Puerto Rico y el vuelco nuevo-americanista al imperio
En el capítulo final de su libro Puerto Rico in The American Century, César J. Ayala y Rafael Bernabe identificaron tres corrientes que en las últimas décadas han influenciado tremendamente los debates sobre el nacionalismo en la isla. Una de estas corrientes es el neonacionalismo, que levanta sus proyectos políticos y culturales en torno de la afirmación de la puertorriqueñidad. Otra corriente, semejante a la neonacionalista, se distancia de las visiones tradicionales de la identidad nacional, pero sin abandonar los proyectos de cambio social y político de la izquierda puertorriqueña. La última corriente es la posnacionalista, que plantea la irrelevancia del nacionalismo (y de la nación-estado) en la era de la globalización. Esta corriente, de raíces posmodernistas y posmarxistas, es crítica del nacionalismo, incluyendo su neoversión, y de los llamados metarelatos de la modernidad.
En el centro de la agenda intelectual y política del posnacionalismo puertorriqueño asoma la crítica al discurso nacionalista y la generación de nuevas formas de tantear los retos políticos del país sin recurrir a ese discurso. Para muchos posnacionalistas las naciones-estados y las identidades nacionales han perdido su importancia relativa ante entidades supranacionales y globales. Por ejemplo, para Carlos Pabón cavilar sobre la crisis del Estado nacional en el tejido de la globalización implica trazarse nuevas formas de ciudadanías posnacionales, de ciudadanías extraterritoriales, y hasta de ciudadanías aterritoriales.
En el centro de la agenda intelectual y política del posnacionalismo también aparece la globalización, motivando debates cruciales acerca de lo que, en todas partes, se considera dinámica cardinal de nuestro tiempo, una sucesión de cambios distintivos de la tardo-modernidad y/o posmodernidad que transmutan radicalmente las relaciones e instituciones sociales, económicas y políticas. Se prefiere el concepto de la globalización al del imperialismo, pues ese último, insisten los posnacionalistas, no explica de manera adecuada las transmutaciones indicadas. Para ellos el imperialismo es anacrónico y es, según indican Ayala y Bernabe, toda una ficción necesaria del discurso nacionalista, un ejercicio retórico de justificación y persuasión. Según Ayala y Bernabé ese es el caso de Pabón para quien el imperialismo no es otra cosa que un otro amenazante movilizado por los nacionalistas para justificarse a sí mismos.
Pero mientras que en Puerto Rico las preguntas sobre la identidad nacional llevaron a los posnacionalistas a alejarse del concepto del imperialismo la historia fue distinta entre los “nuevos americanistas” y/o practicantes de los Estudios Americanos allá en la metrópolis. Para estos las preguntas acerca de la identidad nacional se ubicaron en el centro de la “disciplina” justamente cuando se concedió que los Estados Unidos sí tenía un imperio, cuando se negó el alegado carácter excepcional de esa nación. El “excepcionalismo americano” se refiere a la creencia de que Estados Unidos difiere cualitativamente de otras naciones desarrolladas debido a su dogma nacional, su desarrollo histórico, o sus distintivas instituciones políticas, sociales y religiosas. Se presume además que una característica distintiva de los Estados Unidos vis- à-vis otras naciones desarrolladas, es que esa nación no posee un imperio. Desde ese punto de vista la transitoria expansión territorial de los Estados Unidos en el 1898 no merece ser descrita como imperialista.
No cabe duda de que en las últimas décadas integrar el imperio a los Estudios Americanos ha sido uno de los logros más importantes de los nuevos americanistas. Para evaluar este logro es necesario conocer un poco de la historia de los Estudios Americanos. Algunos citan como uno de sus fundadores, aparte de Perry G. Miller, a Vernon Louis Parrington, destacando, por supuesto, su tres volúmenes Main Currents in American Thought. En la realización de esos tres volúmenes Parrington, un historiador, combinó la historia y la crítica literaria. Esto demuestra que el campo de los Estudios Americanos ha sido interdisciplinario desde sus comienzos. He aquí como describió su aproximación:
I have undertaken to give some account of the genesis and development in American letters of certain germinal ideas that have come to be reckoned traditionally American—how they came into being here, how they were opposed, and what influence they have exerted in determining the form and scope of our characteristic ideals and institutions. In pursuing such a task, I have chosen to follow the broad path of our political, economic, and social development, rather than the narrower belletristic.
Este “amplio sendero” fue el mismo camino seguido por Henry Nash Smith enVirgin Land, otro texto fundamental de los Estudios Americanos. Fue también primordial para lo que se convirtió en la “escuela del mito y símbolo», que dominó el campo en las décadas de los cincuenta y sesenta. Otro texto importante de esta escuela fue The Machine in the Garden de Leo Marx. Donald E. Pease ubica la escuela entre 1945 y 1968 y se refiere a esta como la escuela del “nacionalismo oficial».
