Reseña de Raymond Dalmau: From Harlem a Puerto Rico
Una parte de la historia del baloncesto puertorriqueño se plasma en las memorias de uno de los más destacados jugadores de este deporte a nivel de Puerto Rico y el Caribe. En el libro Raymond Dalmau: From Harlem a Puerto Rico, el excanastero de los Piratas de Quebradillas y la Selección Nacional de su país comparte las vivencias desde su niñez y adolescencia en Harlem, Nueva York, pasando por su llegada al pueblo de Quebradillas en el 1966, hasta su establecimiento definitivo en Puerto Rico que perdura hasta la actualidad. Las gestas narradas en este libro autobiográfico aportan al referente que señala el nombre de Raymond Dalmau como una de las figuras más emblemáticas del baloncesto puertorriqueño, tanto en su rol de jugador estelar, como en sus funciones como dirigente del Equipo Nacional y varias franquicias del Baloncesto Superior Nacional (BSN). La publicación incluye la coautoría del escritor y exjuez puertorriqueño Hiram Sánchez Martínez. El prólogo fue realizado por el popular actor puertorriqueño de Hollywood y amigo de Dalmau, Benicio del Toro.
En la primera sección “From Harlem, New York”, Dalmau nos narra parte de su crecimiento como niño y joven puertorriqueño criado en uno de los barrios de la ciudad de Nueva York. Su residencia en una vivienda de interés público conocida como Ulisses S. Grant Projects en West Harlem permitió a Raymond y su familia conocer a otros jóvenes puertorriqueños y afroamericanos, con quienes creció, aunque no necesariamente estableció vínculos cercanos debido a su interés de emplear el tiempo primordialmente en jugar baloncesto de “guerrilla” en las canchas callejeras de Nueva York. Vivía junto a su mamá Concha Pérez y sus hermanos. Con su padre, Goyo Dalmau, tuvo una relación complicada durante su infancia, debido en parte a las relaciones extramaritales del progenitor. Sin embargo, el vínculo de padre e hijo fue mejorando años más tarde, cuando ya Raymond estaba completamente establecido en Puerto Rico, lugar en el cual Goyo residía.
Una de las aportaciones de la primera parte de libro es adentrarnos en el elemento de identidad, según la perspectiva de un joven puertorriqueño que solo había vivido en Nueva York. Aunque nació en Puerto Rico, la familia de Raymond regresó a Nueva York pocos días después del parto de Concha. El exjugador se consideraba niuyorican y, contrario a algunos puertorriqueños de la Gran Manzana, no tenía objeciones en que lo identificaran de esta manera. Explica que tanto en el hogar de Concha como en el de Goyo, se hablaba español. En el caso del inglés, lo aprendió “en la calle y en la escuela”. Aunque reconoce que el empleo del término niuyorican ha sido utilizado como criterio para tratar con desdén a algunos boricuas de Nueva York que llegan a la Isla, en el caso de Dalmau, este admite que no tuvo esa experiencia de sentirse rechazado y que nunca se ha “sentido extranjero en propia tierra” (44-45).
Es precisamente su autoreconocimiento como niuyorican lo que provee el trasfondo de lo que representó la llegada de Raymond a Puerto Rico, específicamente a Quebradillas, un pueblo pequeño en la costa norte de la isla. Este cambio de experiencia se presenta en la segunda parte del libro “A Puerto Rico”. Tras una destacada actuación como jugador en la Escuela Superior Benjamin Franklin, Dalmau es contactado para jugar como uno de los niuyoricans en la liga superior nacional de baloncesto de Puerto Rico o Baloncesto Superior Nacional (BSN), como se le conoce en la actualidad. Fue reclutado por los Piratas de Quebradillas, equipo que urgentemente necesitaba jugadores estelares, tras varias campañas terminando con las peores marcas en la liga.
