Puerto Rico: poder social hacia el cambio alternativo
Hablando de asuntos complicados, el 2019 ha sido un año que obliga a reflexionar y a buscar respuestas. Basta observar con detenimiento la convulsión social en Chile, Ecuador, Haití y Colombia. La situación está marcada por un clima de agitación social, marchas y protestas ante el descontento respecto a las medidas económicas implementadas por los gobiernos. Se les reclama acción ante la desigualdad y la injusticia.
Eduardo Galeano, en Los invisibles muy bien describe lo que está sucediendo:
¿Qué son las personas de carne y hueso? Para los economistas más notorios, números. Para los banqueros más poderosos, deudores. Para los tecnócratas más eficientes, molestias. Y para los políticos más exitosos, votos. Ahora los invisibles han ocupado, cosa rara, el centro de la escena. Son los que se niegan a seguir comiendo promesas; los que han sido despojados de sus salarios y de sus jubilaciones; los que han sido desvalijados de sus ahorros de toda la vida; los jóvenes que se sienten traicionados por el país que heredan.
Puerto Rico está en condiciones similares. De hecho, en el pasado verano, las protestas masivas lograron residenciar desde las calles al Gobernador, lo que resultó en un hecho sin precedentes pero no suficiente. En el caso nuestro, es la Junta de Control Fiscal Federal, ley aprobada por el Congreso de EEUU y avalada por el gobierno local, la que aplica las políticas fiscales restrictivas. Como respuesta a la quiebra gubernamental con una deuda billonaria producto de gobiernos ineptos y corruptos, pretende reducir las pensiones y el presupuesto de servicios escenciales, quitar derechos a los trabajadores, aumentar los impuestos, privatizar corporaciones públicas, cerrar universidades y otras medidas que marcan la desigualdad y la injusticia.
El descontento, tanto aquí como a nivel global está ligado, según expertos, al neoliberalismo. Esta es una corriente económica y política capitalista que busca la desregulación de los mercados, aumentar los impuestos sobre el consumo, políticas fiscales restrictivas, debilitar los sindicatos y la privatización de servicios públicos. Procura la disminución de impuestos para los grandes capitales y ofrece incentivos a la inversión de capitales extranjeros.
Ante la situación de no fácil solución, merece contestación ¿por dónde le entra el agua al coco? La respuesta es sencilla. El agua no le entra al coco, nace y crece con él. Igual al modelo colonial neoliberal: nacen y crecen con él lacorrupción, el clientelismo político, el nepotismo y el favoritismo a una élite privilegiada. Razón para entender la vana ilusión del cambio que se traduce en frustración cada cuatro años. Es que el sistema es disfuncional teniendo como norte el lucro cueste lo que cueste.
Sobre el tema, que ya comenzó con el espectáculo político, la antropóloga Yarimar Bonilla nos dice en Navegando hacia lo desconocido, columna en El Nuevo Día publicada el pasado 30 de noviembre:
«En Puerto Rico nos encontramos actualmente en el proceso de lanzamiento de candidaturas políticas. Dada la gran revuelta del verano, es de esperarse que muchos traten de posicionarse en relación a ese levantamiento… Lo triste de todo esto es que, fuera del uso de imágenes y etiquetas, lo que escuchamos de los candidatos tiene poca relación a dicha rebelión. Lejos de candidatos y plataformas nuevas, lo que domina son políticos de carrera y plataformas recicladas. Aun entre los partidos «emergentes», se ven videos de campañas que en lugar de representar cambios, parecen casi una parodia»…
Ante esa realidad: ¿cómo podemos hacer cambios si no tenemos el poder político? Existen varias alternativas. En su libro Madre Isla, Eugenio María de Hostos propone el concepto del «poder social», es decir, el poder y capacidad que tiene la sociedad y los individuos para hacer sus propios cambios rompiendo dependencias:
«Es una política al revés de la enseñada por el coloniaje. En vez de encaminarla al poder político, se encamina al poder social; en vez de buscar el dominio de todos para uno, busca el dominio de cada uno por sí mismo; en vez de afanarse por fabricar partidos en el aire, se desvive por cimentar en la conciencia de la triste patria la noción de sus derechos, el conocimiento de sus deberes y el reconocimiento de sus responsabilidades.»
El “poder social” ha tenido significativas victorias como, por ejemplo, detener el propuesto Superpuerto de petróleo en la isla de Mona (1975), los proyectos de generación energética con la planta cogeneradora Cogentrix en Mayagüez a finales del 1980, el radar (ROTHR) de la armada de Estados Unidos en Cabo Rojo en el 1995, el complejo hotelero Club Med en Bahía Ballena en el Bosque Seco de Guánica a principios del 2000, la planta de incineración y conversión a energía en Aguada y luego en Arecibo y la conservación del Valle Agrícola de Lajas en la década de 1990. Significativa fue la prolongada lucha que logró sacar a la Marina de Guerra de EEUU de Culebra y luego de Vieques en el 2003.
El “poder social” ha ido evolucionando con un nuevo paradigma: de la protesta, sin descartarla, a la propuesta autosostenible‘. Con conocimiento de causa puedo mencionar dos instancias. La lucha que logró vencer el proyecto de la explotación minera que hubiese causado una catástrofe ecológica y social en Puerto Rico (1995). Luego la gestión comunitaria transformó la zona en el Bosque del Pueblo a finales del 1996 y, al presente, el manejo comunitario de la reserva lleva 22 años. Segundo, vencer el nefasto proyecto del Gasoducto del Norte-Vía Verde (2012) para de inmediato avanzar hacia una Casa Pueblo con total independencia energética (2017) que actualmente trabaja con distintos sectores locales, nacionales y de EEUU para transformar a Adjuntas en un pueblo solar.
Es evidente que en cada rincón del País se desarrollan proyectos emprendedores en áreas como la educación, la cultura, la agricultura, el ambiente, la economía social, la música, los derechos de la mujer, el cine, la energía renovable, y el deporte. Son organizaciones comunitarias, instituciones, grupos y personas voluntarias, incluyendo el cooperativismo y la solidaria filantropía que vienen aportando a cambios significativos. Menciono, entre tantos, a Caborrojeños Pro Salud y Ambiente, Grupo de las Ocho Comunidades y Proyecto ENLACE del Caño Martín Peña, Comité Pro Desarrollo de Maunabo, Corredor del Yaguazo en Cataño, Bosque Monte Choca en Corozal, Programa de Educación Comunal de Entrega y Servicio (PECES) en Humacao, Leaders for the World (Península de Cantera), Comunidad Toro Negro en Ciales, Asociación Recreativa y Educativa Comunal del Barrio Mariana en Humacao, Nuestra Escuela en Caguas, Instituto Nueva Escuela, Centro Creativo Comunitario de la Parguera, Cooperativa de Viviendas Ciudad Universitaria de Trujillo Alto y el Hospital Comunitario Castañer en Adjuntas.
De lo que se trata es de una práctica de gobernanza con otra lógica y otro fin, marcada por el bien común. Práctica que se mueve en ruta del cambio social hacia lo político, de abajo hacia arriba, persiguiendo el sueño de un modelo de país alternativo.