Más tarde, en los años sesenta y setenta, esa escuela fue criticada y reimaginada a la luz de los estudios multiculturales. Figuras importantes de esa crítica y reimaginación fueron Annette Kolodny, quien escribió The Lay of the Land y Alan Trachtenberg, escritor de The Incorporation of America. Pease se refiere a esta etapa, la que ubica entre 1968 y 1980, como la del “nacionalismo crítico», la de un nacionalismo multicultural. En ese periodo también se criticaron las aproximaciones iniciales de los estudios americanos por estas reproducir y promover la idea del excepcionalismo americano y su etnocentrismo.
En los noventa resurgió en los Estudios Americanos el interés por la diversidad cultural y por las diferencias sociales, en particular las relaciones de clase, raza y género. Desde entonces también ha aumentado el interés por lo transnacional. El campo también se ha vuelto mucho más interdisciplinario, aunque ahora las intersecciones son más comunes entre los estudios americanos y campos como los estudios culturales, los estudios de género, estudios étnicos (incluyendo estudios chicanos, afro-americanos, asiáticos, nativo-americanos, etc.) y los estudios post-coloniales. En el pasado dominaban los lazos con las disciplinas tradicionales, como la historia y la sociología. Esta es la etapa a la que Pease se refiere como la era del post-nacionalismo y la de los nuevos americanistas. El llamado giro lingüístico o cultural y las teorías posestructuralistas, postmodernas y postcoloniales han tenido muchísima influencia en el desarrollo reciente de los Estudios Americanos.
La revisión nuevo-americanista del imperialismo tornó la identidad nacional una vez más en una cuestión crítica para la disciplina, transformándola en el proceso. Los nuevos americanistas, transnacionales en su orientación, y de forma paralela a los postnacionalistas puertorriqueños, vieron la globalización como un marco interpretativo desde el cual podían reconfigurar el objeto de estudio de los Estudios Americanos. Se alejaron del paradigma nacionalista para destacar así la incrustación de los Estados Unidos en las fuerzas transnacionales y transculturales de la globalización. Pero, contrario a los posnacionalistas puertorriqueños, esto no los alejó del imperialismo sino que los acercó como nunca antes. Estos reformularon el imperialismo como una “forma de vida», destacando sus dimensiones culturales a la vez que criticaban los acercamientos al imperialismo provenientes de la economía política y las relaciones internacionales. La atención de los nuevos americanistas a la globalización no significó entonces el abandono del imperialismo como categoría útil para los Estudios Americanos. De hecho, los nuevos americanistas han examinado el imperio estadounidense en la era de la globalización y han explorado sus intersecciones con las fuerzas contemporáneas de la globalización y el capitalismo neoliberal. Además, para ellos el imperialismo estadounidense no se limita al 98. No solo comenzó mucho antes con la expansión continental sino que sobrevive también hoy en la forma de un imperio informal y/o hegemónico.
Fundamental para ese movimiento fue la publicación en 1993 de Cultures of United States Imperialism, editado por Amy Kaplan y Donald E. Pease. Desde su publicación en 1993 la cuestión del imperio estadounidense ha ocupado un lugar central en los Estudios Americanos. Fue un texto pionero de los acercamientos culturales al imperialismo estadounidense, uno de los muchos textos acerca del tema que hoy representan una literatura vasta, valiosa, diversa, crítica y revisionista. El interés por el imperio no se limitó a los Estudios Americanos. El tema también ha resurgido entre los historiadores estadounidenses, como lo demuestra la reciente publicación de Imperial Crucible, editado por Alfred W. McCoy y Francisco A. Scarano.
Las contribuciones del regreso al imperio han sido varias. Primero, se reconoció que los debates acerca de quién pertenece o no a los Estados Unidos siempre estuvieron atados al imperio. La negación del excepcionalismo terminó en una examinación de la identidad nacional estadounidense, la revelación de las formas en que el imperio sirvió como los lentes mediante los cuales las particularidades de la nación estadounidense con su constitución única podían ser vistas. Además, se reconoció que el imperio enmarcó la imaginación estadounidense y proveyó ciertas ideas acerca del “americano” en relación a sus “otros” coloniales. También se reimaginaron las fronteras geopolíticas y culturales de la nación, una reimaginación en deuda con los Chicano Studies y sus reflexiones críticas sobre la compleja región fronteriza entre Estados Unidos y México. Asimismo se revisaron y criticaron las narraciones nacionalistas de los Estados Unidos, algo que como indiqué antes, ya venía ocurriendo en los Estudios Americanos desde los setenta.
