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Inicio » 80grados+

Recordando a Antonia Martínez Lagares desde la UPR

Carmen Haydee Rivera VegaCarmen Haydee Rivera Vega Publicado: 29 de febrero de 2020



sin embargo
tu mirada
sustanciosa
se diluyó en la mía
entremetida ahora en nuestra eternidad
(inmiscuir, Hiram Sánchez Barreto)

El 4 de marzo de 2020, se cumple el quincuagésimo aniversario del asesinato de la estudiante universitaria Antonia Martínez Lagares en la calle Juan Ponce de León, en el balcón de un hospedaje adyacente al Recinto de Rio Piedras de la Universidad de Puerto Rico. Este día, en varias localidades de la isla, se celebrarán ceremonias y eventos conmemorativos en escenarios distintos, como lo son librerías, plazas públicas, recintos universitarios y sedes de partidos políticos, entre otros. Dos días previos, el 2 de marzo, la familia de Antonia llevará a cabo un acto anual de recordación en el cementerio de Arecibo, su ciudad natal.

En los cincuenta años que han transcurrido desde la muerte de Antonia, el Recinto de Rio Piedras no ha celebrado ningún acto oficial protocolario que honre su memoria a pesar de que ella era estudiante bonafide, matriculada en la Facultad de Educación de dicho Recinto en el último semestre de su grado universitario al momento de su fallecimiento, sin mencionar las circunstancias trágicas en que murió. A través de los años, los estudiantes en el Recinto sí han recordado a Antonia y han manifestado este recuerdo mediante el arte, en pinturas y murales, algunos ya borrados, y también en su insistencia en nombrar un espacio en el cuadrángulo histórico, al lado del teatro del Recinto, que han bautizado como Plaza Antonia. Más aun, esa designación sigue siendo una utilizada por los estudiantes, sin oficialización en los archivos universitarios.

La primera vez que escuché el nombre de Antonia, yo tenía 18 años. Había recién llegado de Estados Unidos junto a mi familia después de muchos años de exilio y crianza fuera de la isla, realizando por fin el sueño de retorno de mi padre a su pueblo natal, Orocovis. También había sido admitida a la Universidad de Puerto Rico y con gran entusiasmo completaba los preparativos del comienzo de mi vida universitaria. No tenía referente alguno ni contexto histórico de los acontecimientos de la muerte de Antonia, mucho menos entendimiento de que había sido asesinada más de una década antes de mi llegada. Estando en compañía de mi amiga Ada Avilés, que conocí en esos años, ella me presentó su hermana, Antonia. Recuerdo que me miró fijamente y me dijo: “Se llama Antonia, como la estudiante que mataron en la universidad. Papi quiso ponerle ese nombre para que no la olvidáramos”. En ese momento, no cuestioné el sabio instinto del querido y renombrado artesano/santero orocoveño, Don Celestino Avilés. No fue hasta muchos años más tarde que entendí el propósito de su nombramiento.

Estando ya en el grado de maestría en el Recinto de Rio Piedras, después de haber completado un bachillerato en el Recinto de Cayey, recordé nuevamente esa frase que me dijera mi amiga. Caminé por el Recinto que Antonia caminó, por las facultades donde se encontraban sus salones de clases. Anduve por las calles del pueblo que ella cruzó. Pasé por el mismo hospedaje, desde cuyo balcón recibiera el balazo fatal que cegó su vida. Pero no encontré ningún referente, ningún marcador, ningún indicio de lo que allí había ocurrido años antes de mi entrada al Recinto.

No fue hasta mi interinato en la Rectoría del Recinto de Rio Piedras en febrero del 2017, que mi concienciación de lo que le ocurrió a Antonia tomara particular relevancia. Desde el año anterior, la Junta de Supervisión Fiscal había propuesto unos recortes draconianos al presupuesto de la Universidad de Puerto Rico, que aún siguen vigentes y que afectan de manera directa el buen funcionamiento de la institución centenaria, de programas acreditados y de renombre, el ofrecimiento académico variado y estructurado y la estabilidad de miles de estudiantes de nuestro único sistema universitario público. Como consecuencia de dichos recortes y la incapacidad de la Junta, los entes gubernamentales y la administración universitaria de llegar a acuerdos razonables que evitaran perjudicar más el funcionamiento académico institucional, en el 2017 se desató una huelga estudiantil en todos los recintos de la Universidad de Puerto Rico, cuyas entradas estuvieron obstruidas por un periodo aproximado de tres meses.

