Riesgo, política y poder
“Los políticos deben comprender que ahora están bajo el control de los mercados”.
-Hans Tietmeyer, expresidente del Bundesbank, Alemania
“Los que no se presentan a elecciones dicen, por nosotros, lo que hay que hacer”.
-Julio Anguita, excoordinador de Izquierda Unida, España
Introducción
Devaluaciones de deuda a nivel chatarra, reuniones entre altos ejecutivos de estado con funcionarios de entidades bancarias y financieras globales, reportes sobre salarios estancados o en caída, recortes de servicios públicos, precariedad del empleo, polarización de la sociedad, emigración, etc. Todos estos acontecimientos son el arroz y habichuelas diario de la prensa, analistas, y el público en general, sirviendo las discusiones entre Grecia y la Troika (El Banco Central Europeo, la Comisión Europea, y el Fondo Monetario Internacional) como plato principal.El sentido común de que “las deudas se pagan”, y la pregunta complementaria de “¿qué le sucedería a la economía si no se hacen cumplir los pagos?” han arropado las discusiones desde un comienzo y en muchos casos han prevenido que se profundice en la complejidad del tema, donde más allá de la cuestión técnica está el porvenir de millones de personas. Este criterio -el porvenir del ser humano- ha abandonado poco a poco el ABC de lo que se supone sea la gestión pública. En cierta manera esto no debe sorprender a nadie, dado que ya hace mucho tiempo sabemos que el capital es guiado por una lógica de expansión de riqueza, aún cuando se lleve enrredado por el medio a los que crean esa misma riqueza.
En la época neoliberal, donde el capital financiero ha encontrado una topografía sin trabas para traficar con el valor creado, la distancia entre la riqueza capitalista en su forma financiera y su origen se hace imperceptible. Como nos recuerda el filósofo mexicano-argentino Enrique Dussel, “los sufrimientos de unos oscurecidos, temerosos y hambrientos rostros de mineros bolivianos a mil metros de profundidad están infinitamente distantes del esplendor exquisito y deslumbrante de la riqueza que se manifiesta desbordante en las suaves maneras de los etiquetados banqueros de la bolsa de Wall Street” (Dussel, 2014: 126-127). En otras palabras, la tasa de interés que genera el capital financiero en base a los préstamos que hace parece no estar ligada de forma alguna con la explotación del trabajo.
Explicar este fenómeno de la extracción, apropiación y los flujos del valor mundial en la presente coyuntura es un tema harto difícil y va más allá del propósito de este simple escrito. Lo que sí queremos destacar es que para comprender la compleja realidad del capitalismo actual, y en especial la situación Europea, se han desplegado varios análisis económicos, muchos de ellos ricos en datos e información institucional e histórica, y otros complejos en su modelaje matemático, que parten de premisas básicas que son problemáticas y generan juicios valorativos en contra del porvenir de las masas. También queremos evaluar la situación griega y europea a la luz de los últimos acontecimientos.
El capital dinerario y financiero en la disciplina económica
A los estudiantes de principios de economía normalmente se les enseña que, entre muchas otras cosas, la tasa de interés se refiere al precio del dinero. De primeras, esto parece muy abstracto y algo contradictorio; alguien está dispuesto a pagar dinero para obtener dinero. Alguien está dispuesto a pagar una cantidad de dinero mayor (principal + interés) a la que se obtiene (principal). Es ahí que el profesor interviene y aclara que hay que tomar en cuenta la temporalidad del arreglo. Es decir, alguien (deudor) primero toma prestado de otra parte (acreedor) y promete que en el futuro va a realizar el pago. El profesor presenta la tasa de interés como un incentivo para la persona que sí tiene dinero para prestar. Al mismo tiempo el que toma prestado espera utilizar dinero para hacer más dinero y así poder repagar lo que tomó originalmente prestado (principal) más el incentivo para el acreedor (interés). El profesor entonces procede a dibujar un diagrama en la pizarra que representa el mercado de dinero y explica cómo la oferta y demanda del dinero determinan el nivel de la tasa de interés.
El desarrollo lógico de los principios expuestos arriba nos lleva al problema del riesgo. ¿Qué pasa si el deudor no utiliza de manera apropiada el dinero que tomó prestado y no genera los fondos para el repago de su deuda? El ilustrado profesor conecta la tasa de interés con el riesgo y nos dice que siempre existe la posibilidad de que no se pague el dinero que se tomó prestado. Nos dice que el riesgo forma parte de los determinantes de la tasa de interés por lo que la tasa de interés supuestamente recoge información sobre la relación entre riesgo de la transacción y el flujo de dinero esperado por prestar dinero. La transacción se pinta como libre entre partes que interactúan a través del mercado ya que las partes pueden o no aceptar ser parte de la transacción.
