde mi apartamento en El Barrio, Nueva York, hacía llamadas telefónicas y mandaba correos electrónicos, uno tras otro. En dos meses viajaría a Puerto Rico a presentar mi primer CD musical Las 7 salves de La Magdalena y necesitaba músicos que tocaran salves dominicanas.
Las salves son… Mmmmmm. ¿Cómo explicarlas? Empezaré por decir que es un estilo musical que simplemente me arrebata. Conocí las salves dominicanas en Nueva York en la calle, en ceremonias religiosas y en casas de amigos dominicanos. Me atrajo mucho que una música que aún conserva el aspecto solemne y papísticamente católico de la “Salve Regina”, tenga tan diversas expresiones. Algunas salves se cantan lentas y acapella, otras aplaudiendo, otras con panderetas, otras galopan a las millas con tambores, panderetas, güira y cualquier otro instrumento que apetezca. Algunas salves son fieles a la letra de la “Salve Regina”, otras están dedicadas a diversos santos populares afrocaribeñas; otras trabajan seculares temas de chercha y despelote.
Las salves son un género donde las mujeres suelen tener papel protagónico, incluso como percusionistas. Casi me desmayo de felicidad el día que entré a la Catedral de Baní y había un círculo de casi cincuenta mujeres y un sólo hombre tocando salves. Las voces líderes eran todas mayores de sesenta años, la que tocaba el tambor llamado balsié estaría en sus setenta, y la güirera, excelente en su instrumento, era de mi edad y no paraba de beber de la caneca de Brugal que guardaba en el bolsillo posterior de sus mahones. Fue una de las experiencias más hermosas de mi vida.
Enerolisa Núñez es una de las cantantes de salves más conocidas en República Dominicana. Aquí un ejemplo de su magia y poder:
Y ahora volviendo al cuento que me ocupa. Las salves dominicanas son el género que más me inspiró a la hora de escribir la música y letra de mi CD Las 7 salves de La Magdalena. Tengo que hacer la aclaración de que mis salves son salves no porque todas están concebidas en el estilo del género dominicano llamado salves, sino porque todas las canciones de mi disco son salves en el sentido más amplio, es decir, canciones de adoración dedicadas en este caso al mito que más me inspira: María Magdalena. Por necesidad, mis salves se ajibararon en el proceso de hacerle los arreglos y (con excepción de una) las grabamos con bongó y barriles de bomba. Pero, para la presentación de Puerto Rico, tenía dos salves para las cuales estaba necesitando percusionistas versados o versadas en salves dominicanas.
Para mi sorpresa, las llamadas y los email que hacía preguntando por músicos de salves radicados en Puerto Rico no me generaban la información que buscaba. Dentro del círculo de músicos y artistas nuyo-puertorriqueño-dominicanos en el cual me muevo, por buen rato no encontré pistas. Vale la pena señalar que este es un círculo donde la bomba puertorriqueña y las salves y los palos dominicanos son motivo de intensa fusión y celebración conjunta. (Ese tema lo trabajo en mi artículo publicado en el número más reciente de la revista de musicología Boletín Música.) O sea, que pensé que si alguien tendría información útil sobre los músicos que buscaba, sería alguien de ese círculo artístico que suele girar en torno al triángulo Nueva York – Puerto Rico – República Dominicana.
Por fin, tuve la suerte de preguntarle al artista visual y bailador dominicano Genaro Ozuna, quien vivió años en Puerto Rico y ahora está de vuelta en Nueva York. Fue Genaro quien me dio el contacto en Puerto Rico del percusionista Julio Valdez Valdez, un reconocido músico de géneros de raíz dominicana como las salves, los palos, sarandunga, gagá y muchísimos otros.
¡Me puse feliz! Ya para ese momento había decidido traerme de Nueva York a Puerto Rico al percusionista dominicano Magic Mejía. Pero igual estaba feliz de poder hablar con Julio para quizás poder tocar en futuras ocasiones.
