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¿Quién vigilará a los vigilantes?

80grados80grados Publicado: 17 de abril de 2014



sousveillancefinal

“Quis custodiet ipsos custodes?”
Decimus Iulus Iuvenalis, Satires VI

En algún momento allá por el siglo I y II, existió un poeta satírico llamado Decimus Iuvenalis, mejor conocido como Juvenal, por la traducción de su nombre a las lenguas romances. Juvenal fue el primero en utilizar una frase que más tarde se popularizaría en diferentes idiomas y culturas, a través de traducciones idiomáticas. Quis custodiet ipsos custodes? – se preguntaba Juvenal. ¿Quién vigilará a los vigilantes? Who will watch the watchmen? Mais qui gardera ces gardiens? Chi sorveglierà i sorveglianti stessi?!

La pregunta presupone una relación de poder vertical y jerárquica entre el Estado y sus ciudadanos, en la cual la autoridad –sea cual sea su modo– vigila, se inmiscuye, monitorea y documenta la actividad ciudadana. El cuestionamiento es también uno de preocupación, en tanto el Estado se convierte en un ente hegemónico, mientras que el vigilado queda desprovisto de mecanismos de defensa y fiscalización.

Las figuras de poder que pautan el discurso hegemónico, sea público o privado, ejercen lo que en francés e inglés conocemos como surveillance. El “sur” en francés significa “arriba”, mientras que “veillance”, del verbo “veiller”, significa “mirar”. Surveillance, por tanto, es mirar desde arriba. Sousveillance, en cambio, es observar desde abajo. La sousveillance, como concepto, fue utilizado por primera vez por el Dr. Steve Mann, catedrático de Ingeniería Eléctrica y Computadoras del Massachusets Institute of Technology. En esencia, Mann propone la utilización de dispositivos portátiles de computación para llevar a cabo la vigilancia a la inversa como respuesta a la vigilancia organizacional ejercida por el ente hegemónico. Cámaras discretas, celulares, grabadoras, en fín, cualquier dispositivo electrónico que pueda grabar, es un aparato que sirve para ejercer la vigilancia a la inversa.1

Una de las bases teóricas fundamentales del surveillance tiene su génesis en el concepto del panóptico. El panóptico es un estilo de presidio, ideado por el filósofo utilarista Jeremy Bentham, en donde las celdas se encuentran situadas en una estructura circular con una torre de vigilancia en el medio. Las celdas del panóptico son perfectamente visibles para el vigilante que se encuentra en la torre, por lo que basta con tan solo una persona para vigilar cientos de celdas a la redonda. Dado que la torre tiene cristales oscuros, el prisionero no sabe si la torre de vigilancia está ocupada o vacía. Ante esa duda, el miedo a ser vigilado se convierte en un poder coercitivo aún más poderoso que la vigilancia misma.

En oposición al panóptico, el profesor Jean Marie Ganascia, teórico de la sousveillance, propone el concepto del catopticon. Mientras los principios fundamentales del panóptico son la transparencia total de las celdas, la desigualdad fundamental entre vigilante y los vigilado, y el aislamiento de los prisioneros; en el caso del catopticon, los principios regidores son la total transparencia en la sociedad, la igualdad fundamental entre vigilante y vigilado y la comunicación plena y absoluta. Bajo la lógica fundamental del panóptico, el supervisor tiene control total sobre la sociedad; bajo los supuestos del catopticon, la ciudadanía es la que vigila.2

¿Y para que nos sirve la sousveillance? ¿Como puede contribuir a hacer de nuestras sociedades unas más informadas y democráticas? ¿Cómo la ponemos en práctica? Veamos.

La sousveillance trae cola. No es un fenómeno nuevo, ni mucho menos reciente. Daniel Ellsberg y Deep Throat son dos ejemplos de su buena práctica. Ellsberg, quien fungía como analista del Pentagono en 1971, decidió leakear a la prensa los Pentagon Papers, que consistían en más de 11,000 páginas de documentos clasificados del Ejercito de los Estados Unidos, evidenciando el fracaso de los Estados Unidos en la Guerra de Vietnam. Deep Throat, quien en realidad se llamaba Mark Felt, era Director Asociado del FBI, cuando decidió contactar al periódico Washington Post para revelar que el Presidente Nixon personalmente dirigía una operación de espionaje doméstico contra el Partido Demócrata. Su arriesgada hazaña destapó el escandalo de Watergate y forzó la renuncia de Nixon.

En toda sociedad democrática, la información es fundamental. Tener información precisa, certera y verdadera puede parecer una tarea imposible, pero es conditio sine qua non de la libertad ciudadana. Los medios tradicionales no cumplen esta tarea a cabalidad, pues la burocracia y las líneas editoriales muchas veces cierran el paso al libre flujo de la información.