Una limitación fundamental de lo que se presenta en muchas aulas de economía como esta -aparte de problemas en teoría monetaria relacionadas a los distintos tipos de interés y sus relaciones con los flujos de riqueza y activos que los ejecutan- es que, por más lógica que suene esta historia, la misma evade la problemática del poder. La política siempre ha sido un dolor de cabeza para los economistas, llevando al reconocido economista Abba Lerner a señalar acertadamente que “una transacción económica es un problema político resuelto. …La economía ha ganado el título de Reina de las Ciencias Sociales por elegir como su dominio problemas políticos resueltos” (Lerner, 1972). El lector se preguntará, ¿cómo y por qué esta observación es relevante?
El caso europeo
En la coyuntura actual la lógica abstracta del economista parece no estar muy anclada en la realidad. Es decir, la tasa de interés parece no medir o reflejar el riesgo, sino que conduce directamente al mismo, y la libre entrada o salida del mercado parece ser un mito con graves consecuencias.
En la Europa actual vemos que la Troika trata de ejecutar lo que se podría llamar “chantaje estructural” (James Crotty, 2012). La alta tasa de interés que los países como Grecia tienen que pagar presume que hay buenas probabilidades de que no paguen. Si por alguna razón se comportan como la alta tasa de interés dice que se pueden comportar y no pagas, les eliminan el acceso al mercado de crédito para financiar gastos. Y si en efecto pagan, terminan en altas tasas de interés porque su capacidad de repago estaba en entredicho. En fin, se ha creado todo un andamiaje institucional e ideológico en el que “pagas o pagas”. No importa si el pago de la deuda implica sacrificar de inmediato a toda una sociedad ante el altar del crédito. En Puerto Rico y el mundo esto ha quedado más que claro, cuando tenemos gobiernos que han terminado convirtiéndose en rehenes de los bonistas y las instituciones que los representan (ver Rafael Bernabe, “El Doble Secuestro,” www.80grados.net, 21 de febrero del 2014).
El mecanismo de la tasa de interés, que muchos economistas celebran como un incentivo para que personas faciliten sus ahorros para que otros tomen prestado para darle dinámica a la economía, ha contribuido a materializar una desigualdad de riqueza e ingresos en el mundo que no tiene parangón. De hecho, en Estados Unidos, gran parte del aumento en el volumen de la deuda adquirida por hogares en las últimas décadas se debe más a aumentos en las tasas de interés que al tamaño del principal o el número de préstamos (Mason y Jayadev, 2014).
De forma paralela, son muchos los que pretenden ofrecer un análisis macroeconómico del caso europeo sin tomar en consideración el Tratado de Maastricht de 1992 y su artículo 104, donde se establece que los gobiernos no pueden tomar prestado de sus bancos centrales (anteriormente estos bancos prestaban a tasas de interés de alrededor de 1%). El crédito ahora lo tienen que buscar en la banca privada, a la cual el Banco Central Europeo (BCE) le ha prestado a una tasa de interés de 2% o menos. Luego la banca privada le presta a los gobiernos a un 7 u 8%. En otras palabras, gran parte del monto de la deuda de países como Grecia y España no tiene que ver con el discurso del “gasto desenfrenado e irresponsable”, sino con uno nuevo andamiaje institucional que ha facilitado una inmensa transferencia de riqueza y ha socavado la autonomía democrática representativa de estos países, revelando lo idealizada y débil que era desde un comienzo.
Un detalle no menos importante es que se obligaba a los países de la Unión Europea a comprar armamentos militares, mercancías proveídas en su mayoría por Alemania y Francia, y que en muchos casos contienen tecnologías obsoletas.
Volviendo a la gestión económica, lo más revelador del caso europeo es que tras años de aplicación es evidente que la políticas de austeridad no han logrado detener el aumento de la deuda en estos países. La razón es muy sencilla: las políticas no están en su lugar para resolver el problema de repago, sino para garantizar la servidumbre, anclada en la deuda (“debt peonage”) de estos países y sus clases trabajadoras en una Unión Europea con una estructura de poder asimétrica entre clases y países. En otras palabras, la deuda soberana se ha convertido en una de las oportunidades más rentables para el capital.
Al exigir ajustes estructurales a los países endeudados, la Troika en efecto refuerza la dependencia de estos países con el capital financiero. Se pide que se reduzca el gasto público para eliminar los déficits y liberar dinero para el repago de la deuda sin mencionar que esos recortes (piénsese en la reducción de empleo público, salarios, servicios, etc.) ponen severos límites en la capacidad de compras de los hogares, lo que acentúa aún más la contracción económica. Esto a su vez contribuye a que el gobierno obtenga menos ingresos (ej. menos empleo = menos ingresos del estado por contribuciones a base del ingreso), lo que abre la puerta a la posibilidad de seguir tomando prestado.
Con el escenario descrito dentro de la estructura del Tratado de Maastricht podemos ver más claramente el mecanismo de la redistribución de la riqueza. El gobierno griego está endeudado con varias entidades, desde el Fondo Monetario Internacional y el BCE, hasta bancos privados alemanes, franceses, e italianos. La Troika “rescata” a gobierno griego al proveerle fondos, pero estos fondos luego se utilizan para pagarle a los acreedores; en efecto, a quien se rescata es a los bancos.