Asumí que Julio conocería a otros músicos dominicanos radicados en Puerto Rico que tocaran toda esa deliciosa música dominicana que no suele sonar por radio, esa música que no es ni merengue ni bachata, la ignorada, la no-comercial. Pero no era así. Julio no conoce a nadie más que toque esos géneros en Puerto Rico. De hecho, está montando un grupo de palos dominicanos (¡albricias!) pero, según pinta la cosa ahora mismo, los otros integrantes del proyecto se irán familiarizando con los palos sobre la marcha.
Casi se me cae la quijada. Pérate, pérate, pérate. ¿Cómo que una música que es tan fácil de encontrar en República Dominicana y Nueva York, da tanto trabajo de encontrar en Puerto Rico, considerando la enorme comunidad dominicana que reside aquí? Desde que llegué a Puerto Rico a presentar mi CD, esto ha sido tema de conversación con muchísimos músicos, otros artistas y activistas.
Algunas personas me explican que el prejuicio racial/cultural por parte de los puertorriqueños en contra de los dominicanos ha sido la causa de que estos géneros no-comerciales y explícitamente atados a espiritualidades afrocaribeñas, se mantengan ultra-underground. Otras me dicen que el asunto quizás no es tan truculento y tiene que ver más con que los puertorriqueños simplemente no saben que estos géneros existen. Otras personas sugieren que esta música no se toca en Puerto Rico porque la comunidad dominicana misma la asocia a una negrura y un supuesto subdesarrollo del que se desea escapar.
Sin descartar el odio y la negación propia que, particularmente en términos raciales, pulula entre los pueblos afrocaribeños, esa última hipótesis me parece altamente sospechosa. Si es cierta, ¿entonces porqué es fácil encontrar este tipo de músicos en Nueva York y no en Puerto Rico? En Nueva York la comunidad dominicana también tiene una relación problemática con la negrura. ¿Entonces porqué se cultivan muchísimo más estos géneros allá?
Es insólito que, después de mucho buscar, sólo haya encontrado un músico que toque salves dominicanas en Puerto Rico. Claro, no es que mis contactos sean infalibles. Estoy segura que hay otros músicos con quien simplemente aún no he tenido la fortuna de conectarme.
Confío que ese es el caso. Y les ruego a ustedes lectores que me contacten con información sobre dichos músicos. Sería maravilloso que las personas que amamos este tipo de música nos conectemos unos con otros. Me encantaría saber dentro de par de meses que Julio Valdez Valdez ya tiene un grupo de palo bien montado que integra no sólo a neófitos del género, sino también a otros músicos que como Julio llevan cultivando los palos por largo tiempo.
Durante este viaje a Puerto Rico tuve la fortuna de conocer a la activista Hilda Guerrero, quien ha sido parte de los esfuerzos para que en Puerto Rico se conozca más la música de raíz dominicana. Hilda me contó de su experiencia de conocer a un excelentísimo exponente dominicano de este tipo de música aquí en Puerto Rico y su tristeza al escucharlo hablar del intenso rechazo que ha sentido dentro del ambiente musical del patio.
Por supuesto, sí hay gente como Hilda que aprecian y promueven este tipo de música. Por fortuna, Xiomara Fortuna, cantante y compositora dominicana, ha viajado varias veces a Puerto Rico, la más reciente a un concierto que organizó el Conservatorio de Música. Cuando salió el primer CD de la Fundación Bayahonda, me cuenta Hilda que organizaron una actividad en Casa Aboy que se abarrotó. Recuerdo en los años 80 haber escuchado «La salve de las auroras» en un disco de Atabal. Recientemente, mi querida amiga y poeta Yarisa Colón, me llamó emocionada porque había escuchado por Radio Universidad una salve que rendía tributo conjunto a dos valientes mujeres que fueron asesinadas defendiendo sus hogares: Adolfina Villanueva de Puerto Rico y Mamá Tingó de República Dominicana. (¡Quien conozca esa canción, por favor, me deja saber!)
Todo esto para decir que en Puerto Rico obviamente sí hay amor e interés por estos géneros. Y tenemos que cultivarlos más y abrirles más puertas. Propongo que aquellos que nos sentimos apasionados por la música, la cultura y el pueblo dominicano nos conectemos unos con otros y compartamos ideas, contactos y recursos.
