Siria y la ONU
Este año dos temas aparecieron con gran frecuencia en los discursos: Siria y el Consejo de Seguridad.
La guerra civil siria y el uso de armas químicas acapararon los medios noticiosos internacionales durante un par de semanas pero de pronto desaparecieron de vista. Eso es común en eventos conflictivos que se han resuelto parcialmente a corto plazo y que pronto se reemplazan en la atención del debate mundial por otro evento igualmente dramático. El cierre del gobierno federal en Estados Unidos provocó precisamente eso, destronando las demás noticias de los titulares de la prensa comercial mundial. Sin embargo, en la ONU el tema sirio continúa vigente y evidencia la profundización de la tragedia humana. Quedó dramatizada su extensión a países vecinos que ahora enfrentan varias crisis de refugiados. En el Líbano, por ejemplo, los miles de refugiados sirios se sumaron a los campamentos de palestinos que a su vez llevan cuarenta años albergados allí. Esa ola migratoria se produce en un país que lleva sobre tres décadas parcialmente ocupado por el ejército pacificador de la ONU, los cascos azules. El Primer Ministro libanés Michel Sleiman le pidió a la Asamblea General su solidaridad y, claro está, un aumento en los fondos que la ONU le otorga a su país para los desamparados y desempleados sirios.
Un reclamo similar sometió el Rey de Jordania, Abdullah II, cuyo país también ha recibido a miles de refugiados que huyen de la guerra civil siria. Es irónico que un rey reclame ayuda para defender derechos civiles, los mismos que le niega a sus súbditos, como el más básico que es elegir a sus gobernantes. Incluso resulta escandaloso escuchar a la controladora dinastía saudí de Arabia y al opresivo gobierno de Catar cuando critican al presidente sirio Al-Assad por represión política.
El tema también produjo los comentarios de Turquía que, además de recibir su dosis de inmigrantes, se enfrentó a Siria en un conflicto comercial en el que ambos países se aumentaron mutuamente aranceles e impuestos y que produjo el cierre de casi todas las fronteras mutuas. Dado que el oleoducto sirio que transporta petróleo desde los pozos iraquíes hasta el Mar Mediterráneo no pasa por Turquía, las naciones occidentales no sintieron el efecto del cierre fronterizo. Los sirios sí; más que los turcos.
El cierre del oleoducto sirio durante la guerra entre Irán e Irak en la década de 1980 produjo aumentos mundiales en los precios del petróleo. Lo mismo pasaría en este momento, por lo que a Estados Unidos, Europa, Japón y China no les conviene que la guerra civil siria se prolongue puesto que desde el principio del conflicto el bando de oposición provocó explosiones en varias secciones del oleoducto. Turquía, por su parte, posee su propio oleoducto que conecta su costa mediterránea con los yacimientos del Mar Caspio y que no toca suelo sirio, por lo que no se interrumpiría por eventos en Siria. Incluso se beneficiaría por el alza en los precios del combustible. Por otro lado, la guerra civil detuvo el desarrollo de una tubería que bombearía gas natural proveniente de Irán hasta puertos sirios para transportarse a Europa, particularmente Alemania, Francia e Italia. Ese oleoducto le permitirá a Europa reducir su dependencia energética del gas natural ruso. La construcción de ese proyecto, que se financiará con capital iraní, no podrá darse sin estabilidad política.
En geopolítica, Siria representa para Rusia lo que Israel representa para Estados Unidos. Ha sido un aliado ideológico y militar desde los tiempos de la Unión Soviética y el régimen de padre de Al-Assad. Entonces, en plena guerra fría, Siria rechazó la presencia estadounidense en el Oriente Medio y atacó a Israel en la guerra de 1967, lo que le produjo la pérdida de parte de su territorio y de su control sobre el Líbano. Ese país aún recuerda la conexión de Al-Assad con el magnicidio de su primer ministro Rafic Hariri en 2005. Tanto entonces como hoy, Siria ha sido aliado de Hezbolá, el grupo armado que atacó a Israel exitosamente desde el Líbano. Siria es para Rusia, como Israel para Estados Unidos, un aliado problemático. Por un lado, combate a su mayor enemigo, pero por otro lado, mantiene una política exterior interventora que promueve la inestabilidad en la región.