En su llegada a Quebradillas, Dalmau realiza uno de los ejercicios básicos que toda persona hace cuando llega a un lugar desconocido: compararlo con su entorno de procedencia. Después de todo, era inevitable identificar el contraste entre una gran ciudad de relevancia global como Nueva York, frente a un pueblo fuera de la región metropolitana de Puerto Rico, y cuya población es reducida, en comparación con otros municipios del territorio. Uno de los primeros elementos que destaca Dalmau sobre las diferencias entre su lugar de procedencia y la comunidad que se convertiría en su nueva casa fue el aspecto de las calles. Sobre este particular comenta que “la calle principal era angosta —no como las calles y avenidas de Nueva York en las que crecí— y de aceras estrechas” (90). Más adelante nos brinda una acertada descripción de la geografía cultural que apenas comenzaba a asimilar en su llegada a Quebradillas aquel verano de 1966. Al llegar a la Plaza de Recreo del pueblo, notó que “en nada era parecida a los parques de esparcimiento de Nueva York, con una pequeña iglesia católica a uno de sus costados y varios establecimientos comerciales en los otros tres. Las tiendas eran mayormente de madera, muy distinto de los comercios que yo acostumbraba ver y patrocinar en la Ciudad” (91). La perplejidad causada por el contraste igualmente se refleja cuando por primera vez descubre la composición y ordenamiento de la cancha donde jugaban los Piratas. Sus diferencias con las canchas callejeras neoyorquinas eran marcadas, pero esto no fue impedimento para que Raymond pudiera desempeñarse como jugador novato en el BSN.
La manera en que Dalmau acogió las diferencias y retos geográficos que presentaba Quebradillas en contraste con Harlem y el resto de la ciudad de Nueva York, formaron parte de su proceso de asimilación cultural, ahora que comenzaba a establecerse en el mismo territorio de procedencia de su padre y madre, así como de gran parte de quienes integraban su familia. Su llegada a la Universidad Interamericana en San Germán coincide con el período en que comienza en Puerto Rico un proceso de explosión suburbana que trae consigo la paulatina masificación del vehículo privado como el principal medio de transporte alrededor de la Isla. Sin un carro, Dalmau tuvo que depender de la colaboración de amigos, conocidos y hasta extraños que lo llevaban a la universidad en el pueblo suroccidental de San Germán, a las prácticas del Equipo Nacional de baloncesto que se llevaban a cabo en San Juan y en los viajes de regreso a Quebradillas. Haber triunfado en un contexto geográfico carente de un buen sistema de transporte colectivo y sin ser poseedor de un vehículo propio en los inicios de su residencia en Quebradillas demuestran el compromiso que este estelar excanastero tenía con los Piratas y con la Selección Nacional de Puerto Rico. Este aspecto cobra relevancia, especialmente con el hecho de que Raymond había vivido toda su infancia y adolescencia en una de las ciudades conocidas por tener uno de los sistemas de transporte colectivo más populares a nivel mundial.
Más allá de las diferencias en términos de movilidad y geografía entre Nueva York y Puerto Rico, el testimonio de Dalmau resalta varios elementos que le llamaron la atención en torno a la cultura puertorriqueña. En el libro resalta la camaradería y buen trato que recibió de los puertorriqueños, especialmente de las personas en Quebradillas. Incluso, saca a relucir su visión en temas de género al contrastar a las mujeres niuyoricans con las de la Isla. Según Dalmau, las puertorriqueñas de Nueva York eran “mandonas”, mientras que las nacidas y criadas en Puerto Rico eran “tranquilas”, “sin exageraciones en el maquillaje ni en el vestir, tendían a hablar con mucho más sosiego y eran de carácter más llevadero” (146). Esta visión tradicional que tenía sobre las mujeres durante sus primeros años en Puerto Rico nos ayuda a entender sus perspectivas actuales en torno a la familia nuclear y su énfasis en el rol que tuvo como padre proveedor, aun cuando no siempre estuvo casado o conviviendo con parejas. Estos aspectos sobre la familia y la relación con sus hijos e hija se abordan en la penúltima sección del libro titulada “Mi vida familiar”.
La tercera parte de libro llamada “Una nueva era con los Piratas” no solo narra el ascenso y los nuevos éxitos de la franquicia con sede en Quebradillas. Plasma, además, una radiografía de una de las décadas más importantes en el baloncesto puertorriqueño: los 1970. En esta sección, Dalmau explica con entusiasmo las aportaciones de los jugadores niuyoricans que brillaron durante esa época. La presencia de estos puertorriqueños nacidos o criados en Nueva York posibilitó la intensa rivalidad deportiva que durante esa década protagonizaron los Piratas de Quebradillas y los Vaqueros de Bayamón. Tanto él, como otros niuyoricans jugando en el BSN desarrollaron un fuerte sentido de pertenencia con los municipios de la franquicia para la cual jugaban. Este elemento de jugadores franquicias con fuertes vínculos con el pueblo de su equipo mermó con el pasar de los años y hoy día se considera prácticamente ausente en la principal liga de baloncesto de Puerto Rico.
