Saciada: entre la mística y el erotismo
Agradezco profundamente a María Arrillaga el permitirme disfrutar la lectura y, además, prologar su reciente poemario Saciada (Isla Negra Editores, 2019). Ya antes había leído con admiración y deleite sus libros Ciudades como mares: Poesía 1966-1993 (2012) y Flamingos en San Juan/Flamingos in Manhattan (2012), los cuales revelaban una excepcional destreza poética en los dos idiomas que rigen la vida puertorriqueña, inglés y español, y una peculiar capacidad de transfigurar en inolvidables versos sus múltiples peregrinajes por las dos ciudades que durante varias décadas la han cautivado: San Juan y Nueva York.
Los andares de María Arrillaga por Nueva York y, sobre todo, el Viejo San Juan, transmutan esas ciudades en metáforas históricas del Jerusalén que en momentos cruciales y decisivos de su vida transitó el Jesús bíblico. Son peregrinajes que culminan en la crucifixión y resurrección místicas de la autora.
Saciada revela otra etapa en la creatividad poética de su autora. Suple un vacío en la literatura puertorriqueña, sobre todo tras el prematuro y triste fallecimiento del insigne poeta y fraile franciscano Ángel Darío Carrero. Lo impregna una clásica pero desafiante tarea de poetizar una convergencia entre mística y sexualidad, intensa religiosidad y provocadora carnalidad.
“En la intemperie clamo por Ti
Con hambre apasionada e intensa de tus besos
Que apacigüen el amor que tan devotamente te debo
Embriágame con tu sangre
Que me consume la sed de tu presencia
Mi espíritu encendido espera
Sus luces encendidas derrochando aceite
Las lámparas alumbran tu venida
Dulce esposo, Señor Jesús”
La entrega a Jesús es total. Conlleva renuncias, abstinencias y sacrificios. “La alegría de negarme tantas cosas que me gustan”. Sus poemas muestran de manera admirable la procesión de un alma femenina que recorre el desierto iluminado por el calendario litúrgico del catolicismo abnegado.
“El alma se fortalece con la renuncia
Dejando a un lado el placer.”
Es el sendero áspero y difícil propio del ascetismo religioso que aspira a elevarse espiritualmente, dejando atrás las truculencias del egoísmo y la desidia.
“El sacrificio me aturde
Se torna frágil mi mente
Me encuentro desorientada
Sin voluntad, memoria, y entendimiento
Dejo de ser para mí
Como ofrenda a Él me entrego.”
Y, sin embargo, como reflejo de la tradición poética del bíblico Cantar de los Cantares, irrumpe súbitamente la sexualidad que acompaña, como su sombra permanente, a la lírica mística:
“Un orgasmo siempre es santo y diferente
así como las oraciones fervientes.“
La frontera entre la oración y el orgasmo, entre la espiritualidad y la carnalidad, se desvanece y transforma en un enigma desafiante y provocador.
“Mi renuncia despierta los deseos de mi carne
Mi negación crece la batalla de mis sentidos
Sin rendirme aún
Vibra mi cuerpo entero con sentir de honda delicia
Con humildad agradecida me entrego
Acepto el placer de mi cuerpo
Añoro un más profundo deseo
El inefable misterio del deleite del espíritu…”
María Arrillaga se hermana, mediante su creatividad y sensibilidad poética, con una cofradía de mujeres insignes en la historia del cristianismo y que ella se esfuerza enaltecer literariamente: María, virginal madre de Jesús, Isabel, la madre de Juan el bautista, Marta y María de Betania, amigas cercanas a Jesús, María Magdalena, cuya relación con Jesús ha sido percibida desde distintas y conflictivas perspectivas literarias, Santa Catalina de Alejandría y Santa Margarita de Antioquía, mártires ejemplares del cristianismo perseguido por el imperio romano, Juana de Arco, Teresa de Jesús y sor Juana Inés de la Cruz.
En mi opinión, este espléndido libro de poesía, Saciada, nada tiene que envidiar a la exquisita y muy ensalzada obra literaria de la última mencionada, la mexicana Juana Inés de la Cruz. Recomiendo su lectura pausada y con intensa voracidad, a la vez mística y carnal.