Regenerando la miasma
a Helena y Yolanda
y a todas las que anónimamente convierten sus hogares en refugio
harto ya de estar harto, ya me cansé
de preguntarle al mundo por qué, por qué
–Joan Manuel Serrat
Se levanta con los brazos cortando árboles y recogiendo ramas, abriendo caminos con la esperanza de ver luz al final del túnel. Se levanta con el que buscó gasolina, agua y víveres para el desvalido y con el que le extiende al vecino la luz generada por su humilde, ruidosa y apestosa planta: metáfora de la confrontación humana contra la naturaleza. Se levanta entre los escombros que los municipios han sido incapaces de remover. Se levanta con los cocineros voluntarios que ofrecen alimentos sin que medie la burocracia o el sindicato.
Se levanta día a día venciendo la desesperación; llenando de paciencia sus bolsillos para enfrentar la atormentada cotidianidad en la que nos dejó María. ¿Qué fila me toca hoy? ¿Será menor el tapón? ¿Podré hablar con mi familia? ¿Quién tendrá gas? ¿Llegará hoy el paquete que me enviaron? Son las preguntas cotidianas, porque ya no resulta ni gracioso preguntarse si vendrá la luz o el agua.
Se levanta con los brazos en cadena llenando un vagón y con la bandera que ondea en el camión que lleva suministros por la cuneta de la carretera derrumbada.
Se levanta en el corazón y el esfuerzo de millones de boricuas a lo largo del continente aunando una y otra vez la caridad de otros americanos, opacando las miserias del terremoto en México, las aguas de Harvey y la devastación en Barbuda, Saint Marteen, Saint John, Saint Thomas y Cuba. Se levanta a pesar del cinismo que se escurre en la mirada del que no pasa hambre, no está en una cama de hospital y solo ve falso altruismo en las melodías que entretuvieron un telemaratón.
Me gustaría asegurar que se levanta con los jonrones de Javi Báez, Carlos Correa y Enrique Hernández en unas series que sus fanáticos se pierden, así como me gustaría más afirmar que se levanta ante el que vació megatiendas y pequeños negocios, se coló en una fila, aumentó los precios y se robó la planta del vecino.
Si bien la sociología puede explicar que la desigualdad social y económica es la principal generadora del crimen, quisiera pensar que la miseria hiperbólica en la que nos dejó la fuerza natural ablanda el corazón del despiadado con la ternura de los esfuerzos de la gente que se ayuda mutuamente creando y sosteniendo la esperanza.
Pero junto a los helicópteros militares y de agencias federales también circulan mafiosos con dientes de oro y sonrisas de Corleone. Robarse la luz no había tenido nunca las cifras que hoy circulan en contratos de buitres jartándose sus ya millonarios bolsillos con la miseria y «que pongan la luz aunque se roben nuestro cuasi muerto presupuesto gubernamental”, es una súplica que hasta yo he repetido. Y sí, llegará, antes o después de Navidad, pero después de que comiencen clases en escuelas y universidades. Y esa peste a pescao es más fuerte que la de la comida podrida que hace más de un mes hubo frente a nuestros hogares, con contratos que recuerdan que hay poco nuevo bajo el sol y que la corrupción prevalecerá como signo nacional opacando los gestos solidarios.
¿O será la cara de marioneta del gobe en el show mediático del Payaso repitiendo su mal escrito libreto? Sí, su cara fresca como si no le hubiera faltado nunca una ducha o una cerveza fría, con su prole naciendo en los hospitales del imperio mientras los que él llama hermanos puertorriqueños mueren en hospitales con servicios limitados, de enfermedades erradicadas en el siglo pasado. O la de la residente en Washington quien gestiona ayuda para que viaje en los barcos estadounidenses que le pagaron su campaña, mientras le cierra los puertos a la ayuda internacional.
No sé qué piensan los estadistas de corazón, no del rollo: esos y esas que defienden la estadidad como una conquista de derechos democráticos. ¿Simpatizan con la marioneta del imperio o con los defensores de la democracia? ¿Qué diferencia harían en las políticas imperiales senadores y congresistas de esa calaña? ¿Se humillarían más o menos para obtener los fondos que robarán o administrarán? ¿Por qué les escucho más criticar a los soberanistas por exigir diligencia en las ayudas en vez de unirse para que FEMA no solo lance ayuda desde el cielo, para que el Congreso apruebe los fondos que tanto necesitamos y merecemos? ¿No piensan que su causa democrática requiere lavarse la cara enfangada por corruptos y alcahuetes?
Y sí, Puerto Rico se levanta y ve o lee en el celular que le robaron la planta regenerando así la miasma que nos había hundido en la mierda del narcotráfico y una deuda impagable. Que no solo los buitres bancarios aprovechan la crisis para enriquecerse sin importarle el dolor ajeno, indiferentes de que no todos los dueños de negocios o plantas son explotadores despiadados como en las películas de Robin Hood. No todo Puerto Rico se levanta igual cuando alguien sonríe con la luz, los muebles, la ropa, la comida que insensiblemente le robó a otros.
Poco pueden mis palabras para detener estos vientos más nefastos que los del huracán. Algo similar creo perciben esos y esas que emigran como hicieron familiares lejanos tras San Ciriaco en 1899. O como el Joan Manuel Serrat de los 70s, que jarto de estar jarto se fugó de la España que había asimilado el franquismo; ligero de equipaje, llevando su patria y su guitarra, consciente de que “una es fuerte y es fiel [y] la otra, un papel”.
No puedo terminar con un amén, como cierre de una plegaria reapropiada por Lin Manuel, porque —aunque agradecido de los hogares que me han refugiado— estoy cansado de ser gitano y regreso al paraíso perdido a ver si se levanta.