Siria no es un aliado ruso incondicional, pero sí muy dependiente. Recibe mucha ayuda militar rusa, incluidas armas químicas, a cambio de una base naval relativamente pequeña en la costa mediterránea siria. La base rusa es algo así como un apartamento estudio ubicado frente al mar: tiene poco espacio pero goza de una ubicación privilegiada. Las salidas al mar de la flota rusa son muy limitadas. La salida al Mar Báltico obliga a sus barcos a navegar muy cerca de las costas de sus enemigos potenciales. Por otro lado, su extraordinario tamaño le produce problemas de comunicación pues la flota del Pacífico, que también sale al mar en aguas congeladas y cercanas a costas potencialmente enemigas, se encuentra a una gran distancia de la flota atlántica o mediterránea. La base rusa de Tartus en la costa siria le ofrece un lugar estratégico que no sería fácil de reemplazar. De hecho, el Presidente Vladimir Putin tiene intenciones de expandirla, empresa que resultaría improbable bajo una intervención militar estadounidense.
Detrás del tema de Siria se esconde un asunto más complicado: Irán. El discurso del presidente Obama se refirió a detener a Siria para darle un mensaje a Irán. Su preocupación con el programa nuclear iraní refleja la política de muchos años respecto al asunto. Irán no ha olvidado cuando Israel destruyó un reactor nuclear en tierra iraquí ni el asesinato en el 2012 del científico iraní Mustafa Ahmadi Roshan que laboraba en el proyecto de enriquecimiento de uranio. El objetivo de controlar la influencia iraní incluye a los rusos, que se aliaron a los estadounidenses en su apoyo a Sadam Husein en la guerra con Irán entre 1980 y 1988. Irak utilizó en aquel entonces armas químicas contra civiles iraníes y kurdos, pero nadie se indignó en el Consejo de Seguridad ni amenazó con bombardear al agresor. Yes, but he was our s.o.b. at the moment, podría respondernos la diplomacia estadounidense. Tampoco denunciaron que entre 2004 y 2010 dos compañías inglesas le vendieron a Siria productos químicos para producir sarín con el permiso del gobierno británico.
Washington no cerró el asunto de Siria después del acuerdo con Rusia. La retórica mantuvo en todo momento la puerta abierta de la interpretación sobre áreas grises. Estados Unidos votó a favor de la resolución del Consejo de Seguridad con muchas condiciones. Indicó John Kerry que debía hacerse en un tiempo razonable, cosa que dudaba. También señaló que debía haber transparencia completa, lo que no veía probable. Las condiciones fueron tantas y tan arbitrarias, que justificarían la intervención, si así lo quisieran. El acuerdo con Rusia, además, le permitió al Presidente Obama tomar un segundo aire en la contienda con el congreso, pues la violación de algún compromiso del acuerdo por parte de Siria podría convencer a algunos opositores actuales de la intervención en la Cámara de Representantes y provocar que cambiaran su voto. Ese voto volverá al congreso próximamente, el Presidente Obama acusará a Siria de violar alguna condición del pacto y su petición de intervención podría aprobarse. Esperemos que no.
La guerra civil siria será prolongada pues algunos de los participantes se juegan la vida. También tomará tiempo el establecimiento de un contrato social estable que garantice el orden sin sacrificar los derechos humanos. El sector alauí defenderá al régimen hasta las últimas consecuencias, a menos que se creen las condiciones para unas garantías reales del respeto a sus derechos individuales y colectivos. Su experiencia anterior al régimen de Assad, cuando fueron perseguidos, reprimidos y estigmatizados, les coloca contra la pared. Esa minoría alauí promovió un estado secular y tolerante de las diferencias religiosas. Por lo tanto, las minorías cristianas se han beneficiado de su secularismo. Sin embargo, se adueñaron del estado y los recursos sirios de tal manera que monopolizaron la riqueza y el poder entre un pequeño sector, excluyendo a la mayoría de la población, predominantemente sunní. Un gobierno electo por mayoría en Siria sin duda lo controlarían los sunnís y con mucha probabilidad eliminarían la separación entre iglesia y estado. Arabia Saudí, mayoritariamente sunní, celebraría la remoción de los chiitas del gobierno sirio y por eso apoya el ataque aéreo estadounidense.
