Poesía de Resistencia: sobre los Poetas En Marcha y Poesía Encapuchada
El esfuerzo acaramelado de los medios corporativos no contaba con el compromiso de lucha de los Poetas en Marcha quienes ya habían concertado sus planes contra hegemónicos para encapucharse y conspirar. Así fue. Al día siguiente, viernes 29 de junio al calor de las 3:30 y hasta las 5:30 de la tarde, los Poetas salieron a la calle como un día cualquiera, se acercaron escudriñando las esquinas y a la hora urbana ya acordada concentraron sus miradas frente al edificio Seaborne de Hato Rey. Allí entonces, y frente a la oficina de la Junta de Control Fiscal, desenrollaron sus pancartas, levantaron sus carteles, afinaron su garganta y fueron develando el grito de su Poesía Encapuchada. El día antes, los medios corporativos buscaron racionalizar como inevitable la presencia de la Junta de Control Fiscal sobre Puerto Rico. El día después, Poetas en Marcha denunció el carácter dictatorial y las consecuencias nefastas que tienen las decisiones de esa Junta sobre el futuro de nuestro pueblo. Aquellos primeros, desde la comodidad y el poder de su riqueza llamaron a la tregua política y a la unión de los puertorriqueños. Los otros, mis favoritos, desde el sudor de la denuncia militante y desde el centro de la zona bancaria que los primeros representan, llamaron a luchar junto al pueblo en las calles para combatir a la maldita Junta imperial.
En momentos de terrible agresión que vive nuestro pueblo, ante el atentado que busca apropiarse de nuestras riquezas, del presente y del futuro de nuestras vidas, se impone la resistencia encendida y la memoria de la calle. Que no se borre nuestra memoria, que se cuente la historia vivida como un testamento de lucha patria: ese día llegaron poetas de uno en uno, en parejas y en pequeños grupos, con su espíritu solidario y una sonrisa sospechosa, con la pólvora en sus versos y el reclamo en sus pancartas. Quizás una veintena de poetas pero una veintena bien apertrechada. El encendido de una bocina portátil y del micrófono fue la señal. Entonces se cubrieron con su capucha y tomaron la calle. Algunos descargaron ráfagas de versos con su cara frente al sol. A mí me consta, nadie me lo contó. Ese viernes los compañeros y las compañeras poetas rompieron la normalidad con un mandato de sublevación. Allí, en la hora urbana y bajo el sol caribeño, en una Milla de Oro y de capital bancario. Estaban allí, en medio de un cerco de cien policías de uniforme y vestidos de civil que miraban sin ver el vuelo de las palabras. Una hilera de policías por el frente y otra hilera de policías por detrás. Policías dentro del edificio Seaborne y en la Ave. Roosevelt. Policías documentando con sus cámaras y policías en el perímetro con sus máquinas de seguimiento electrónico. Allí, el desafío tuvo su mayor resonancia. Los versos salieron libres de boca en boca y, entonces, la palabra y el sentimiento se hicieron audibles, visibles, lucieron atractivos y seductores al sentido entumecido. Fue una hermosa tarde caribeña impregnada de compromisos y de una denuncia militante que tomó cuerpo en la palabra y en cada puño levantado. Versos y denuncias que retumbaron por la avenida a la hora ataponada, palabras que se infiltraron entre el movimiento de los vehículos y de caminantes anónimos con paso apresurado, y hasta una brisa leve las llevó a cada oído atrapado en aquella presencia extraña de poetas que interrumpían el trabajo huraño atado al capital.
Allí retumbaron los poemas de amor que siempre cargan los poetas junto a las ráfagas de denuncia al estado colonial que nos oprime, junto a maldiciones y embrujos contra la Junta de Control Fiscal e invocaciones a nuestros dioses africanos. Entre ráfaga de verso y verso se invocó la presencia solidaria de Betances, de Eugenio María de Hostos, del Maestro Pedro Albizu Campos, del Poeta Nacional y Comandante Machetero Juan Antonio Corretjer, del siempre heorico Comandante Filiberto Ojeda Ríos, de la compañera Julia de Burgos quien llegó con Ángela María Dávila y con las manos calientes de Roque Dalton. Un artista plástico acompañó el encuentro y dejó en su lienzo el rostro colectivo protegido con la capucha y con los colores de nuestra bandera. Allí, todos y todas hicieron acto de presencia y junto a las compañeras y compañeros poetas tomaron la Milla de Oro. Para los medios corporativos no sucedió algo fuera de serie pero hasta allí llegaron los poetas y sus hermanos artistas tejiendo resistencia.