El nuevo americanismo y sus reflexiones acerca del imperio se realizaron en el contexto de la globalización de los Estudios Americanos. No me refiero solo al creciente número de estudios realizados desde una perspectiva transnacional sino también al hecho de que un creciente número de intelectuales en otras partes del mundo, identificados con los Estudios Americanos, comenzaron a mirar y estudiar la historia y cultura estadounidense. Desde allí, más allá de las fronteras geopolíticas estadounidenses, también se ha pensado y repensado el imperialismo, el nacionalismo y la identidad nacional estadounidense.
Como señalé antes, un texto fundamental para estos nuevos americanistas fue Cultures of United States Imperialism. Fue en uno de los cursos que tomé para terminar el doctorado en Estudios Americanos que por primera vez leí dicho texto. Como parte de los requisitos del curso se nos pidió que lo comentaran. Recuerdo que mi primera impresión y crítica del aquel texto fue la ausencia de Puerto Rico. Ni un solo capítulo discutía a Puerto Rico en relación al imperialismo estadounidense. De hecho, la ausencia de la isla en los Estudios Americanos, a pesar del interés creciente por el imperialismo, es notable. Es por eso que para mí fue toda una sorpresa que la conferencia anual del 2012 de la American Studies Association vaya a ser realizada en Puerto Rico y que precisamente esto responda al reconocimiento de que Puerto Rico, por su relación colonial con los Estados Unidos, represente un espacio y una oportunidad para ampliar y adelantar el carácter transnacional de los Estudios Americanos. La Conferencia ha sido titulada “Dimensions of Empire and Resistance: Past, Present, and Future». El tema, que puede consultarse en la página virtual de la ASA, fue descrito como sigue:
The Caribe Hilton Hotel, San Juan, Puerto Rico. The site of the 2012 conference calls on us to continue thinking deeply about the conceptual and methodological demands of a truly transnational American Studies. From Christopher Columbus’s second voyage in the late fifteenth century to the irony of an African American president’s state visit to Puerto Rico in the early twenty-first, the long history of this island and its peoples evokes many crucial themes regarding the transnational traffics generated by imperialism and anti-imperialism: indigeneity, conquest, and resistance; the administrative and juridical structures of empire; slavery and emancipation; migrations and diasporas; the mutually constitutive relationship between gender and sexuality on the one hand and imperial practice, subjugation, resistance, or citizenship on the other; the politics of inclusion and exclusion; militarism; local, national, and transnational feminisms; the footprints of corporate capitalism, from extraction to tourism; globalization and neoliberalism; the circuits of slavery and escape, political exile, and cultural production that link Puerto Rico with the larger Caribbean and the Americas; the travel and syncretism of circum-Atlantic arts and musics; the aesthetic traditions of a transnational imaginary; drug traffic; environmental degradation; appalling inequities and the endurance of genius and spirit.
Para los nuevos americanistas volver al imperio significa examinar ese tráfico por cierto intrincado, y con ello repensar la nacionalidad estadounidense. Los americanistas, directa o indirectamente, han sido parte del proyecto de construir y reconstruir, y en ocasiones demoler, identidades culturales, étnicas y nacionales. Hoy, en el contexto de su regreso al imperio, redefinen una vez más su agenda intelectual y política, la que incluye nuevas reflexiones acerca de la identidad nacional y su relación a la larga trayectoria imperial de Estados Unidos, esta vez en el contexto de las relaciones e intercambios transnacionales.
Pero, ¿qué significa todo esto para los historiadores puertorriqueños y para los especialistas en Estudios Puertorriqueños? En sus reflexiones acerca de la historia del imperialismo inglés la historiadora feminista y poscolonialista Catherine Hall plantea que repensar el imperialismo inglés, su complejo legado, requiere la aportación urgente de los intelectuales de la periferia, pues sería tremendamente limitado repensarlo solo desde el centro. Lo mismo ocurre con los esfuerzos para repensar el imperio estadounidense. Repensar su legado y obstinada prolongación requiere la aportación de los intelectuales en las colonias y territorios estadounidenses. Eso incluye, por supuesto, a los intelectuales puertorriqueños. Para estos, en particular para los historiadores y los expertos en Estudios Puertorriqueños, el giro transnacional y posnacional de los Estudios Americanos se nos presenta como una oportunidad de unirnos a los americanistas en su crítica y redefinición de la americanidad así como a su análisis del legado del imperialismo estadounidense. Es también una oportunidad para criticar y repensar el nacionalismo puertorriqueño en términos de esos “tráficos transnacionales generados por el imperialismo y el anti-imperialismo.”