Por otro lado, el tema del Consejo de Seguridad se destacó con tal fuerza que evitó que el conflicto en Siria monopolizara el debate. Las críticas al Consejo como institución se concentraron en el poder de veto y el total de miembros permanentes. Francia propuso que el voto no se utilizara en casos de crisis humanitarias y Chile sugirió eliminarlo totalmente. Ese poder implica que China, Estados Unidos, Francia, Inglaterra o Rusia pueden derrotar cualquier resolución del Consejo aunque sea el único miembro que se oponga. Eso no existía en la Sociedad de Naciones (League of Nations); se incluyó en la ONU por la influencia del Realpolitik, que reconocía que si no hubiera veto, cada uno de esos cinco estados, en caso de que no estuvieran de acuerdo con alguna resolución aprobada por el Consejo, tenía el poder militar suficiente como para retarla y nadie se lo podría impedir. Por lo tanto, el veto del Consejo simplemente reconocía el poder real de retar exitosamente cualquier decisión que no le conviniera. Dado que esos cinco países aún retienen el poder real de incumplir con imposiciones del Consejo de Seguridad, es poco probable que desaparezca pronto.
El otro aspecto sobre el Consejo de Seguridad giró en torno al aumento de miembros permanentes y no permanentes. Chile propuso a Brasil, India, Japón y Alemania como nuevos miembros permanentes y promovió su propia candidatura entre los no permanentes. Su apoyo a Brasil, que también promovió la ampliación de sus miembros, refleja un posible acuerdo diplomático entre Brasilia y Santiago de apoyarse mutuamente en sus respectivas ambiciones. Sin embargo, bajo el criterio del realpolitik, no parece justificarse la ampliación del Consejo. Si se partiera del principio de equidad entre estados, no cabe duda de que debería ampliarse y habría de eliminarse el veto. Pero geoestratégicamente, ninguno de esos cuatro estados ocupa una posición comparada con los cinco permanentes. Japón y Alemania se han rearmado parcialmente y tienen la capacidad económica para crear sendos aparatos militares formidables. Pero no lo han hecho, por lo que en este momento su capacidad de retar resoluciones es cuestionable. India, por otro lado, goza de poca influencia política más allá del subcontinente asiático y le falta mucho para alcanzar los niveles de Francia o Reino Unido. Brasil, al igual que India, posee una gigantesca extensión territorial y enromes recursos. Además, sobrepasó a Reino Unido al convertirse en la sexta economía de mayor tamaño del mundo. Claro que el PIB que en Reino Unido se reparte entre 63 millones de personas en Brasil se reparte entre 200 millones. Además, Brasil no ha conseguido convertir su poder económico en un liderato político regional y menos mundial. En Sur América, Venezuela retó abiertamente el monopolio de la influencia política y económica brasilera con gran éxito a través de la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) que desbancó al Área de Libre Comercio de América (ALCA) que promovía Washington.
La sesión cerró el primero de octubre con el discurso del israelita Benjamin Netanyahu en el que le planteó a Irán que las condiciones previas al diálogo diplomático incluían que se detuviera el enriquecimiento de uranio, que se removieran del país las reservas de uranio que ya posee, que se desmantelara la infraestructura nuclear, que se detuviera la construcción del reactor de agua pesada y que se detuviera la producción de plutonio. Rouhani, por su parte, manifestó la voluntad de Irán para dialogar pero sin condiciones previas. Por lo tanto, Israel e Irán no dialogarán en un futuro cercano. Es también poco probable que el Presidente Obama lo haga pues también antepone requisitos a la vía diplomática con Irán.