Sinceramente, siento las fronteras entre lo dominicano y lo puertorriqueño exageradas. Siento lo dominicano tan mío como lo puertorriqueño. Cuando tuve la fortuna de ir a República Dominicana por primera vez el año pasado tuve constantemente la extrañísima sensación de estar en una parte de «mi» tierra que simplemente queda un chin más al oeste de Mayagüez.
¿Por qué la bomba de Moca se supone que sea más «mía» que las salves de Baní? ¿Por qué los boleros ajibarados sesentosos y setentosos de Odilio González se supone que sean más míos que los boleros ajibarados (que luego se llamaron bachata) de Ramón Cordero? Pues eso no me tiene sentido. Declaro a todos esos géneros míos; los amo a todos por igual.
A pesar de las dificultades de encontrar en Puerto Rico músicos conocedores de las salves y a pesar del relativamente poco interés que aún existe aquí por este tipo de género musical dominicano, estoy feliz y agradecida por la recepción que han tenido mis salves a La Magdalena. Las 7 salves de La Magdalena ha sonado por la radio, nos hemos presentado en varios lugares, muchas personas se han acercado a decirme lo mucho que se las están disfrutando.
Nuestra presentación el pasado sábado 16 de octubre en la Fundación Nacional para la Cultura Popular del Viejo San Juan fue particularmente emocionante para mí. Estaba preocupada de montar las dos salves dominicanas. Estaba segurísima que harían un excelente trabajo los percusionistas puertorriqueños de la Isla con quienes íbamos a colaborar los músicos que vinimos de Nueva York. Figúrense: estamos hablando de Héctor «Tito» Matos y Javier Curet. A nivel técnico, tenía plena confianza que Magic Mejía, quien venía con nosotros de Nueva York, podría guiarnos a todos en el proceso de montar dos salves con percusión dominicana. Pero no estaba 100% segura de que a Tito y Javier les apasionara comenzar a adentrarse por los percusivos caminos de las salves dominicanas solamente dos días antes de nuestra presentación. ¿Les entusiasmaría? ¿Lo harían con cariño y pasión?
Para mi felicidad la contestación a esas preguntas fue un resonante sí. Entre Magic Mejía, Tito Matos, Javier Curet, Bryan Vargas, Catarina Dos Santos, Jorge Homar Rivera Santiago y yo montamos un remix salve-plena de mi canción «La 7ma salve». Y luego una versión aboricuada de una salve dominicana tradicional, cuyo título puede ser otro pero yo la conozco como «María é». Luego el público nos pidió otra, así que después del ciclo de 7 salves y, al estilo de los aguinaldos de promesa, cantamos una salve/palos de ofrecimiento, que pueden apreciar aquí en este video:
El amor y el entusiasmo se nota a leguas, ¿no? Me disfruté a cabalidad la linda dinámica entre los tres percusionistas al centro, que son, de izquierda a derecha, Javier Curet, Magic Mejía y Tito Matos.
Tito y Javier estaban tan felices de compartir con Magic que tomaron la iniciativa de organizar un junte de músicos en la casa de Tito. Y se aparecieron al día siguiente una docena de entusiasmados amigos a aprender más sobre percusión dominicana con Magic.
Eso me complace en demasía. Lo que no me complace para nada es un detallito que trajo a mi atención una nueva amiga, a quien mis salves a La Magdalena le han encantado: la posibilidad de que mi privilegiada posición de boricua, doctora, de tez clara me haya abierto puertas que a intérpretes de salves dominicanos, no doctores y de tez oscura le hayan sido negados. Lo menos que quiero es estar a la vanguardia de un movimiento de blanquificación y des-dominicanización de las salves dominicanas que tanto amo.
Entonces abramos las puertas de nuestros corazones, oídos, instituciones, estaciones de radio y hogares a tanta bella música interpretada por nuestras hermanas, vecinos y amigas dominicanos y dominicanas que tanta belleza musical y cultural tienen para compartir.
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