¿Qué está pasando en Colombia?
El coronel Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los perdió todos. Tuvo diecisiete hijos varones de diecisiete mujeres distintas, que fueron exterminados uno tras otro en una sola noche, antes de que el mayor cumpliera treinta y cinco años. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento. Sobrevivió a una carga de estricnina en el café que habría bastado para matar un caballo. Rechazó la Orden del Mérito que le otorgó el presidente de la república. Llegó a ser comandante general de las fuerzas revolucionarias, con jurisdicción y mando de una frontera a la otra, y el hombre más temido por el gobierno, pero nunca permitió que le tomaran una fotografía. Declinó la pensión vitalicia que le ofrecieron después de la guerra y vivió hasta la vejez de los pescaditos de oro que fabricaba en su taller de Macondo. Aunque peleó siempre al frente de sus hombres, la única herida que recibió se la produjo él mismo después de firmar la capitulación de Neerlandia que puso término a casi veinte años de guerras civiles. Se disparó un tiro de pistola en el pecho y el proyectil le salió por la espalda sin lastimar ningún centro vital. Lo único que quedó de todo eso fue una calle con su nombre en Macondo.
Se refiere a la misma guerra en la que peleó el Coronel que espera toda la vida por una pensión que no le llegará, mientras que el Coronel Buendía rechazó la pensión y dedica sus días postreros a la tarea circular de hacer pescaditos de oro y deshacerlos, lo cual recuerda los gold fish que nadan a perpetuidad en una pecera sin que cambie nada de su ambiente o sus pequeñas vidas de peces. Contrario al primer Coronel que esperó su pensión hasta la muerte, la actitud contraria y desengañada de no esperar nada del gobierno no da resultados mejores. En Vivir para contarla, la autobiografía de García Márquez, cuenta un momento importante para la vida colombiana cuando hubo en Bogotá un Congreso Latinoamericano de Estudiantes en protesta por la Conferencia Panamericana, organización precursora de la Organización de Estados Americanos, que organizó Estados Unidos para promover que se prohibiera el comunismo en el continente. En esos días mataron a Jorge Eliezer Gaitán, líder popular que organizaba protestas en contra de la violencia en Colombia que no paraba desde las guerras civiles del cambio de Siglo del XIX al XX. Su asesinato inauguró los años que los colombianos llaman La Violencia.
Por otra parte, recuerdo que Laura Restrepo, quien es escritora y fue parte de la comisión para la negociación con la guerrilla durante los años ochenta, lo cual le valió el exilio de Colombia hasta que el M19 (Universitarios en busca de lograr cambio político) hubiera sido legalizado, en su novela titulada Delirio (2004) cuenta la historia de una mujer que ha perdido la cabeza y, mientras el marido le busca los tornillos por toda la ciudad, se oyen bombazos como cosa normal, pues el delirio que se narra es colectivo y tiene que ver con el narcotráfico y la violencia. También recuerdo que Héctor Abad Faciolince describe en la novela El olvido que seremos (2006) la vida de su padre, Héctor Abad Gómez, quien fuera un médico especialista en salud pública, activista a favor de los derechos humanos asesinado en Medellín en el año 1987 por grupos conservadores por su crítica a asesinatos selectivos por parte de paramilitares de activistas de izquierda. En este corto inventario literario que voy poniendo aquí ya van guerras civiles, atentados, guerrilla, paramilitares. Y es que la violencia colombiana es muy particular por la cantidad de facciones que participan de ella. Están los clásicos guerrilleros latinoamericanos que se oponen al estado a favor de políticas sociales tradicionalmente identificadas con la izquierda, el cuerpo militar del estado que se despliega para decimar esta guerrilla, pero además están los paramilitares. Estos son mercenarios que actúan para defender, en principio, las propiedades de los poderosos, y que hoy en día han sido también asimilados por el estado. Luego están los narcotraficantes que las series de Netflix siguen con morbo. Confieso que comencé a escribir este artículo hace más de un mes y no veía la manera de seguir, de terminar algo que pudiera entregar. Investigar este tema resulta una labor infinita. Digerir nuestra ignorancia es una tarea a la que el cerebro pandémico se resiste. Porque este momento crítico para Colombia surge porque el estado se quiere aprovechar del COVID-19 para saquear la clase media. Y mientras se negocia una problemática social que tiene más de un siglo, Colombia está en los índices de contagio y muerte más altos del planeta.
