Santurce
El espacio de vitrinas hecho añicos;
he vuelto a mirar en derredor.
A la hora pico de la vigila,
la que trae la imposible penumbra,
la ciudad de graffiti rasca el suelo
y levita. En noche así te revelas en mi nuca
cuando lo atemporal se cierne
al pequeño «yo» que se niega a ser. Me aferro
a la imposibilidad de repetir tus ojos verdes
en mi vientre siempre vacante.
No por eso anduve a solas la urbe entera,
no por eso negué los mapas,
ni por eso quise descolgar la esperanza de las paredes
pues la hallé en el gesto anónimo
devuelto por la isla que alguna vez
me tendió su luz irremediable.
El mar más allá de avenida,
la ciudad adherida a mi carne
como tu nombre en agujas
que es el nombre mismo de esta ruta
de concreto, desangre, de cal.
He aprendido a perder
y a ganar perdiendo.
Sólo soy un bípedo rutinario
extraviado nuevamente entre la multitud
para encontrarse en la tinta.