Rosario y los rostros de Terpsícore
Sus espléndidos poemas incluyen “La bailarina”, en el que la danza es “una ira larga y roja” y “Corazón Ventrílocuo” que describe a Salomé bailando “hasta sangrarse los pies por entre lirios morados.” En su cuento “La bella durmiente” de Papeles de Pandora, la bailarina de circo Carmen Merengue gira “vertiginosamente hasta desaparecer bailando como si nada le importara si vivía o moría sólo bailar clavada por los reflectores al techo de la carpa” mientras que la bailarina de ballet María de los Ángeles despierta de su sueño en un violento acto de rebeldía donde pierde la vida. En el alucinado texto de “Maquinolandera” la cantante-bailarina “trepada en sus plataformas de oro…dando un gran taconazo de catorce quilates sobre las tablas, comenzó a bailar”. En sus alusiones a Isadora y a Moira Shearer, las bailarinas no pueden poner fin al baile. La danza es, pues, en estos diversos rostros un valor estético a la vez que la única forma para la mujer-bailarina de romper los moldes establecidos.
Tal vez sea menos conocido el hecho de que Rosario en sus artículos periodísticos habló con frecuencia de las compañías y bailarines que vio en Puerto Rico como Maurice Béjart, Alicia Alonso y Margot Fonteyn. Y que en los años 70 intervino en los debates sobre danza en Puerto Rico desde su columna “Carga y Descarga” del periódico El Mundo. Siempre estuvo preocupada por el futuro del arte de la danza. Y fue amiga de los bailarines. Terpsícore, la musa de la danza, llora su partida.