Si es cuestión de morir…

Foto por Herminio Rodríguez
La experiencia de la conquista de América produjo lo que se le podría llamar una doble catástrofe. Por un lado, resultó en el genocidio de los pueblos originarios del hemisferio y, por otro lado, en el secuestro y esclavización de sujetos de origen africano. Es decir, produjo una catástrofe física o demográfica. Por lo tanto, la violencia ha sido el principio organizador que define las sociedades contemporáneas desde 1492. Además de una catástrofe física, la experiencia de la conquista produjo también una catástrofe metafísica, como ha planteado el filósofo puertorriqueño Nelson Maldonado-Torres.
El consenso general en los estudios sobre el pensamiento del siquiatra martiniqués Frantz Fanon (1925-1961) es que el sujeto racializado/colonizado es deshumanizado y por lo tanto relegado a lo que él llamó “la zona del no-ser”. El filósofo jamaiquino Lewis R. Gordon, especialista en el pensamiento de Fanon, dice que “[…] los sujetos negros se encuentran, Fanon anuncia al principio [de Piel negra, máscaras blancas], sin consideración como seres humanos estructuralmente. Son seres problemáticos, encerrados en lo que él [Fanon] llama ‘una zona del no-ser’.”[2] Según Maldonado-Torres, hay otra lectura posible del concepto de la zona del no-ser. La modernidad occidental(izada) y la colonialidad son constituidos por lo que Maldonado-Torres ha catalogado como una catástrofe metafísica que “transformó el significado y la relación de las áreas básicas de pensamiento y ser, particularmente el yo y el otro, junto a la temporalidad y espacialidad, entre otros conceptos claves en la infraestructura básica que constituye nuestro mundo humano.”[3] Esta catástrofe no tan solo modifica las relaciones geopolíticas y económicas sino que altera las dinámicas subjetivas e intersubjetivas creando así las condiciones para la deshumanización. Esto, en cambio, transforma un mundo de relaciones entre humanos a un mundo de colonialismo, dominación, y guerra permanente, que Maldonado-Torres ha llamado el paradigma de guerra que constituye la modernidad europea.[4]
El “paradigma de guerra” es un concepto que Maldonado-Torres adelanta en su texto Against War. Views from the Underside of Modernity en el cual arguye que la modernidad europea se volvió inextricable de la experiencia del guerrero y el conquistador – del ego conquiro[5] – en el cual surgió una moralidad de dominación que llevó a la naturalización de un mundo que privilegia el conflicto. La naturalización de esta manera de ver la relaciones geopolíticas e intersubjetivas es lo que Maldonado-Torres llama la “naturalización del paradigma de guerra.”[6] La implicación de esto es que las atrocidades que ocurren en contextos de guerra que típicamente son catalogadas como extraordinarias pasan a convertirse en parte de la cotidianidad en contextos coloniales. Es decir, surge una “ética de muerte de guerra” (death ethic of war) en contextos coloniales en lugar de una “suspensión de la ética”, como ocurriría en contextos de guerra en países occidentales.[7]
Esto permite a Maldonado-Torres proponer que es posible que Fanon pensó que la experiencia del sujeto racializado/colonizado se manifiesta debajo de la zona del no-ser, y no adentro de la zona del no-ser. “Hay una zona del no-ser – dice Fanon – […] En la mayoría de los casos, el sujeto negro no goza del beneficio de realizar este descenso a los verdaderos infiernos.”[8] Según Maldonado-Torres, esto ocurre porque el sujeto colonizado ya está viviendo en un infierno en el cual su existencia misma, y no su autenticidad (en el sentido fenomenológico), está en juego. El sujeto racializado/colonizado está condenado – para usar ese término fanoniano – al exterior de la zona del ser y no-ser, por lo que no hay dialéctica que lo salve. Esto explica por qué los contextos coloniales para Fanon son anti-dialécticos. Esto significa que la descolonización y la decolonialidad no se pueden subscribir a la dialéctica, a las luchas por el reconocimiento, sino a alguna otra lógica.
Por tal razón, es absurdo hablar de “paz” y “estabilidad” en Puerto Rico durante el tiempo en que vivimos, tiempos de #RickyRenuncia, “Telegramgate” o “RickyLeaks”, y gobernadores ilegítimos que hicieron que La Fortaleza pareciera un bed & breakfast. Es absurdo hablar de “manifestaciones pacíficas” donde se sufre la violencia cotidianamente de manera asimétrica, donde la muerte es segura. La clase política del país no pide “paz” sino sumisión, pues en un contexto colonial una “manifestación pacífica” es una contradicción de términos. No hubo, ni hay, ni habrá paz en la colonia.