Es desde mi puesto de Rectora Interina que me invade el recuerdo de Antonia Martínez Lagares. Comienzo a buscar información sobre lo ocurrido en los años 1970, sobre las luchas estudiantiles, sobre la presencia policiaca en el Recinto de Rio Piedras, sobre el caso que se llevó para esclarecer su muerte y el encubrimiento posterior del mismo. Gracias a la tecnología, pude ver artículo tras artículo e imágenes fílmicas de aquellos años y aquellos disturbios. Como en toda huelga estudiantil ocurrida hasta el 2017 en los distintos recintos de la universidad, pude ver como la policía, la guardia nacional y/o la fuerza de choques irrumpía en los predios universitarios. De hecho, me vino el recuerdo de la huelga del 2010, cuando tuve que correr literalmente junto a estudiantes aterrorizados por la unidad montada de la policía de Puerto Rico, que había interrumpido una pintata que llevaban a cabo los estudiantes frente a la Biblioteca José M. Lázaro en el Recinto de Rio Piedras. Toda esa angustia, todo ese temor, toda esa impotencia me regresó como un relámpago que obstruía mi entendimiento pero que a la vez me dieron fuerzas para proteger a los estudiantes que corrían conmigo en aquel momento y tratar de calmar la ansiedad suscitada por ese encuentro tan violento.

Entonces, llegó la prueba más difícil que he tenido que enfrentar como universitaria en puesto administrativo. Ante un recurso de mandamus presentado en el Tribunal de Primera Instancia por un grupo de estudiantes que exigían que se abriera el Recinto, sostuve muchas reuniones con el equipo de asistencia legal de la Administración Central de la UPR y con el bufete de abogados que habían contratado. A la misma vez, sostenía reuniones con un comité multisectorial que había formado y que incluía estudiantes y representantes de distintos ámbitos institucionales del Recinto para tratar de lidiar y resolver el impasse suscitado por la propuesta de recortes presupuestarios, que a su vez diera pie a la huelga estudiantil. A pesar de haber logrado algunos acuerdos importantes, producto de extensas horas de reuniones por varias semanas y la intervención de dos mediadoras profesionales, la Licenciada Mildred Negrón y la Dra. Anita Yudkin, el equipo legal de la universidad insistía que era necesario activar la policía de Puerto Rico para que entrara al Recinto y le pusiera fin a la huelga estudiantil.

Entonces entendí, de manera muy clara y con hondo pesar, cómo le habíamos fallado irremediablemente a nuestros estudiantes, tanto a los que tuvieron la experiencia desagradable de encontrarse en una sala de tribunales, exigiendo la entrada al Recinto y lo que es su derecho a una educación pública accesible y de calidad, como también a los estudiantes que se encontraban en los portones protestando por el desmantelamiento sistemático de su institución universitaria. Le fallamos las y los administradores universitarios, pese a los esfuerzos de muchos de nosotros en tratar de conciliar acuerdos que beneficiaran al estudiantado y a la comunidad universitaria y que aseguraran el buen funcionamiento de nuestra institución. Le  fallaron nuestros gobernantes, que no supieron poner los intereses de la educación de los jóvenes de Puerto Rico sobre sus intereses políticos al negarse a declarar la educación superior como servicio esencial, evitando así los recortes más desmedidos y desproporcionados de todas las agencias públicas en la isla. Sobre todo, le falló la Junta de Supervisión Fiscal por insistir que la Universidad de Puerto Rico, una de las entidades más productivas y de más alto valor patrimonial en nuestra isla, pudiera operar como una agencia comercial cualquiera, a merced del mercado y emulando prácticas de instituciones estadounidenses que en nada se comparan a nuestra realidad isleña, histórica y operacional.

Pero el último fallo, quizás el más potente de todos, no se llegó a dar precisamente por el recuerdo de Antonia. Ante la insistencia de movilizar los cuerpos policiacos para irrumpir en los predios de la Universidad, dije ¡BASTA YA! No más. No más violencia contra nuestros estudiantes. No más presencia de la policía en nuestro Recinto. No repitamos la historia de Antonia Martínez Lagares. Vivamos a la altura de la designación de la Cátedra UNESCO de Educación para la paz que ostenta nuestro Recinto. Eduquemos para la solidaridad, para el entendimiento, para el respeto a las divergencias y el consenso mediante mediación y diálogo. Dejémosle otro legado a nuestros estudiantes, uno de no violencia ni confrontación. Dejemos un legado que no envuelva la policía en la resolución de conflictos universitarios causados por las decisiones desafortunadas de los que nos gobiernan. Aunque esta determinación me costó el puesto de Rectora Interina del Recinto de Rio Piedras, una encomienda que acepté a mucha honra y orgullo, vivo convencida que fue la mejor decisión que pude tomar, no tan solo por ser la única vez en la historia universitaria que no hubo intervención policiaca para terminar una huelga estudiantil, pero también porque no se repitieron las circunstancias que precisamente dieron pie a que Antonia hoy no esté con nosotros. Antonia es parte de la historia de nuestro Recinto, de nuestra historia de país. Ese legado se respeta, esa vida se honra. Prohibido olvidar.

