“Qué poesía voy a escribir para ti”: sobre Apenas un cántaro de Nicole Cecilia Delgado
El cántaro es un objeto emblemático y ancestral, ligado a la alfarería del agua y, por lo tanto, a la memoria de la sed. El término “cántaro” nos llega del griego khantaros a través del latín chantaros. En griego se refiere primero a un escarabajo y luego al recipiente. Debido a su forma, el término en latín también se usa en la taxonomía para nombrar un género de moluscos gasterópodos, es decir, de caracoles. Con frecuencia, esta vasija de barro o metal con una o dos asas era el atributo de Dionisio, el dios griego del vino y del derroche, pues su copa “nunca estaba vacía”.
A pesar de su fuerte imantación simbólica, la palabra ha caído en desuso en nuestra cultura consumista y tropicolonial. Hoy, los cántaros son un hallazgo arqueológico, un accesorio de la escenografía de una puesta en escena de las Bodas de Caná, un artefacto de museo. Sin embargo, las palabras llevan relojitos adentro y se empecinan en seguir arrojando sus semillas y esparciendo su significado para que retoñe en las bocas de quienes las necesitan. Tan es así que, cuando queremos señalar abundancia o fuerza, aún decimos cosas como “está lloviendo a cántaros”.
Los cántaros fueron de alguna manera los primeros libros, pues en ellos se pintaban y escribían historias. Casi podríamos decir que anticiparon el poema concreto, pues la forma era indivisible del contenido. Anne Carson incluso explica en Eros the Bittersweet que en la antigua Grecia el poema tenía el mismo prestigio que la vasija pintada. Aunque al nombrarlo se piense en un recipiente de barro, no es difícil imaginar que el primer cántaro fue más bien un gran caracol, un coco, una semilla de higuera o una calabaza, como aquella en que Yaya buscó los huesos de sus hijos, para más bien encontrar peces (Relación de Fray Ramón Pané acerca de las antigüedades de los indios).
Los poemas de la poeta puertorriqueña Nicole Cecilia Delgado en Intemperie (2007), El cristal con que se mira (2008), Violencias cotidianas (2009), Añosluz (2010), Tierra (2011), El eco de las formas (2011), El diablito (2011), La sed de los oráculos (2012) y Poemas para megáfono (2012) son parte de esa memoria del cántaro, inevitablemente ligada al agua, a la historia y a la abundancia—“estoy rodeada de cántaros y escamas” (9 sueños)—pero también a la poesía de los objetos útiles y sencillos, a la belleza de escoger apenas lo necesario:
quiero coleccionar lo menos posible:
apenas las piedras del camino
a penas un cántaro
con todas las letras del abecedario
A lo largo de estos años, la poesía de Nicole Cecilia Delgado ha sido publicada a través de libros de distintos tamaños y formatos y en ediciones de los distintos lugares por los que la poeta ha transitado. Es una de las difusoras y propulsoras de la edición artesanal de libros de poesía escritos por mujeres, no sólo en Puerto Rico sino también en Ciudad de México. Fue ella quien, como parte del colectivo Las poetas del megáfono, enseñó a encuadernar a un grupo de poetas, casi todas inmigrantes en el Distrito Federal, que a partir de ahí lanzaron sus propios proyectos editoriales ahora distribuidos en España, Colombia y México. Actualmente Nicole dirige el proyecto La Impresora, un taller de experimentación editorial e impresión en risografía, radicado en Santurce, Puerto Rico.
Esta edición, titulada Apenas un cántaro (Aguadulce, 2017), reúne por primera vez una antología de la obra de Nicole con poemas de sus publicaciones desde el 2007 al presente, para darnos el gusto de leer la trayectoria y la fuerza de esta prolífica voz. Sin embargo, esto es, como el afán de la voz minimalista que quiere quedarse con justo lo necesario, “apenas un cántaro”, una muestra que recoge poemas de once libros publicados de una trayectoria poética con casi una veintena de textos.
Los versos de Delgado son líneas atentas al entorno, en los que la voz atraviesa lugares con los sentidos despiertos: “Me comunico mejor con el atardecer, su lenta trayectoria siempre vuelve”. Haciendo eco de las palabras de Alain Badiou, el poema es una forma que se atraviesa. Sus poemas van desarrollando a través de estos libros su propia ecología, una única e íntima relación con el entorno. Su poesía, como el fuego, “sabe de la fugacidad del rayo,/del viento y de sus mañas.” Su pies, “van con el mundo, girando en su girar”, como en esos versos de la poeta mexicana Dolores Castro que Delgado cita en Intemperie. Esta trayectoria muestra también muchas instancias de ars poetica, como cuando nos dice que:
la poesía tiene una dimensión también así:
como un espejo roto que no deja de ser el
espejo donde vamos a mirarnos de rutina o
el cuarto de una casa por donde entró una
bala sin que hiciera daño. (descubrimiento)
El poema puede ser reflejo de la rutina o testimonio de lo que no devino catástrofe. La poesía de Delgado atestigua que la metáfora es un universo en expansión. Sus poemas “precipitan límites geográficos” (La mística sexual del Che Guevara). Como su pasaporte, a la poesía hay que renovarla para seguir viajando (Pasaporte).
En esta selección también hay, como diría Angelamaría Dávila, “textos hembras” que “están sintonizados con los hombres, porque es la humanidad lo que estamos tratando de cuadrar”(Entrevista a Angelamaría Dávila en De Pez Ida, de Irizelma Robles). Así, esta mirada a su obra refleja también los riesgos y negociaciones inherentes a propiciar las condiciones para esa geometría: “hombre mujer del hueco herido/ sobresalto/ dame una llave/ que sane la penumbra mástil de tu espesa luz”. En ese camino, la poeta toma medidas drásticas, hace grandes hallazgos, dosifica los suministros:
cerré por remodelación el cántaro
los eché (dificultosamente) a todos de mi casa
crucé mis piernas transitadas
en forma de loto marchito
escuché por fin mi vulva silenciosa
reconstruí mis dientes y dormí
toda la noche
sólo entonces
mi cuerpo vacío
fue bello
nuevamente (Lecciones chinas)
La selección termina con dos poemas recientes inéditos que son promesa de futuros cántaros y que, simultáneamente, dan cuenta ya no del “eco de las formas” sino de su certera calibración como melodía del saber con el manejo maduro de sus herramientas: la lista sugerente, la belleza de lxs amigxs, la poesía como diario y la conexión profunda y honesta con la naturaleza, el entorno y la realidad, porque “nos ocupa el trabajo/ y nos habita la espesura”.
*Publicado originalmente como prólogo a la edición Apenas un cántaro -Ediciones Aguadulce, 2017-de Nicole Cecilia Delgado.