Sobre la importancia de ser alien: en memoria de Leonard “Spock” Nimoy
Dif-tor heh smusma
Yo comencé a entender que el arte era esencialmente un desvío más preciso para llegar al sentido del mundo de la mano de la ciencia ficción. La realidad por lo general está cubierta por una tela invisible y la creación es la mejor herramienta que tenemos los humanos para (des)velar la conciencia. Así, deambular el desastre suburbano clase bajo mediera de Turabo Gardens, Caguas en esos cacofónicos y opacos 80s, fue una empresa particularmente hostil a los sentidos. Al menos Spock me mostró la opción del viaje.
Yo solo vi re-runs y cuando ya habían pasado bastantes años de terminada la serie. Por lo general tarde en la noche, irregularmente y en doblajes mexicanos. El show tuvo una vida muy corta y los raitings no lo favorecieron, de hecho la última temporada (1968-1969, que es la más pobre, llena de “monster of the week episodes”) vio la luz de la tele gracias a una campaña write-in de los fans. Sin embargo, logró adherirse a la piel de la cultura popular como un parásito neural; una simbiosis que fue mejor encarnada por uno de los personajes más representativos de ese género en el siglo 20.
Un crítico desapegado y no iniciado no tardaría en darse cuenta que el show era un tanto limitado: estereotípico, sexista y acartonado; para otros son precisamente esas “limitaciones” lo que lo hacen un elocuente documento cultural. Sin embargo, estas consideraciones críticas poco importan a la hora de examinar la dimensión afectiva. En la suburbia cagüeña en la que me tocó sobrevivir la adolescencia, Spock fue una ventana a una estrategia de potencia sicológica y me mostró que ser un apartado mientras, en efecto, se está es una manera de encontrar tu voz propia. Las aventuras espaciales del Enterprise, si bien políticamente sospechosas, abrieron la imaginación a la vastedad del espacio, expusieron mi mirada a un crew particularmente diverso y multinacional, y descubrí, estático, la importancia de la duda y la ironía que Spock traía en cada episodio. Los humanos son básicamente una especie volátil, que expresan lo mejor de sí en situaciones en las que los vínculos aparentan estar disolviéndose, observaría en algún momento Spock. Ahora bien, es una apreciación inadecuada argüir que los vulcans no tienen emociones, es más preciso –una vez examinado el canon trekie- que la especie evolucionó mientras desarrollaba técnicas para no dejarse manipular por ellas.
De madre humana y padre vulcan, Spock es el híbrido paradigmático, y en el contexto de la federación y de la nave, es a la vez el emisario y el extranjero. (Hay que recordar que en el universo de Star Trek el primer contacto entre una raza extraterrestre y los humanos lo provocaron los vulcans). Leonard Nimoy lo encarnó con maestría minimalista: parco, gélido, siempre cuestionador de las intemperancias humanas, a primera vista Spock provee poco espacio para los afectos pero atraviesa las intenciones con el bisturí de la lógica. Pero, eso sí, la amistad lo fortalece y con el paso del tiempo él y Kirk crean un vínculo que transforma más a Spock que a Kirk. No es que sea más o menos humano o más o menos vulcan, sino que su fortaleza es ser ambas cosas a la vez, mientras su extranjería le otorga la distancia, su hibridez le provee vías de movilización. Algo similar ocurre con Worf en las otras dos series que siguieron a la original.
Entender a Spock como emblema del extraño en la casa es útil porque abre la lectura hacia espacios socio-políticos. El mundo nos es dado y en él todos somos extraños, pero devenir extraño dentro de lo que ya es extraño requiere disciplina. Spock logra un balance entre la resistencia a pertenecer completamente y la colaboración con el colectivo mediante la lógica y el pensamiento sistemático. Puede recordarse en esta instancia una de las definiciones más críticamente elocuentes que se ha dado sobre la ciencia ficción como un género de “extrañamiento cognitivo” (Darko Suvin). Para Suvin, una de las funciones del género es crear en la imaginación la necesidad de la resistencia. La literatura cifi es especialmente apta para promover el cambio social porque, al basar sus premisas en las transformaciones físicas y los conocimientos científicos, el texto genera la extrañeza del mundo que podría incitar al lector a observar con mayor atención. La ciencia ficción es al fin y al cabo un dispositivo literario-filosófico para representar el presente, no el futuro. El futuro es simplemente la cáscara en la que se despliega la ansiedad sobre un entorno deteriorado. Spock observaba atentamente a los humanos en un entorno futurista mientras el mundo real ardía: lucha por los derechos civiles, asesinato de Martin Luther King, Vietnam en llamas, Nixon y el asesinato del Che Guevara. Muchos verían en Spock un engendro escapista. Creo que era exactamente lo opuesto: una extrapolación estética de conciencias activas anhelando el cambio.