Este año, seguimos recordando a Antonia. Un pequeño grupo de colegas nos hemos dado a la tarea de rescatar su nombre y su importancia dentro de la historia del Recinto de Rio Piedras. La iniciativa comenzó cuando el Dr. José Soto Sonera, de la Facultad de Educación, y yo asistimos a la presentación del libro del Licenciado Hiram Sánchez Martínez titulado Antonia, tu nombre es una historia,  en la Librearía Norberto González en el 2019. Dicha publicación recoge con minucioso detalle los antecedentes de la investigación sobre el asesinato de Antonia. A su vez, el libro retrata con exactitud la formación de organizaciones y movimientos estudiantiles en los 1970, que incluye protestas estudiantiles y una relación extremadamente tensa con la administración de la universidad. Quizás lo más impresionante del relato del Licenciado Sánchez es el hecho de que ni el Departamento de Justicia ni la Policía de Puerto Rico conserva ningún expediente sobre el caso de Antonia, aun cuando se determinó que había sido víctima del delito de asesinato. El Licenciado tuvo que recrear la historia de Antonia mediante entrevistas, recortes de periódicos, cartas, documentos oficiales y no oficiales, fotografías y testimonios personales de los familiares de Antonia y de los estudiantes de la época.

A partir de nuestra lectura del libro del Licenciado Sánchez y una llamada telefónica solicitándole reunión, comenzó la planificación, junto al Dr. Soto Sonera y la Dra. Gladys Capella, de lo que será un conversatorio con el licenciado sobre su libro y una ceremonia oficial de recordación de Antonia, auspiciada por la Facultad de Educación, la Facultad de Humanidades y la Cátedra UNESCO de Educación para la Paz del Recinto de Río Piedras, que se llevará a cabo el día que se cumplen 50 años del asesinato de Antonia. Durante el transcurso de la planificación del evento, en reunión extraordinaria convocada el 24 de febrero de 2020 por la Decana Interina Mayra Chárriez de la Facultad de Educación, se aprobó por unanimidad una resolución para solicitar que se le conceda el grado póstumo de Bachillerato en Artes en Educación con especialidad en español de la Universidad de Puerto Rico a Antonia Martínez Lagares. Dicha resolución tendrá que pasar por la consideración de varias instancias institucionales antes de su aprobación  final, pero significa el primer paso para restituir lo que le correspondía en derecho como estudiante en su último semestre de estudio, a punto de graduarse, de no haber sido por su trágico asesinato. Aunque sea una restitución simbólica, es una altamente merecida aunque penosamente tardía.

Recuerdo con mucha emoción las palabras de la hermana de Antonia, la señora Jenny Martínez Lagares, en ocasión de la presentación del libro del licenciado Sánchez Meléndez, y cómo calaron esas palabras en mi subconsciente al escucharlas. Decía Jenny que el asesinato nunca esclarecido de Antonia había privado a la familia de una hija, una hermana, una nieta, una prima; que le había robado momentos preciados que pudieron haber vivido con ella y que, a su vez, había privado a Puerto Rico de una profesional íntegra y dedicada a su vocación del magisterio. Con gran temple y firmeza habló de lo que significó ser la hermana mayor de Antonia y de su compromiso de cuidarla, de protegerla y de quererla por toda la vida. Este compromiso la ha llevado a solicitar al Departamento de Justicia de Puerto Rico en días recientes que se reabra la investigación del asesinato de Antonia con el fin de esclarecer, de una vez y por todas, su muerte. Y en este compromiso nos unimos todos y todas.

En mi acercamiento a Antonia, descubrí que hay coincidencias que unen nuestras vidas: nací el mismo año en que ella comenzó a estudiar en la Universidad de Puerto Rico, escogimos la misma profesión, habitamos los mismos espacios y compartimos las mismas aspiraciones de futuro: educar a los y las jóvenes de este país con la certeza de que son y serán nuestro mayor tesoro. He tenido el privilegio de ejercer esta profesión por más de veinte años; a Antonia le arrebataron ese privilegio. La canción del querido Antonio Cabán Vale inmortalizó su recuerdo entre nosotros: “Antonia, los pueblos no perdonan. Un día esta ley se ha de cumplir”.  Que ese día sea hoy. Recordemos a Antonia en los espacios institucionales y oficiales pero también en nuestras vidas, hoy y siempre. Que se materialice su grado póstumo universitario, que se nombre oficialmente la Plaza Antonia en el Recinto de Río Piedras. Sobre todo, que aprendamos las lecciones que nos dejó su muerte injusta y también su legado: educar para la paz, sin violencia ni intolerancia, con compromiso y solidaridad y así en el proceso poder construir y habitar un mundo mejor. ¡Que viva Antonia Martínez Lagares!

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Carmen Haydee Rivera Vega
Autores

Carmen Haydee Rivera Vega

Catedrática y Ex Rectora de la Universidad de Puerto Rico Recinto de Rio Piedras.

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