Solo: A Star Wars Story
Para muchos el fallecimiento fue una situación de pena y dolor incontrolables que les causó tanto estrés que solo vieron ese capítulo tres veces. Ahora pueden estar satisfechos porque Solo regresa en su vida antes que las cosas se fastidiaran con el Imperio maldito que ha de regir las galaxias. Hans Solo (Alden Ehrenreich), nos enteramos, es un habitante del planeta Corellia, un lugar donde se fabrican naves espaciales y los huérfanos son forzados a robar para sobrevivir. Él y su novia Q’ira (Emilia Clarke) quieren escaparse de las garras de la ganga que los tiene más o menos de esclavos. Al intentar la fuga, ella es apresada y Solo tiene que ir a buscar fortuna por su cuenta. Lo mejor de esta parte es que descubrimos que Han se apellida Solo porque un guardia de “emigración” en una “galaxia bien lejana, hace mucho tiempo” sabe español.
En su nueva vida, Solo va a un centro de reclutamiento castrense y les dice que quiere ser piloto. Como ha de ser el caso a lo largo del filme lo que sigue es hilarante y sienta las pautas cómicas de la cinta. Escrito por el experimentado guionista Lawrence Kasdan, quien ha participado en otros proyectos asociados a la franquicia, y su hijo Jonathan, el filme tiene la influencia de los escritos de Lawrence para Silverado (1985) y Wyatt Earp (1994) e incluye juegos de una especie de póker intergaláctico en una mesa llena de seres que reclaman ser atendidos por su apariencia. Uno con por lo menos ocho ojos, tuvo los míos capturados por varios minutos. Como es de esperarse en las películas de vaqueros, hay shootouts o duelos de pistolas, asaltos a trenes, bandas de pillos y “indios” de metal propulsados por las tecnologías que algún día ha de sustituir a los humanos (por lo menos es lo que esperan Home Depot, WalMart, etc. para no pagar salarios).
El director Ron Howard, quien tiene un gran sentido para las escenas de acción, no nos defrauda y mantiene todo a buen paso y con algún suspenso (si uno está en edad pediátrica, según definido arriba). Pero, ¡vaya!, se goza uno lo que está pasando y sabe que puede adivinar la mayoría de lo que ha de venir en las próximas escenas y en las próximas secuelas.
El joven Alden Ehrenreich, el nuevo Solo, es bien parecido, simpático, cachetoncito, y carismático, pero sin esa cosa que tenía Harrison Ford de falsa vulnerabilidad que lo hacía el contrabandista más apreciado del universo que vivía y del fílmico, y que tanto contribuyó con ella a la parte actoral de Blade Runner (1982). Tal parece que el personaje perdió su sentido de humor que, es obvio, fue desapareciendo de su comportamiento.
La presencia de Woody Harrelson como Tobias Beckett le añade a la cinta el misterio de qué es lo que busca su personaje. Mitad pirata, mitad vaquero es una figura que parece estar en el filme para que los mayores nos identifiquemos con él. Lando Calrissian (Donald Glover), evolucionó mucho. Aunque Glover es joven y agradable, ni a los tobillos de su antecesor fílmico, Billy Dee Williams. Eso sí, este Lando sostiene el romance más progresista de la pantalla con L3-37, una droide que es la que maneja y navega el Millenium Falcon (la nave que ha de ser de Solo, sí la nave espacial que está en el cuarto del nene).
La novia de Han Solo es Emilia Clarke, que se ha hecho famosa por su papel de Daenerys Targaryen en la serie televisiva de HBO Game of Thrones. Bella, con unos ojos que hacen suspirar a cualquiera, Clarke es la perfecta compañera para el joven Solo quien, más tarde, habría de caer en el arrullo de los brazos de la princesa Leia (Carrie Fischer, qepd).
Mi favorito, a pesar de que a veces no le entiendo lo que dice, es Chewbacca (Joonas Suotamo) quien descubro, para mi sorpresa, que tiene más de 100 años.
Pasable, divertida, más o menos predecible (para los que exceden la edad pediátrica; tal vez para otros), veremos cómo le va en la taquilla. Para este tipo de producción, últimamente, es lo que cuenta.