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Sean Connery (1930-2020)

Manuel Martínez MaldonadoManuel Martínez Maldonado Publicado: 6 de noviembre de 2020



Por supuesto que recordamos a Sir Thomas Sean Connery como James Bond, pero habar de que Bond ha muerto es, francamente, no conocer el actor superlativo que se hizo famoso como 007. Nacido en Edinburgh, su carrera actoral comenzó en el teatro. Antes de eso, como adolescente, fue lechero, no en balde los cuentos de los susodichos y las amas de casa. A los 18 medía 6 pies 2 pulgadas, la estatura de Bond, y fue modelo en el colegio de arte de su ciudad natal donde los estudiantes lo describían como un “Adonis”. Participaba en deportes, en particular, como es de esperarse, en soccer y alzaba pesas, pero también pasó un tiempo puliendo ataúdes. Tal vez por eso cuando en “Diamonds are Forever” (1971), los asesinos Mr. Wint and Mr. Kidd meten a Bond en uno que ha de ser cremado, no vimos que sudara ni una gotita.

Fue sin embargo en la cinta de 1958, “Another Time, Another Place”, que las audiencias, en particular las féminas, lo notaron. Como Mark, el amante casado de Lana Turner (ella no lo sabía) Connery no solo prestó su figura, sino que su actuación sugirió cosas por venir. Mi madre, que adoraba el cine, le dio una C al melodrama, pero dijo en forma de broma con pique que el guionista debió haberlo resucitado. Estuvo en una serie de películas olvidables en papeles breves hasta que, en 1961, llegó “Dr. No”, primera de la serie Bond. A pesar de que hubo dudas de darle el papel, nadie dudó que era perfecto. La película fue un éxito, no solo por él, sino que la trama de Ian Fleming tuvo una feliz adaptación a la pantalla. La nueva idea de un espía que le hace el amor a las espías “malas”, pero las despacha sin pensarlo dos veces, le gustó a todo el mundo.

Se dice que el director Terence Young fue el maestro que le enseñó al exlechero como caminar, como comer y como actuar como el bon vivant, Bond, que conoce sus vinos y se mueve entre los espías internacionales con la finura y el esnobismo digno de un inglés que ha asistido a las mejores escuelas y se ha codeado con las clases altas. La segunda en la serie Bond (hubo seis con Connery), “From Russia With Love” (1963) estableció que nadie más iba a ser un Bond como él. Esa, que junto a “Goldfinger” (1964), son mis favoritas, es una delicia como película de aventura y acción. Luego de tres películas, Bond entró a la conversación mundial sobre héroes ficticios, y Connery era ahora uno de los hombres más codiciados del planeta.

El actor tenía otras aspiraciones además de ser un espía internacional que todos conocían. De hecho, me parecía un chiste que cuando entraba a un lugar tuviera que decir: “Bond, James Bond.” ¿No era obvio? Pues esa obviedad era precisamente lo que quería dejar atrás y ¿qué mejor que hacer un filme con Alfred Hitchcock? “Marnie” salió el mismo año que “Goldfinger” y, aunque tenía una trama interesante y el suspenso abundaba, no tuvo la recepción crítica que recibieron otras cintas del director. La audiencia, sin embargo, volvió a ver a Connery y a Hitchcock, y la película ganó $7 millones (había costado $3 millones hacerla). Quedó claro que Connery no era sólo un actor de películas de aventura y espionaje. Todos pudieron comprobar su talento actoral en dos otros filmes de la época: “The Hill” (1965), dirigida por Sydney Lumet, y, una de mis favoritas de Connery, el filme de John Houston “The Man Who Would Be King” (1975). Los que sean admiradores de Connery podrán verlo como el magnífico actor que es, en una cinta basada en la novela homónima de Rudyard Kipling. La historia que tiene una moraleja antimonárquica y que presenta de forma alegórica las maldades del imperio inglés, no solo luce con la presencia de Connery, sino con actuaciones magníficas de Michael Caine y Christopher Plummer.