Durante los conflictos huelgarios de la Universidad de Puerto Rico del 2010 y el 2011, la sousveillance se convirtió en un medio informativo tanto o más poderoso que los medios tradicionales. ¿Cuántos no hemos visto los vídeos de los abusos policiales grabados por los mismos estudiantes? ¿O de los poderosos discursos pronunciados por líderes huelguistas desde los portones? ¿Hubieran sido estos eventos reseñados por la prensa tradicional si un estudiante no hubiera sacado su cámara para grabar? Sin ánimo de tomar posturas, resulta meridianamente claro que los medios periodísticos modernos se han visto obligados a adoptar y reconocer la sousveillance como fuente de información. A manera de ejemplo, desde hace algunos años El Nuevo Día cuenta con el Caza Noticias, una herramienta digital que permite a los ciudadanos documentar una noticia con su celular y enviársela al periódico instantáneamente.

Otro ejemplo notable de la efectividad de la sousveillance es el caso del comentario de Mitt Romney sobre la gente pobre en un evento de recaudación de fondos. El excandidato presidencial por el Partido Republicano dijo, frente a cientos de donantes políticos:

There are 47 percent of the people who will vote for the president no matter what. All right, there are 47 percent who are with him, who are dependent upon government, who believe that they are victims, who believe the government has a responsibility to care for them, who believe that they are entitled to health care, to food, to housing, to you-name-it. … My job is not to worry about those people. I’ll never convince them they should take personal responsibility and care for their lives.3

Lo que desconocía Romney es que entre sus filas de donantes alguien se encontraba grabando sus expresiones. El video fue subido a Youtube y se volvió viral. Todo Estados Unidos escuchó, de la boca de Romney, como fácilmente categorizaba a un 47% de los estadounidenses como vagos que no querían trabajar. El impacto mediático fue duro. Si bien Romney nunca gozó de la popularidad del Presidente Obama, el vídeo ciertamente fue un factor de peso en su derrota electoral del 2012.

En el caso de Puerto Rico, hay varias instancias muy fértiles para poner en práctica la sousveillance. Cada cuatro años (o cada cierto tiempo si hay primarias), los candidatos políticos van de casa en casa, tomándose fotos con los ciudadanos, escuchando sus preocupaciones y dando la impresión de que –en efecto– se encuentran auscultando el sentir de sus constituyentes.  Indistintamente de si suscribimos o no el hecho de que uno u otro candidato sí cumpla con este deber, la realidad es que son muchos los ciudadanos que al escuchar la tumbacocos se encierran en sus cuartos, prenden el aire acondicionado y procuran no darse por enterados.

Aunque nos hagamos de la vista larga,  observamos y reconocemos un malestar generalizado con la clase política, pero nos sentimos impotentes ante la tumbacocos. Corremos como ratones cuando se prende la luz, en vez de salir a interpelar a nuestros líderes y confrontarlos sobre nuestras preocupaciones. Es en situaciones como estas donde precisamente surge el espacio idóneo para poner el práctica la sousveillance.

¿Por qué no sacamos nuestros celulares y entrevistamos -en vivo, en directo y al instante- al político que busca nuestro voto? Debatamos directamente con él, grabémoslo y subamos el vídeo a las redes sociales. Si cientos de ciudadanos toman sus teléfonos móviles y hacen esto, el político se verá obligado a tener que prepararse mejor para una campaña. Ya no se tratará de ir de casa en casa para el photo op, sino que el candidato deberá enfrentar a ciudadanos armados de argumentos, preguntas y cámaras que documentarán sus respuestas.  Todo impromptu y sin el privilegio de los talking points.

Ante la ubicua posibilidad de que un ciudadano pueda, desde la comodidad de su balcón, documentar las respuestas del candidato; nuestra clase política no tendrá de otra que prepararse mejor para defender sus posturas, sabiendo que su reacción será difundida masivamente por las redes sociales y escrutada por la sociedad en general. El escrutinio público al que están sujetos nuestro líderes aumentaría dramáticamente, garantizando un mayor flujo de información, en tanto la inmediatez del encuentro ciudadano-candidato elimina el filtro de retoricidad del discurso político tradicional.

En Puerto Rico es imperativo que los ciudadanos aprovechemos la oportunidad que nos brindan las redes sociales para poner el práctica la sousveillance y así poder comenzar a crear un equilibrio fiscalizador mediante la vigilancia a la inversa. Debemos, pues, convertirnos en una sociedad vigilante y alerta,  haciéndonos eco del catopticon de Ganascia. Como ciudadanos, no podemos permanecer inertes ante el avance de posturas huecas de raciocinio, ni mucho menos renunciar por anuencia a que nuestros líderes gobiernen sin estar debidamente preparados e informados. Ya es hora de que los políticos nos respondan a nosotros.

Little brother is [also] watching.

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  1. Steve Mann, Sousveillance: Inventing and Using Wearable Computing Devices for Data Collection in Surveillanc Environments, Surveillance and Society, Vol. 1, Ed. 3, 331-335. [↩]
  2. Jean-Gabriel Ganascia, The generalized sousveillance society, Social Sicence Information, Vol. 49, Ed. 3, 1-19. [↩]
  3. Mitt Romney “47 percent” Comments,  https://www.youtube.com/watch?v=M2gvY2wqI7M, The Daily Conversation [↩]


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