Rechazos y abrazos
Mis estudiantes usualmente se relajan cuando se los anuncio, quizá aliviados al enterarse de que al fin vamos a tocar un tema en torno al cual sienten que son expertos. ‘Deja de invadir mi espacio personal!’ habrán probablemente gritado cientos de veces a padres, hermanos, parejas y extraños mucho antes de matricularse.
Para cerciorarme de que realmente entienden empiezo pidiendo algunos ejemplos. Pero me arrepiento después de ver a los primeros voluntarios hacer torturadas maniobras para compartir el suyo sin repetir en voz alta los más trillados estereotipos sobre la gente de tal sitio, tal religión, tal género, tal edad, tal orientación sexual…
No es culpa de ellos. Pero pareciera que todos los ejemplos memorables sobre ‘espacio personal’ que se activan espontáneamente en sus cabezas tienen que ver con incidentes en los que un representante de la gente tipo tal o cual, hizo algo que choca con lo que el estudiante, hijo nato o reciente de Queens, Manhattan, Brooklyn o el Bronx, espera de otros en materia de proximidad, lejanía o conducta pública.
Por lo regular mis estudiantes (que vienen de 150 países y hablan 95 idiomas, según cifras oficiales), se dan cuenta a medio camino de que lo que están a punto de decir (o ya han dicho) sonará un poco prejuiciado. Pero es justo esa candidez, esa espontaneidad todavía no pasada por el filtro de la aceptabilidad social, la que muestra el nivel más bien visceral y automático en que operan muchas de nuestras preferencias en lo relacionado a espacio personal y proximidad física y lo rápido que éstas se entremezclan con nuestras preconcepciones sobre quiénes son y cómo se conducen las personas de la procedencia o trasfondo de que se trate.
Y cómo no entenderlos. Habitantes de esta ciudad avasalladoramente densa, mis estudiantes navegan en un río desbordante de etiquetas que la gente se pasa de mano en mano para amontonar a los demás en categorías mentales estables (estereotipos) y para no tener que detenerse a mirar cada cosa como si fuera el único ejemplar de sí misma. Las generalizaciones (incluidos los estereotipos negativos y positivos) afloran automáticamente incluso en las cabezas de los más dedicados cuestionadores de etiquetas. La palabra ‘automáticamente’ es central a lo que quisiera decir aquí. Y lo que quiero decir tiene todo que ver con la pandemia. Es esto: todo lo que está ocurriendo lo estamos procesando en dos niveles.
***
Uno de los principios más importantes en la psicología contemporánea es que, como resultado de la evolución de nuestra especie, los humanos procesamos el mundo y respondemos a él haciendo uso de dos grupos de capacidades mentales distintas, uno que usamos de forma mayormente consciente y que opera bajo nuestro control, y otro (mucho más abarcador), inconciente y ‘visceral’, que funciona mayormente en automático, sin que yo tenga que decirle cuándo activarse ni qué hacer.
Daniel Kahneman, el psicólogo que ha propuesto la versión más popular de este modelo de ‘procesamiento dual’ lo ilustra con dos preguntas. Si te pregunto, ¿cuánto es 2 x 2?, contestarme será fácil. La respuesta estará instantáneamente disponible en tu cabeza sin que tengas que poner ningún esfuerzo. Si ahora te pregunto, ¿cuánto es 17 x 24?, responder correctamente requerirá algo muy distinto. Tendrás que: tomar la decisión de contestarme, identificar qué tipo de acción requiere el problema, realizar las operaciones necesarias y persistir en tu esfuerzo hasta estar seguro de haber encontrado la contestación correcta (408).
Kahneman (que ganó el premio Nobel en Economía en 2002) llama a la parte de mi actividad mental que contesta la primera pregunta sistema 1 y a la que me procura la respuesta a la segunda, sistema 2. Todo lo que aprendo a hacer en piloto automático, así como las cosas que por naturaleza o costumbre emergen en mi atención o interés sin esfuerzo (mis gustos, preferencias, miedos, rechazos) suponen la activación del sistema 1. Mientras que las cosas que necesitan que yo oriente y sostenga mi atención (hacer planes, buscar soluciones, tomar decisiones, coordinar, estudiar, pensar críticamente) suponen la activación del sistema 2.
En el contexto de la pandemia gran parte de las cosas que por años hemos podido hacer bajo los auspicios del sistema 1 de pronto requieren que las pasemos por el sistema 2.