Fiel seguidor de Stanislavski, Nimoy pensaba que el personaje se lograba mejor mediante el ejercicio mental de la creación de las memorias y los sentimientos del universo ficticio que debía representarse. Así, Nimoy -cual Kafka para esta era de desplazamientos sociales- extrae de su propia vida fragmentos histriónicos para incorporar en Spock. El alien entre los humanos, deriva del yiddish entre los cristianos. Nimoy nació en Boston de una familia de emigrantes judíos ortodoxos ucranianos cuya primera lengua fue el yiddish, lengua que Nimoy habló toda su vida. Es particularmente notorio que Nimoy obtuvo inspiración para el saludo vulcan de una tradición ritual ortodoxa judía. Representa en hebreo la letra “shin” (ש), que quiere decir “todopoderoso” y es un gesto utilizado en algunas ceremonias tradicionales como una bendición. El gesto es ahora considerado por muchos –gracias a Nimoy, si se me permite el énfasis- como el signo universal para designar “larga vida y prosperidad” (lo que está en vulcan en mi epígrafe). Propongo aquí que Spock/Nimoy podría devenir una dupla conceptual estética, el germen de un dispositivo hermenéutico para estudiar ciertos aspectos de la ciencia ficción; la emergencia de funciones híbridas ya sea en el argumento, o en la estructura textual; la aparición de instancias en las que un extranjero muestra que las cosas no son lo que parecen ser, etc… Me fui en un viaje, pero de eso se trata la brega en la que estoy, hacer estallar los ejes de la representación, coquetear con los límites de la especulación.
Spock –que siempre fue un apartado- a expensas de la ocasional brutalidad macharrana de Kirk, logra formular una extraña singularidad en el bridge de la nave y construye una amistad duradera con el capitán. Así, ser alien es la herramienta que abre los espacios éticos, la actitud en la que colindan la estadía y el fluir. La Federación de Planetas es un proyecto geopolítico (cosmo-político si se quiere ser consecuente con la jerga cifi) de dudosa raigambre colonialista, pero lo que habría que observar en ese esquema es que posiblemente la travesía en el espacio es también la travesía hacia el otro. Cuando la realidad adquiere la forma de aguda corrosión moral, el Viaje debería considerarse una alternativa política óptima. Esta actitud, bajo el lente del extranjero en tierra extraña, es la postura crítica. Spock hace valer cierta forma del viajero, no la del que va a colonizar la tierra para incorporar sus objetos a la vitrina de su oficina, sino la del que sabe que solo puede pretender explorar a los demás y al espacio sensible quien está constantemente observándose a sí mismo.
Para el adolescente ochentero que fui, Spock fue la máscara verdadera, la persona a partir de quien construir estrategias de participación o evasión. El mundo real que giraba en alguna parte no me proveía el consuelo de sentirme como epicentro; ahora entiendo que eso fue una bendición, mi ש. La ciencia ficción abría el campo de las percepciones para apreciar que estar afuera te regala la lucidez gélida de la humildad. Para los observadores humanos como McCoy, Spock no podía ser poco más que un niño arrogante, pero a éste esa apreciación solo podría haberle parecido ilógica. El mundo es vasto, el universo aún más, quizá se pueda encontrar una idea de la felicidad en la convicción de que a partir del torbellino indiferente de lo existente el hallazgo de una voz singular es un milagro.
Gracias Nimoy por Spock. Gracias Spock por mostrarme un camino.