Es interesante señalar que también hay bancos privados griegos que tienen en sus libros deuda soberana griega y que el BCE ha dado instrucciones al Banco Central Griego de que no se le extienda ayuda significante a sus bancos privados, aun cuando no hay reglas que estipulen este desenlace. Como señala el economista J.W. Mason, este caso denota parte de la dimensión política del asunto cuando uno examina cómo el BCE ha extendido cuantías de ayuda muy significantes a otros países- como España, Italia, e Irlanda- bajo el sistema del Trans-European Automated Real-time Gross settlement Express Transfer (TARGET) que prácticamente puede proveer fondos de manera ilimitada a los bancos centrales para evitar crisis.
El reconocido periodista en asuntos económicos Anatole Kaletsky publicó hace poco un artículo en el periódico británico The Guardian (16 de junio) titulado “Greek crisis: Europe has nothing to fear from Syriza’s belligerence” donde hace eco de la observación de Mason, de manera inconsciente, al hablar sobre “the ECB’s newfound ability to print money, essentially without limit, to support both banks and governments has reduced Greek contagion to insignificance”.
Kaletsky, que ha atendido las reuniones del club de Bilderberg y que codirige el Institute for New Economic Thinking de George Soros, no nota que por un lado dice que el BCE tiene luz verde para hacer lo que sea necesario para apoyar a las instituciones financieras de la área del euro, mientras que por otro insinúa que Grecia debe dejar de ser dependiente de esas ayudas para continuar funcionando. La pregunta de rigor sigue siendo, ¿porqué la doble vara?
Querer ajusticiar a Grecia por su progresiva disidencia (Syriza trató de llegar a acuerdos con la Troika hasta el punto de retractarse en algunas de sus promesas de plataforma para poder pagar la deuda) ha revelado la desigualdad en el poder y el chantaje estructural existente en una Unión Europea corroída desde el comienzo.
Líderes de Podemos en España, Syriza en Grecia y otros grupos han planteado de manera muy acertada la situación cuando preguntan, ¿de qué vale la democracia si cuando se adoptan medidas que para nada arreglan la situación no podemos cambiar de rumbo?, ¿cómo se puede hablar de democracia si los que tienen el poder no se presentan a elecciones? Estos y otros partidos, tanto dentro como fuera de Europa, tienen ante sí el reto de luchar contra algo que no ha sido elegido democráticamente, controla la política pública, y manipula la opinión pública y el sentido común; de nuevo, grupos e instituciones que gobiernan pero no están sujetos a elecciones.
Ahora con el anuncio de un referéndum griego proyectado para el 5 de julio, el capital se ha movilizado para pintar una situación donde Syriza se escapa de su responsabilidad al poner la decisión en las manos de su pueblo. La prensa financiera ya hace lo suyo al anunciar: “Tsipras Asking Grandma to Figure Out if Greek Debt Deal is Fair” (Bloomberg, 28 de junio, 2015) como si para comprender que las políticas de austeridad no han beneficiado a las masas se necesita un grado en ciencia aero-espacial. En fin, el miedo a que se siente al precedente de incumplimiento de pago (“default”) está contenido en titulares como este, análisis como el de Kaletsky, y en las expresiones de funcionarios de la Troika.
El sentido común impuesto por las estratas altas de la sociedad y sus instituciones nos recuerda a los tiempos de la Europa medieval, donde se pregonaba que la sociedad, para poder funcionar apropiadamente, debía ser una jerarquizada, con el rey al tope como emisario de dios en el mundo terrenal. Se decía que pensar que se podía organizar la sociedad de otra manera iba en contra de la naturaleza de las cosas, hasta que un día las víctimas de esa misma sociedad decidieron realizar un experimento muy interesante: separar la cabeza del cuerpo del rey. El sol siguió saliendo al otro día, no hubo un cataclismo natural, y la sociedad se reinventó. Parece que es hora de seguir con los experimentos o correr el riesgo de verdaderamente desaparecer de la faz de la Tierra.
Referencias
Bernabe, R. 2014. El Doble Secuestro, 80grados.net, 21 de febrero.
Crotty, J. 2012. The Great Austerity War:What Caused the US Deficit Crisis and Who Should Pay to Fix It?, Cambridge Journal of Economics, 36(1): 79-104.
Dussel, E. 2014. 16 Tesis de Economía Política: Interpretación Filosófica, México, Siglo XXI Editores.
Jayadev, A. and Mason J. 2015. “The Post-1980 Debt Disinflation: An Exercise in
Historical Accounting,” Review of Keynesian Economics, forthcoming
Lerner, A. 1972. The Economics and Politics of Consumer Sovereignty, American Economic Review, 62(1/2): 258-266.