Las manifestaciones del verano puertorriqueño constituyeron repudios al orden colonial en Puerto Rico. La indignación fue, y sigue siendo, por los comentarios homofóbicos, misóginos, los chistes sobre las personas que fallecieron durante o después del huracán María, entre tantas otras cosas. Esos mensajes de Telegram revelaron síntomas de un orden que se caracteriza por ser supremacista blanco, heteronormativo, patriarcal, capitalista, cristianocéntrico, eurocéntrico, e imperialista. Es decir, esos mensajes fueron destellos de las ruinas que quedan como evidencia de la catástrofe metafísica que plantea Maldonado-Torres. Los repudios a la corrupción en el gobierno y los medios de comunicación corporativos necesariamente implican repudios al sistema capitalista, aunque no se revele explícitamente, pues la corrupción – manifestación contemporánea de la piratería del siglo XVIII – es constitutivo del capitalismo. El historiador Gerald Horne, quien elaboró el desarrollo histórico de la esclavitud, supremacía blanca, y capitalismo como tres engranajes en la maquinaria del imperio inglés, planteó que “la piratería no tan solo facilitó la trata de sujetos esclavizados, particularmente después que Londres se movilizó para aplastarlo, sino que impregnó el capitalismo que emergió en la república [Estados Unidos] con el ethos del gánster.”[9] Dicho de otra manera, para acabar con la corrupción, hay que acabar con el capitalismo que es el sistema económico de la civilización euromoderna.
Fanon famosamente plantea que “[…] la descolonización es siempre un evento violento.”[10] Tiene razón, al parecer, lo que planteó Jesús Vélez Méndez en un artículo recién publicado en 80grados con respecto a la violencia como herramienta liberadora. Sin embargo, aunque no lo plantea explícitamente, la violencia a la que se refiere es la violencia física y en Fanon el tema de la violencia es más profundo. Vélez Méndez trae a Walter Benjamin para plantear que “los episodios de violencia generan hegemonías y sólo otro episodio de violencia interrumpe este proceso” para luego plantear que “La violencia es una condición sinequanon de la transformación, del cambio cualitativo.”[11] Con esto se puede caer en un purismo revolucionario que descarta las diferentes formas de luchar por la liberación más allá de la violencia física contra el Estado opresor. El revolucionario Filiberto Ojeda Ríos (1933-2005), en la última entrevista que dio antes de ser asesinado a sangre fría, dijo que mientras Puerto Rico siga bajo el yugo imperial de los Estados Unidos, la lucha armada “tiene vigencia”.[12] Sin embargo – y en esto se ve en Ojeda Ríos una influencia fanoniana – planteó que la lucha armada no era elemento principal de la lucha sino que servía como “la retaguardia revolucionaria”.[13] ¿Cuál será, entonces, ese “elemento principal”?
Como siquiatra durante la revolución argelina quien atendió pacientes de ambos bandos de la revolución, Fanon detestaba la violencia en todas sus manifestaciones. Sin embargo, Fanon no veía camino hacia la liberación donde se podría andar pacíficamente. El gobierno colonial no se ve como “injustificado e injusto, lo que significa que su derrocamiento sería, desde su perspectiva, injusto, injustificado, una violación de la decencia y el orden – en una palabra, violento.”[14] Es por esto que hablar de “manifestaciones pacíficas” en Puerto Rico es absurdo porque cualquier manifestación en contra del gobierno colonial – ya sea haciendo yoga frente a La Fortaleza, buceando con pancartas, o un perreo que deje las paredes del Viejo San Juan pintadas por el guayoteo de mahones – es violenta según la lógica imperial. Por tal razón, el Frente Popular para la Salvación Nacional declaró que “El paro nacional […] es un ejemplo claro de que el pueblo es capaz de unirse de manera combativa cuando lo que está en juego es la defensa de sus intereses.”[15] La combatividad (léase: violencia) del paro nacional, como la que vimos el pasado 22 de julio, y en general las manifestaciones de todo tipo, es debido a la ceguera intencional del imperio y sus monigotes a su régimen injustificado e injusto. Debajo de la zona del ser y no-ser, el pueblo de Puerto Rico sufre la violencia colonial cotidianamente, y “la mirada colonial […] sirve como el velo que esconde esta verdad.”[16] La violencia decolonial, entonces, se manifiesta en el proceso del resquebrajamiento del orden colonial, en el proceso de la creación de nuevas intersubjetividades, precisamente, en la “sustitución de una ‘especie’ de [ser humano] por otra ‘especie’ de [ser humano].”[17] Es en este sentido que podríamos plantear que la violencia es crucial para la transformación social y tal vez ese es el “elemento principal” de la lucha en el pensamiento político-filosófico de Ojeda Ríos.
