Señor presidente, no siga en el siglo XX
No niego que la beca presidencial sea una práctica cuestionable. Sin embargo, criticarla enfáticamente por la otorgación de fondos a sujetos relacionados con la presidencia, la rectoría de la UPR o el gobierno de turno, apela más al chismorreo que a la búsqueda alternativa de soluciones ante la crisis académica y presupuestaria de la Universidad de Puerto Rico.
Cuando la UPR contaba con muy pocos profesores con grados doctorales, la beca presidencial contribuyó a que algunos de sus excelentes maestros pudieran viajar a Estados Unidos, España o México para regresar al aula con el máximo título universitario y una amplia experiencia multicultural. Las becas presidenciales fueron indispensables para el desarrollo de la educación universitaria y el progreso de nuestro país. El primer programa doctoral de Estudios Hispánicos surge en 1963 para fortalecer el estudio de la literatura y lengua materna. En 1968 se instaura en la Facultad de Ciencias Naturales el programa doctoral en Química, indispensable para el vasto desarrollo de la producción en Puerto Rico del 70% de las medicinas consumidas a nivel mundial.
Gran parte de los demás programas doctorales surgieron entre los años 80, 90 y el siglo XXI: Biología (1981), Química Física (1981), Educación (1982), Psicología (1986), Historia (1987), Inglés (1999), Administración de Empresas (1999), Trabajo Social (2002). Somos una universidad rica en programas doctorales y prácticas de investigación indispensables, si no fuera porque gobierno tras gobierno se prefiere contratar “expertos” careros en lugar de consultar a estudiantes y profesores de una institución en la cual tanto los sueldos de los profesores como la educación e investigación de los estudiantes son financiadas por los impuestos de nuestros ciudadanos.
No podemos negar que la beca presidencial permitió que la Universidad de Puerto Rico iniciara un proceso de obtención de títulos a nivel doctoral. Sin embargo, hoy por hoy la misma Administración Central que otorga la beca presidencial afirma que la Universidad de Puerto Rico es “la única institución del país reconocida como universidad doctoral por la Fundación Carnegie para el Avance de la Enseñanza, clasificación que la coloca entre las universidades de investigación intensiva de Estados Unidos, y la única de este tipo en la región del Caribe y América Latina”. ¿Hay razón alguna para que una universidad doctoral reconocida por la Fundación Carnegie ande regalando becas presidenciales para irse a estudiar al extranjero en lugar de fortalecer los programas doctorales prestigiosos que ya poseemos?
Señor presidente y rectores de la Universidad de Puerto Rico, los mejores estudiantes, aunque se gradúen en departamentos que todavía no poseen programas doctorales, son totalmente capaces de solicitar y obtener becas completas y hasta presidenciales en otras universidades. Si son excelentes, pueden solicitar y ser aceptados con becas completas en Yale, Harvard, Princeton, Columbia, Ohio State, Universidad de Maryland, UC
Berkley, Stony Brook, Duke, Universidad de Pensilvania, Universidad de Chicago, para mencionar solo unos cuantos ejemplos. Hay becas del Banco Santander para estudiar en España y también existen becas doctorales para estudiar en Alemania. ¿Qué hace la Universidad de Puerto Rico otorgando becas presidenciales con seguridad de plazas si los estudiantes más capacitados y competitivos no las necesitan?
Más vergonzoso todavía me parece que tengamos doctores por contrato, bajo sueldos miserables, que obtuvieron sus títulos mediante becas competitivas en diferentes países del mundo (España, Francia, Estados Unidos, México, entre otros). Estos colegas no solo ya poseen sus títulos doctorales, sino que investigan y publican. No estamos en la universidad de comienzos del siglo XX, cuyos profesores con plaza necesitaban lograr un título doctoral para comenzar el prestigio investigativo de la UPR, sino en una universidad del siglo XXI cuyos profesores por contrato, aunque investiguen y publiquen, pueden ser sustituidos por quienes se van a hacer un doctorado en el extranjero sin probar su capacidad de competir mas allá de esta islita, a la que pueden volver con una plaza en la mano, sin competir para probar su mérito. En el siglo XX la beca presidencial fue una necesidad para una isla que recién comenzaba a desarrollar su primera institución universitaria. En el siglo XXI, es una mediocre premiación para quienes son solo capaces de cruzar el charquito de la presidencia de la UPR.
Señor presidente y rectores de la Universidad de Puerto Rico, la beca presidencial es cosa del siglo XX. Si la Universidad de Puerto Rico necesita profesores con doctorado en áreas específicas para las cuales no existen programas doctorales en nuestra isla, empleen el presupuesto para la creación de becas posdoctorales. En esta sociedad global del siglo XXI, hay cientos de doctores, en alguna parte del mundo, capaces de hablar español, inglés o “spanglish” y dispuestos a competir, con doctorado en mano, para venir a esta isla a dar clase e investigar con nosotros por un par de años. Financiar un posdoctorado no compromete ni regala una plaza. Tampoco le quita la oportunidad de competir a estudiantes brillantes que hayan obtenido su título doctoral una vez la Universidad de Puerto Rico tenga el presupuesto indispensable para abrir y descongelar plazas. Sobre todo, señor presidente y rectores de la UPR, no es legítimo otorgar plazas sin que haya una competencia abierta. No es justificable ni justo que en el siglo XXI, una universidad doctoral reconocida por la Fundación Carnegie ande regalando plazas y becas a gente incapaz de competir al otro lado del charquito de la presidencia.