La evidencia incontestable de Connery como actor de primera se fue acumulando de ahí en adelante y los que lo echaron de menos en las películas de Bond no saben lo que se perdieron si nunca han visto “Robin and Marian” (1976) y “The Name of the Rose” (1986). En la primera Connery es Robin Hood y Audrey Hepburn es Lady Marian. Entrado ya en años Robin va en contra de una orden de Ricardo Corazón de León que tiene consecuencias graves. El resto del filme está lleno de sorpresas y la representación del amor entre Marian y Robin es una belleza. El otro, basado en el famoso libro de Humberto Ecco, es un formidable misterio por el que rondan Sherlock Holmes (el personaje principal se llama William of Baskerville y lo ayuda un pichón de Watson llamado Adso… of Melk, quien, por supuesto, es el narrador) y Jorge Luis Borges (una biblioteca secreta es capitaneada por el monje más viejo del monasterio, un ciego que se llama Jorge de Burgos). Por supuesto, los americanos no entendieron ni papa, incluyendo algunos críticos que uno creía bien leídos. La actuación de Connery es superlativa y por ella recibió el premio de mejor actor de BAFTA y el filme, mejor película extranjera en los César franceses.

Lo recuerdo claramente, sin embrago, como Jimmy Malone, el policía irlandés-americano en “The Untouchables” (1987), con su acento sibilante en completa floración y con su enorme carisma dominando todas las escenas en que aparece. La espectacular secuencia en la que un asesino (y la cámara) persiguen a Malone por su apartamento, con la música de Ennio Morricone incrementando el suspenso, en la que repite la frase “… brings a knife to a gun fight”, y culmina con la expresión de asombro del personaje antes de ser acribillado por las balas de una ametralladora, marca un pináculo artístico cinematográfico que mezcla movimiento, música, palabra y expresión. Por su trabajo en ese filme Sean Connery recibió el Oscar y un Golden Globe como mejor actor de reparto. Su carrera fue reconocida por sus colegas de Hollywood en 1995 con el premio Cecil B. DeMille.

Sí, lo recodaremos como Bond, pero ese personaje no ha muerto: vive en las películas que nos legaron sus productores que tuvieron la visión de ver, en el que fue un lechero que pulía ataúdes, al único que puede decir de un Martini, “Shaken not stirred.”, y no sonar como un anuncio para Hendrick’s.  Más importante es la memoria de sus actuaciones superlativas en películas que se alejan tanto de Bond que comprueban lo buen actor que era. Donde quiera que está, será notado.

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Manuel Martínez Maldonado
Autores

Manuel Martínez Maldonado

Nació en Yauco, Puerto Rico. Fue crítico de cine de Caribbean Business, El Reportero, y El Mundo en San Juan de 1978 a 1989, Sus poemas y ensayos han aparecido en Yunque, Revista de la Universidad de Puerto Rico, Caribán, Mairena, Pharos, Linden Lane, Resonancias, la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, y Hotel Abismo Primer premio de poesía José Gautier Benítez de la Facultad de Estudios Generales en 1955; primera mención de poesía en el Festival de Navidad del Ateneo de Puerto Rico en 1956 y 1982. Autor de los poemarios La Voz Sostenida (Mairena), 1984; Palm Beach Blues (Editorial Cultural), 1985; Por Amor al Arte (Playor),1989; y Hotel María, 1999, finalista del Premio Gastón Baquero (Verbum, Madrid); Novela de Mediodía, 2003 (Editorial Cultural/ Verbum). Es autor de las novelas, Isla Verde o el Chevy Azul (Verbum) 1999; El Vuelo del Dragón (Terranova) 2012; Del color de la muerte (Publicaciones Gaviota) 2014; Solo la muerte tiene permanencia (Verbum) 2014. Es Premio Nacional de Novela 2013 del Instituto de Cultura Puertorriqueña por El imperialista ausente (2014).

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