Ello complica el panorama de fuerzas en conflicto y el pueblo atrapado entre escaramuzas que tocan todo aspecto de la vida. Hasta el deporte. Recuerdo el año 1994, cuando fui estudiante doctoral en California y se celebró el Mundial de Fútbol en Estados Unidos. El jugador colombiano Andrés Escobar hizo un gol en su propia puerta en un juego contra el país anfitrión y eliminó a Colombia. Diez días después de ese partido fue asesinado en su país. Se rumora que hizo perder dinero a narcotraficantes que apostaron. Recuerdo que sorprendida pregunté en una reunión de estudiantes a los primeros colombianos que me encontré sobre el asunto y su respuesta fue una explosión de llanto. El desborde de violencia ha llevado al pueblo a la desesperanza. En fin, mis nociones de la violencia en Colombia no alcanzan para explicar. No son científicas, ni detalladas no tienen profundidad ni las puedo enlazar en un hilo, por lo que recluto a Vanessa Melguizo Salazar, colombiana residente en Puerto Rico, para que me explique qué está pasando en Colombia. Vanessa es activista comunitaria de toda la vida y sicóloga social comunitaria. En Colombia trabajó con jóvenes en peligro de ser reclutados por paramilitares o narcotráfico a través de una entidad estatal que surgió como reclamo comunitario para salvarles las vidas.
Eso fue en el 1948 [se refiere al Bogotazo] y ese evento implicó un momento de inflexión. Gaitán estaba tratando de lograr cambio político de manera política; después de que lo mataran se fundó la guerrilla, pues se vio agotada la vía política. Cuando le pregunto por la violencia y los periodos de paz, me responde, luego de quedarse pensativa un rato, que es todo un continuo. La violencia muta, se camufla, pero nunca se va. Le pido que me explique cómo es eso de que en el país ha habido guerrilla, paramilitares y ejército, todos actuando simultáneamente desde la segunda parte del siglo XX hasta que se pactara desmovilizar la guerrilla en noviembre de 2016. Lo primero es que los mataron a todos los guerrilleros que pactaron la paz. Hace tiempo que la guerrilla quería soltar las armas, pero sabían que en el momento en que eso sucediera habría habido una cacería de parte del estado, como la de los noventa con el M-19. Los paramilitares son ejércitos privados que defienden la propiedad privada de los ganaderos y de las élites. Luego pasan a defender la institucionalidad, son paraestatales. Hoy son narcotraficantes que se dividen ciudades, como Medellín, en parcelas. Por otro lado, el narcotráfico y la guerrilla terminaron colaborando en instancias porque esta última necesitaba una fuente de ingreso. Me dice Vanessa que las víctimas del conflicto armado en Colombia llegan a los millones; hasta el 2019 la cifra oficial es de 8 millones novecientos cincuenta y tres mil víctimas, según Wikipedia.
Es difícil contar esta historia. ¿Ya lo dije? Uno no sabe por dónde comenzar ni entiende el vocabulario a veces. Por ejemplo, estamos un buen rato tratando de precisar la diferencia entre la tajada y la coima. Porque se trata de un estado corrupto, además de asesino. La tajada es la porción del bizcocho que saca un funcionario burocrático en la ejecución de un proyecto y se da por sentado en las negociaciones. La coima es un soborno en términos generales que se paga para obtener beneficios ilegales. Pero vamos al grano. ¿Qué está pasando el Colombia? Me pongo a leer y resulta que Iván Duque, el actual presidente, ha propuesto una reforma tributaria para pagar gastos públicos, sobre todo lo relacionado con la crisis del COVID-19. Quieren cobrar impuestos a quien tenga más de tres millones de pesos y gane el equivalente a 700 dólares mensuales. Yo no entiendo el problema con cobrarle a quien tiene para beneficio de la mayoría. Vanessa me aclara: Querían (quieren) gravar los productos de la canasta familiar, las pensiones de retiro (que de por sí ya son un ahorro obligatorio) y subir impuestos a todos con especial atención en la gente que gana más de 3 salarios, pero no proporcionalmente. Es decir, el 42% de la gente en Colombia gana 1/3 de un salario mínimo. Los que ganan cerca de los 3 son clase media, clase media baja y las clases altas seguirían pagando básicamente lo mismo, porque lo que hace crítica la situación es gravar la canasta familiar y las pensiones. Medidas como por ejemplo incrementar el impuesto a los terrenos improductivos no se considera ni por los lados. Es decir, la gente que tiene el 70% del país, de la tierra, paga «solo» por las propiedades que tienen «produciendo». Las empresas tampoco tendrían un incremento sustancial de impuestos y el aumento del salario mínimo a comienzos de año fue menos que el de los políticos (que ya ganan 40 millones de pesos mensuales con gas, plan de comidas, viáticos, seguridad, etc). El incremento a los funcionarios públicos no solo fue más alto, también es retroactivo a enero 1ro de 2020. El incremento del mínimo empezó a regir el 1ro de enero de este año. Por otro lado, la reforma busca recaudar la mitad de lo que se va en corrupción en el año. Se roban 50 billones.