Indudablemente, vimos el surgimiento de un nuevo sujeto político y nuevas intersubjetividades a través de las manifestaciones diarias, muchas de ellas auto-convocadas, por unas dos semanas corridas en diferentes partes del archipiélago y el mundo, con una demográfica interseccional. Ese pueblo que constante y consistentemente se manifiesta en contra de aquel orden colonial que representa la muerte segura sin duda alguna se arriesga a ser el blanco de la violencia física opresora del régimen. Pero como dijo Fanon, “En una lucha feroz estoy dispuesto a sentir el estremecimiento de la muerte, la extinción irreversible, pero también la posibilidad de la imposibilidad.”[18] Fanon alude a Martin Heidegger (1889-1976) (“posibilidad de la imposibilidad”) para plantear que la lucha por la descolonización puede resultar en la muerte prematura, que es garantizada para el sujeto racializado/colonizado (independientemente si lucha o no), pero también tiene la capacidad de convertir la muerte a una mera posibilidad. Heidegger establece la necesidad de que la muerte del Ser, del “yo”, se quede como mera posibilidad, ya que cuando la muerte es, el Ser no existe. La muerte entonces, para Heidegger, se queda como posibilidad entre otras posibilidades. Sin embargo, para Fanon la muerte del sujeto racializado/colonizado no es algo que está “claramente inminente” (distinctively impending) sino que es una realidad concreta. Por lo tanto, la lucha por la descolonización tiene la capacidad de desvanecer la muerte segura y convertirla en mera posibilidad.[19] La posibilidad de recuperar nuestra humanidad, y en ese proceso revertir los efectos de la catástrofe metafísica, amerita arriesgarlo todo. Si es cuestión de morir, primero que se mueran ellos. Pero si no, al menos morimos perreando en búsqueda de la liberación, tocándonos, sintiéndonos, y descubriéndonos como nos sugirió Fanon que hiciéramos.
Referencias
[1] Entrevista reproducida en Brad Evans y Natasha Lennard, Violence: Humans in Dark Times (San Francisco, CA: City Lights Books, 2018), 7–18.
[2] Lewis R. Gordon, What Fanon Said: A Philosophical Introduction to his Life and Thought, 1ra ed. (New York, NY: Fordham University Press, 2015), 22. Mi traducción del inglés.
[3] Nelson Maldonado-Torres, “Outline of Ten Theses on Coloniality and Decoloniality”, s/f, 11. Mi traducción del inglés.
[4] Véase Nelson Maldonado-Torres, Against War: Views from the Underside of Modernity (Durham: Duke University Press, 2008).
[5] Este término primero lo utiliza Dussel en Filosofía de la liberación (México: Fondo de Cultura Económica, 2011).
[6] Maldonado-Torres, Against War, 4.
[7] Maldonado-Torres, Against War.
[8] Piel negras, máscaras blancas en Felix Valdés García y Frantz Fanon, eds., Leer a Fanon, medio siglo después, 1ra ed. (Buenos Aires, Argentina: Rosa Luxemburg Stiftung; CLACSO, 2017), 54. Mi énfasis.
[9] Gerald Horne, The Apocalypse of Settler Colonialism: The Roots of Slavery, White Supremacy, and Capitalism in Seventeenth-Century North America and the Caribbean (New York: Monthly Review Press, 2018), 10. Mi traducción del inglés.
[10] Frantz Fanon, The Wretched of the Earth, trad. Richard Philcox (New York: Grove Press, 2004), 1. Mi traducción del inglés.
[11] Jesús Vélez Méndez, “La violencia: un instrumento de cambio”, 80grados, consultado el 7 de agosto de 2019, http://www.80grados.net/la-violencia-un-instrumento-de-cambio/. Énfasis en el original.
[12] Ojeda Ríos en José Elías Torres, ed., Filiberto Ojeda Ríos: su propuesta, su visión (San Juan, Puerto Rico: Ediciones Callejón, 2006), 78.
[13] Torres, 19.
[14] Gordon, What Fanon Said, 118. Mi traducción del inglés. Énfasis en el original.
[15] Torres, Filiberto Ojeda Ríos, 148. Mi énfasis.
[16] Achille Mbembe, Critique of Black Reason, trad. Laurent Dubois (Durham: Duke University Press, 2017), 111. Mi traducción del inglés.
[17] Los condenados de la tierra en Valdés García y Fanon, Leer a Fanon, medio siglo después, 129.
[18] Frantz Fanon, Black Skin, White Masks, trad. Richard Philcox, 1st ed., new ed (New York: Grove Press, 2008), 193. Mi traducción del inglés.
[19] “Death is the possibility of the absolute impossibility of Dasein. Thus death reveals itself as that possibility which is one’s ownmost, which is non-relational, and which is not to be outstripped [unuberholbare]. As such, death is something distinctively impending.” Martin Heidegger, Being and Time, trad. John Macquarrie y Edward Robinson (Oxford: Blackwell Publishers Ltd., 1962), 294.