***
La pandemia nos obliga entre otras cosas a formar parte activa de una circulación más alerta. Movernos en los espacios donde coincidimos con otros potenciales portadores conlleva un tomar conciencia de los muchos cederes, retrocederes y circunvenires que tienen que ocurrir para respetar el (ahora agrandado) espacio personal de otros y procurarnos el nuestro. Movernos entre otros siempre requirió algún grado de monitoreo de nosotros mismos y de quienes nos rodean. Pero el hecho de que las directrices explícitas de hoy disten tanto de nuestro sentido habitual de lo aceptable en términos de cercanía, requiere que tengamos que corregir constantemente nuestra trayectoria. Todo este establecer y mantener hábitos nuevos, agota. Pero también muestra que podemos aprender y desaprender coordinadamente, y responder colectivamente (incluso de forma ejemplar) cuando la situación lo requiere.
Es de esperar que nuestro sistema 1 nos quiera arrastrar, con fuerza y sin remordimiento, de vuelta a los ‘settings’ de espacio personal anteriores a la cuarentena, y que hará falta estar alertas a los descuidos, los excesos de confianza y las revanchas imaginarias contra la situación. De la misma forma, más nos vale estar alertas a los intentos anticipadores de reinstauración acrítica del ‘business as usual’. La inercia de los hábitos y las costumbres profundamente inscritas en nuestros cuerpos a nivel de la automaticidad (sistema 1) hacen difícil cambiar de ruta. Pero esto que le está pasando al mundo sólo hace más evidente la necesidad impostergable de un cambio de ruta hacia un mundo más decididamente organizado bajo el signo del sistema 2.
***
Hay una asimetría en la forma en que las impresiones y experiencias emocionalmente cargadas se registran en el plano de nuestra automaticidad. Las impresiones negativas suelen impactarnos más fuerte y reactivarse más fácilmente que las positivas (llamado el ‘negativity bias’ o ‘bad is stronger than good’ principle). Recordamos por ejemplo algunas experiencias tempranas de rechazo como si no hubieran pasado los años. Y en el plano de los prejuicios y los estereotipos, las asociaciones o actitudes negativas hacia otros no desaparecen simplemente porque nosotros deseemos que desaparezcan o declaremos que han desaparecido (lo cual por otro lado no me exime de la responsabilidad de enfrentarlas).
En un contexto como este y en lo personal, esa durabilidad de los rechazos (ofrecidos, recibidos, aprendidos, activados automáticamente) me preocupa un poco. Habiendo visto lo huraño, casi misántropo que he quedado tras este acuartelamiento de dos meses me pregunto, ¿cómo asegurarme de que mi tomar distancia de ti, mi semejante, no lleve a mi sistema 1 a ponerte el sello de lo rechazable?
Además, ¿qué habrá de pasar con los abrazos? Al reencontrarme contigo, amigo, amiga, ¿te abrazaré como me impulsará a hacerlo mi sistema 1 o me resignaré a celebrar el verte a seis pies de distancia, como me recordará el sistema 2?
Las sonrisas, ese otro gesto afectuoso imprescindible, no requiere gran proximidad y puede transmitirse incluso a través de una pantalla. Pero una sonrisa no es lo mismo que un abrazo. No me confirma tu aceptación tan cabalmente. Sigue siendo sonrisa incluso aunque no la correspondas. El abrazo, al menos en principio, es consensual. Es difícil abrazar a alguien que rechaza el abrazo, que se aleja o se resiste a recibirlo – si bien es posible quedarse de brazos caídos y no reciprocarlo. En todo caso, es claro que por lo pronto un abrazo deja de ser un simple abrazo. No lo habremos perdido para siempre. Pero por el momento, sólo es dable entre los que están aislándose contigo. Al momento, esa es la suma de los abrazables. Tengo mucha suerte y no me quejo. Pero sospecho que los encuentros (breves, enmascarados, enguantados, cuidadosamente distanciados) y en su día los abrazos (cautelosos, laterales, a media distancia, proclamados y sentidos hayan sido dados o no) importarán más, no menos, al darse la fortuna de que ocupemos el mismo espacio. Cada abrazo un recordatorio de este tiempo en que no tuvimos otra opción que replegarnos.
____________
Daniel Kahneman, Bias, System 1, System 2
https://www.youtube.com/watch?v=cXL8e017Zzc
Roy Baumeister, Negativity Bias
https://www.youtube.com/watch?v=fyIydJNNJDA&feature=youtu.be
Banaji & Greenwald, Implicit Associations
https://www.youtube.com/watch?v=ABSeKU2qJoI