Otro de los términos que estuvimos investigando un rato es la conversión del dinero porque se habla de billones en español y no en inglés. Es decir, un billón en inglés son mil millones. Cuando se dice billones en Colombia nos estamos refiriendo a mil millones de millones. Haga usted la cuenta. Sigue Vanessa: En los últimos 10 años lo normal era subir el presupuesto del 4.5 porciento al 9 porciento en el peor de los casos. Este año, con la misma excusa de la pandemia, se aumentó el 15.5 porciento. Se trata de otro ejemplo de Capitalismo del Desastre, término que Naomi Klein ha concebido para explicar los procedimientos del violento desmembramiento del estado a favor de la privatización que paga el ciudadano común mientras que los ricos no se ven afectados en lo más mínimo. Esto siempre sucede en medio de una crisis. Sucedió luego del huracán Katrina en Nueva Orleans, sucedió en Detroit, sucede en Puerto Rico. Incluso el vocabulario para cubrir la noticia de la huelga general y la protesta es igual en todas partes. Investigo viendo videos de youtube donde convive la cobertura popular por medio de sus teléfonos móviles con la cubierta de los noticiarios televisivos locales e internacionales. La prensa habla de protestas financiadas por Maduro, de formas correctas e incorrectas de protestar, por lo que se representan los actos vandálicos o el bloqueo de carreteras que surgen siempre cuando hay masas de gente en la calle como terrorismo y se pide la intervención violenta de la policía en un país donde el estado tiene historial de asesinar impúdicamente al otro.
Vanessa me da como tarea que lea un libro que me presta. Se titula La estética de lo atroz y fue escrito por Edgar Barrero, sicólogo social. La hipótesis del mismo es que las clases dominantes experimentan goce al ejercer la violencia. Esta hipótesis me trae a la mente otra lectura que tal vez aclare el goce al que me voy a referir. El personaje de Dolores Umbridge, la maestra ultra conservadora, amante del orden y de la higiene de la serie de Harry Potter, de Rowling, goza al torturar a sus estudiantes, en especial a Harry, para imponerle la obediencia al orden establecido que defiende un estado de privilegios para la minoría de magos de pura sangre, viejos magos, organizados a partir de la figura diabólica de Lord Voldermort. Al ver ese personaje en la versión fílmica de la serie de libros entendí una cosa. Tendemos a pensar que el goce es equivalente a la alegría que provocan el sexo, la buena comida, los excesos del cuerpo. Pero los conservadores experimentan goce precisamente cuando se abstienen públicamente (en privado hacen de todo) y, sobre todo, cuando obligan al otro a abstenerse, aunque ello implique torturarlos o matarlos.
Según Barrero, en las Américas, desde los procesos de conquista y colonización se estableció contra los pueblos originarios y luego contra las personas traídas de África o Asia para esclavizarlas el repertorio de estas prácticas gozosas de la higienización social a partir del castigo corporal y la desaparición del otro. Entre los procedimientos organizados en torno a ese goce, se deshumaniza la oposición para eliminarla: “La deshumanización, la estigmatización o la proscripción del otro como enemigo de la sociedad, a través de la construcción de una imagen pública negativa, busca justificar su muerte, persecución, tortura, detención o desaparición. En esa medida, las élites colombianas han logrado legitimar colectivamente, de manera muy hábil, la idea de que quien piensa distinto o se opone al régimen debe ser eliminado violentamente” (18).
