Quiquejotadas
Se aprende con José Enrique de política, en el buen sentido de la misma, que es el arte del buen gobierno, las ciencias de la polis puestas al servicio del bien común, porque fue profesor de política y de ciencias sociales y es un estudioso de los pensadores más importantes de dichas ciencias sociales. Es un deleite estimularlo, cucarlo, a que nos hable de poesía y de poetas porque su vida es una manera de vivir el arte poético. Una entrega sin condiciones, a principios y valores que para el común de la gente, parecería que ya no son de este tiempo. El dice que no todo el que rima, cajón con cojón, es poeta. Quiere decir que no hay que forzar la rima, sino decir las cosas con belleza creativa, con ritmo. Jorge María Ruscalleda, profesor de español y escritor prolijo, dice que los que escriben poesía forzando la rima, no son poetas, lo que son es: rimeros.
Más aun, Quique dice que hacer poesía es vivir poéticamente, día a día. Ello se hace entregándose con generosidad a causas nobles, a los más necesitados, entregándose con pasión a varios ideales y al más importante de todos, al ideal de la libertad para Puerto Rico. No hay mayor violación a los derechos humanos que la negación a un pueblo del derecho a la autodeterminación. Se puede escribir con motivos, fines y propósitos meramente estéticos y trascender. Pero solo en la academia, tal vez en la historia, pero no en la memoria agradecida del pueblo que ve en sus poetas a los heraldos de su dolor y a sus redentores en la esperanza del esclavo, que sabe que sus cadenas no son eternas mientras tenga quien luche con constancia por romperlas. Quique se lamentaba muchas veces de que andaba mal económicamente y muchas veces era cierto. No porque no fuera un abogado exitoso, que lo fue, no solo porque atendió muchas causas justas de manera gratuita, que las atendió. Sino porque era pródigo, es decir, daba sin ton ni son, solo por el placer de ayudar y si en secreto, mejor.
Así se pagaron viajes necesarios para la lucha, compras a combatientes que vivían en pobreza por la persecución de que fueron objeto. Quique ayudó o estimuló a otros, a contribuir con luchadores de la causa, a perseguidos en desgracia, a gente que necesitaban para vivienda, estudio y hasta alimentación. Así de ingrata a veces, es la lucha por la libertad, el pueblo por el que se lucha, confundido de espíritu, permite que se persiga a quienes lo han dado todo para romper las cadenas del coloniaje. A la vez, nuestro pueblo en su ofuscación, contribuye con su peculio a sostener las estructuras y los partidos de los testaferros del coloniaje, de los que adoraron y adoran aun el becerro de oro. Dialécticamente hablando, ese mismo pueblo colonizado y confundido, ve en sus hermanos puertorriqueños, que luchan por la libertad, los únicos a quienes se les puede creer en el debate público. El pueblo intuye que a los que luchan por la libertad, es en quienes se puede confiar, aun en la noche tenebrosa de la confusión. No la noche oscura, la noche sin luz para ver la claridad deslumbrante de la verdad, que es la que permite cobrar conciencia de quien o quienes lo dan todo por su pueblo. A esos los respeta y los admira porque muy en su interior, saben que les muestran la esencia de la canción de la verdad sencilla: los pueblos nacieron para ser libres, no para ser esclavos, por débil o pobre que circunstancialmente pueda ser un pueblo.
Dicen que de España heredamos el espíritu del Quijote. El hidalgo que enfrentado con la razón que le ilustraba Sancho en sus soliloquios, optaba por el ideal, el que le dictaba su conciencia, la verdad inmanente que está escrita en el espíritu del ser humano y que se traduce en el subconsciente colectivo de los pueblos. Enseñar que se puede vivir poéticamente, que uno debe aspirar a luchar por un ideal, hasta alcanzar un sueño imposible para algunos, la libertad de Puerto Rico, su descolonización y la justicia social para las masas empobrecidas y dependientes, es tal vez el mayor legado de las Quiquejotadas. Es de justicia que en la invitación al acto de esta noche, se ofrende al patriota; José Enrique Ayoroa Santaliz. Dar seguimiento a sus enseñanzas, también es un imperativo moral para que nos merezcamos la libertad soñada, la que solo se merece si ofrendamos la propiedad, la libertad personal y la vida por ella si fuere necesario.
Leído el 7 de septiembre de 2016, en ocasión del homenaje que se le rindiera a Quique Ayoroa en la Fundación Casa Albizu, en Isabela.