Además de destacar aquellos elementos de elogio hacia lo que se vivió durante esa época del BSN, Dalmau igualmente presenta algunos aspectos negativos que, según él, afectaron la sana competencia deportiva. Entre los que comenta están sus experiencias con el árbitro estadounidense Ed Middleton, quien, de acuerdo a Dalmau, siempre pitaba para desfavorecer a los Piratas. Narra igualmente el incidente en el cual el entonces alcalde de Quebradillas lanzó un disparo en un partido en el cual los Piratas visitaron a los Santos de San Juan en el Coliseo Roberto Clemente. El acto provocó que un ujier del coliseo saliera herido. El partido fue confiscado a favor de los locales.
En el ámbito político, Dalmau es muy vocal sobre su parecer en torno al vínculo entre deporte y política. Si bien enfatiza que no favorece que la actividad política se inmiscuya en los asuntos deportivos, su defensa de que se respeten las preferencias e ideologías de los atletas constituye una postura política, toda vez que aboga por el reconocimiento del rol ciudadano de quienes participan en el deporte organizado. En más de una ocasión menciona su preferencia porque Puerto Rico se convierta en un estado federal de los Estados Unidos de América. Igualmente, critica el documental Nuyorican Básquet, por entender que integraba elementos políticos “que no venían al caso” (154). Sus cuestionamientos a este documental que estrenó en el 2017 parecen representar más una incomodidad ideológica de su parte. El filme dirigido por Ricardo Olivero Lora y Julio César Torres, aunque se enfoca en el Equipo Nacional puertorriqueño que participó en los Juegos Panamericanos de 1979, hace igualmente énfasis en el contexto político de la época y en la represión tanto del gobierno estatal puertorriqueño como del federal. Esa crítica a las instituciones de poder locales y al gobierno estadounidense no siempre son bien recibidas por quienes defienden la integración política plena de Puerto Rico a los Estados Unidos de América.
Tras retirarse como jugador de los Piratas de Quebradillas, Dalmau mostró interés en continuar colaborando con el baloncesto, pero a través de un rol como dirigente. Esa meta la logró y se convirtió en dirigente de varias franquicias del BSN, según lo narra en la sección titulada “Mi etapa como dirigente”. Además, asumió las riendas del cuerpo técnico del Equipo Nacional de Puerto Rico, logrando el cuarto lugar en el Mundial de Baloncesto que se celebró en el 1990 en Argentina. Como parte de su testimonio en torno a esa competencia internacional, Dalmau comparte sus malas experiencias lidiando con el ego de algunos jugadores que no aceptaron su rol en la selección puertorriqueña. Los retos que enfrentó como dirigente se sumaron a un diagnóstico de cáncer colorrectal al que sobrevivió. Este difícil episodio de su vida le permitió exponerse a nuevas experiencias, que incluyeron reconectarse con su hija de diez años, a quien no veía desde hace mucho tiempo.
El libro concluye con un tributo a la memoria de Neftalí Rivera, quien jugó junto a Dalmau en los Piratas, en el equipo de la Escuela Superior Benjamin Franklin de Nueva York y en la Selección Nacional de Puerto Rico. Ambos jugadores eran conocidos como “el uno y dos” de Quebradillas y la Selección puertorriqueña. Al destacar las aportaciones de Rivera, Dalmau hace un homenaje póstumo a quien consideró como un compañero valioso para su propia carrera como baloncelista. El tributo a quien fue su amigo desde la adolescencia sirve de telón de fondo para que Dalmau concluya el texto compartiendo algunos datos sobre su vida actual y las aportaciones que continúa haciendo en favor del deporte puertorriqueño.
En momentos que académicos y académicas se interesan por investigar el deporte como fenómeno cultural y político, el libro Raymond Dalmau: From Harlem a Puerto Rico representa una valiosa aportación a la historiografía puertorriqueña sobre temas de deporte y sociedad. Más allá de presentar las perspectivas de uno de los mejores jugadores de baloncesto de Puerto Rico, el texto constituye un referente importante para quienes deseen estudiar un componente del pasado de uno de los deportes más populares entre la afición puertorriqueña. Las experiencias narradas por Dalmau nos recuerdan la necesidad de visibilizar las aportaciones de la diáspora en el desarrollo político y cultural de Puerto Rico. El libro debe formar parte de toda biblioteca y colección de quienes se interesan por entender el rol e importancia del deporte en la sociedad puertorriqueña.
Nota: Esta reseña fue publicada originalmente en la edición Vol. 47 No. 1 (Enero-Junio 2019) de la revista Caribbean Studies del Instituto de Estudios del Caribe en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.