Esa violencia ha sido siempre recibida con activismo a favor de la paz y de políticas sociales que atiendan los niveles de pobreza y exclusión de la población general. Sobre la violencia que surge en torno al asesinato de Gaitán comenta Barrero:
Hacia mediados del Siglo XX el país entra en una interesante fase de avance de los movimientos sociales que se venían configurando en diversas regiones y que dan lugar al surgimiento de líderes populares como Jorge Eliecer Gaitán, asesinado el 9 de abril de 1948. Este avance de las ideas progresistas nuevamente fue condenado por la élite política, económica y militar. El país entra en una nueva fase de barbarie y atrocidades conocida como “La Violencia”. La incapacidad de las élites de resolver sus contradicciones internas llevó a la instauración de un régimen de terror en el que se combinaban estrategias legales e ilegales para combatir a los famosos chusmeros, bandoleros y guerrilleros. (34)
Dicho en otras palabras, se convierte a quien se enfrenta a las políticas del estado en enemigo de todos, a partir de la estrategia de equivaler la moral de la clase gobernante con la higiene y al otro con la suciedad que tiene que ser lavada para lograr la limpieza social. De esta manera se naturaliza la violencia, se ritualiza la muerte y se la convierte en sacrificio sagrado, por lo que:
Una de las formas de manifestarse la estética de lo atroz como expresión suprema de la polarización social tiene que ver con cierto sentimiento de belleza interna al sentir que se está colaborando con procesos de limpieza social. Ese sentimiento se configura socialmente gracias a la utilización sistemática de imágenes y sonidos a través de los cuales se va creando una masa de seres satanizados que no sólo merecen ser destruidos por el mal que hacen a la sociedad, sino que se impone como imperativo categórico su aniquilación. (69)
Dañar la imagen del otro lo incapacita, además. El miedo a convertirse en esa otra cosa inmoviliza a las personas y las hace cómplices de los procesos de higienización social propuestos por el estado.
Tal vez lo que me cuenta mi amiga, Vanessa, es que lee este momento como un punto de inflexión para la sociedad colombiana. El 28 de abril las personas se tiraron a la calle. Eso se ha visto que suceda en el país, pero me cuenta ve un cambio en el volumen de personas que le han puesto el cuerpo a la protesta en esta ocasión. Muchas personas que normalmente analizarían la situación a partir de las premisas neoliberales hoy están activas exigiendo un cambio de paradigma. El robo es demasiado descarado. Los niveles de represión también están teniendo el efecto contrario que espera el estado. La represión estatal es despiadada, según las estadísticas recogidas por Temblores, una ONG que reporta que entre el 28 y el 31 de mayo se han reportado 45 víctimas de homicidio de mano de las fuerzas públicas en medio de la protesta; 1.649 detenciones arbitrarias en contra de manifestantes; 65 víctimas de agresiones oculares y 25 víctimas de violencia sexual reportadas, cifra que incluye a una joven de 17 años que tras ser ilegalmente retenida y violada por cuatro policías se suicidó. Están tumbando el internet porque las personas hacen lives para ir documentando lo que sucede e ir rastreando a los desaparecidos. Facebook censura las publicaciones en las que se denuncian los excesos del poder policial o donde se citan artículos constitucionales en favor de los derechos ciudadanos.
Desistieron de esta versión de la reforma y dicen que van a negociar otra con los distintos partidos e invitaron al Comité Nacional del Paro. La gente sigue en la calle pidiendo una reforma estructural. Porque no sólo ha propuesto el estado esta reforma tributaria sino que además proponen reformar la salud y el aspecto laboral. Lo que está pasando ahora se parece a lo que sucedió Chile en el 2019, dice Vanessa, pues la gente no protestaba porque hubieran subido el transporte sino por todo lo acumulado. Es pura política del desastre. Y esto sucede justo después de que sale el reporte de que el 45% de los colombianos está bajo la línea de pobreza.