SIMPOSIO JULIA DE BURGOS: discurso de clausura
Con este mensaje cerró un ciclo de conferencias y talleres el centenario de nuestra poeta nacional, Julia de Burgos.
Compañeros y compañeras de esta larga travesía. Ha sido larga. Un año de trabajo, de acuerdo al calendario. Pero de acuerdo al esfuerzo y el tesón, como se miden las peregrinaciones y los propósitos encumbrados, una pequeña odisea.Con escasez de presupuesto, clamando muchas veces a compañeros que debían colaborar, un poco sintiéndonos a veces como Noé, llamados a construir un arca, o como aquel que clama en el desierto… Pero poco a poco se oyeron los ecos, y detrás de los ecos los pasos, y detrás de los pasos las manos, de quienes, movidos por la pura generosidad y el amor a Julia, y a lo que Julia puede hacer por este país en bancarrota. De repente un batallón de entusiastas tomó la pluma y la palabra; un pintor donó su arte; una actriz encarnó a Julia viva; una voz le vio vida y melodía a sus poemas; un pintor, llegado a esta tierra sobre una galera del otro lado del mar como aquel que vio y oyó el Conde Arnaldos; otros que llegaron con abrazo de hermano o de hermana. Y en este recinto, se abrieron muchas puertas y llegaron con sus instrumentos a ayudar, a este zapatero cansado, como los duendes del cuento. Lo importante era, como dice León Felipe: “llegar todos juntos… y a tiempo”. Y eso hemos hecho. Julia produjo el milagro
Agradezco a todos los que aportaron auspicios materiales u económicos, desde la Universidad misma, y empezando por el rector y los decanos, que distrajeron de la escasez lo necesario; la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades que acogió parte de nuestra propuesta; la Comisión Nacional del Centenario, cuyo trabajo ingente a lo largo de casi dos años acunó y lanzó la idea necesaria; al artista Dennis Mario, que no solo autorizó al uso de sus obras sino que sufragó el costo de impresión de los carteles; al Departamento de Arte Cultura y Turismo del Municipio de Humacao que aportó lo necesario para la producción de la obra “Julia íntima”; a Idalia Pérez Garay y Zoraida Santiago, músicos y técnicos que donaron sus talentos; a El Nuevo Día que se comprometió con una campaña de promoción de varios meses; al Centro Cultural Antonia Sáez de Humacao que nos recibe esta noche; al Consulado de España en Puerto Rico que hizo posible traer una gran exhibición de obras desde España; al Museo Casa Roig, que nuevamente se vistió de gala; a todos los conferenciantes; a Kristian Pérez McDougall por su música, al Coro de la Universidad, a los que donaron fondo en metálico de sus propios bolsillos; a la Asociación de Docentes de este recinto; a los se pagaron los pasajes aéreos para estar presentes; a los técnicos de video y sonido, Bobby y Miguel; a la Oficina de Actividades Culturales del Recinto, a la Oficina de Artes Gráficas, al Departamento de Comunicación, a la Oficina de Admisiones, a la Oficina de Educación Continua, al Departamento de Servicios de Oficina, a la Oficina de Cuentas por Pagar, a los editores que han publicado tantas cosas, a las estaciones de Radio Walo y Radio Victoria, y a Televicentro de Puerto Rico, Canal 4; a los ujieres y a los moderadores, y, claro está, a todos los que estuvieron presentes, empezando con los estudiantes, empleados, maestros y profesores, y a todo el país que aun sabe de sueño y de amores.
No me olvido –cómo, imposible– del Comité Organizador que salvó el arca del simposio de un naufragio inminente, y tampoco de quien constituyó felizmente ese comité, de mi mano derecha en este proyecto, la Directora del Departamento de Español, Carmen Orama López y nuestra secretaria, Miriam Pagán. Ni de los empleados de las diversas oficinas administrativas, y de transportación. No me olvido, nunca, aunque ella no lo crea, de mi esposa y compañera, y de mis hijos todos, que tuvieron que tolerar mi conducta obsesiva y absorbente de tantos meses.
Da gusto comprobar que a cien años de su nacimiento, y a más de 60 años de su muerte, Julia siga tan viva y efectuando milagros. Si está viva entre nosotros, entonces, tiene futuro, se proyecta al porvenir. Quizás porque el Arte verdadero es imperecedero; quizás porque la poesía, como todo arte que crea, sólo puede vivir en libertad, porque toda creación es un acto de libertad,
quizás porque nos percatamos de sentir en sus versos una voz auténtica que envuelve y acaricia, y no un eco como decía Machado; o quizás porque, aunque han cambiado las apariencias, y los contextos, lo esencial sigue incólume, tal cual era en los tiempos de Julia.
Sigue vivo el machismo que subestima la mujer, y sobre todo la doble moralidad, sigue viva la opresión, la desigualdad social, el coloniaje que padecemos, el imperialismo salvaje que bombardea mundos. Pero siguen también vivas, por otra parte, las fuerzas del amor, de ese amor que no tiene gobierno ni nunca tendrá, que no tiene vergüenza ni nunca tendrá, lo que no tiene juicio.
Sigue viva, ardiente, como una multitud de cirios en la catedral de la ignominia, la irónica y aplastante despedida de Julia de este mundo, que no expresó en los términos vallejeanos de esos golpes tan fuertes, yo no sé, sino de una manera más rotunda que la rotundez de los heraldos negros de Vallejo, porque su último grito lo acuñó precisamente en Welfare Island, la isla del bienestar, y en palabras del imperio, la isla de la protección, la isla de la asistencia, y al lado de la isla de la libertad. Y en inglés, precisamente. ¡Qué ironía tan genial!
Sus últimas palabras resuenan más que el trueno:
porque en esa isla del welfare, en esa isla del bienestar, ella, Julia, a pesar de reconocer que sus ojos estaban llenos de soledad, pudo gritar: “all of me is loneliness / in a rebelion heart”.
Es decir: “yo soy toda soledad / en un corazón… rebelde”. Porque Julia, en mi humildísima opinión, forjada de tanto sentirla al leerla, fue más que víctima de la bebida, como alegan los que quieren reducirla y anularla, mártir de sus causas libertarias, mártir de sus reclamos de derechos, de su preservación de la dignidad, no solo como mujer, sino de la humanidad entera. Julia es una figura heroica, como lo fue Antígona en el mundo griego, porque enfrentó, con los ojos abiertos y la voluntad decidida, solidaria hasta el tuétano y acorazadamente digna, los minotauros de sus laberintos, tanto el laberinto personal de sus pasiones legítimas como mujer, como el laberinto sociopolítico de los poderes hegemónicos del planeta.
Por eso le enviamos ahora a Julia un mensaje a donde quiera que se halle, ya sea en las sinfonías de esferas celestes, la vitalidad de las aguas, las venas en las que late la vida, o dondequiera que canten los ruiseñores:
“Este SIMPOSIO ha cumplido tu deseo postrero y más caro a tu corazón, Julia.
Al despedirnos hoy, y por ahora, antes de la fiesta y los recitales de esta noche que se celebrarán en La Casona de Humacao, plenamente conscientes de cómo nos muerden ciertas realidades, pero rebeldes como Julia, y “con la tea en la mano” como Julia, le gritamos acompañados con un ramo de claveles lo que siempre quiso ser y deseó que la llamaran todos :
¡POETA! Muchas Gracias.