Sonero: lo nuevo de Miguel Zenón
«No era un cantante más. Para mi él iba mucho más allá», dice Miguel Zenón cuando habla de Ismael («Maelo») Rivera (1931-1987), el enfoque de su último proyecto, Sonero: La Música de Ismael Rivera. «Encarnaba el arte en su mayor expresión. Era como Bird, Mozart, Einstein, Muhammad Ali: era un tipo especial».
Zenón sabe algo de grandeza musical. Es uno de los pensadores más originales del jazz, conocido por la complejidad musical que desarrolla y por ser uno de los saxofonistas más reconocibles de su generación. Todo gira en torno a su tierra, Puerto Rico, y siempre tiene algo nuevo que decir. Combina el respeto por la tradición cultural con su imaginación como compositor. El Puerto Rico de Zenón, igual que el jazz de Zenón, tiene un sonido único.
Es posible que Sonero sea el mejor disco de Zenón hasta la fecha, lo cual no es poco decir. En su décimo segundo disco como líder, Zenón y su cuarteto se embarcan en un homenaje a un músico que le influyó desde su niñez: Ismael Rivera, el cantante e interprete mejor conocido como Maelo por sus amigos y admiradores. Oriundo – al igual que Zenón – del barrio de Santurce, Maelo es un héroe popular en el Puerto Rico de hoy, inclusive 30 años después de su muerte. «Cuando la gente habla de él, lo tratan como una figura legendaria», dice Zenón. Un poco más allá, cruzando el Caribe, en Colombia, Venezuela y Panamá, es igual de popular que en Puerto Rico. Pero para el resto del mundo es menos conocido. «Una de las cosas que busco con Sonero,» dice Zenón, «es que sea reconocido en todo el mundo».
Ismael Rivera se formó musicalmente en la tradición afropuertorriqueña y junto con su amigo de crianza Rafael Cortijo – el gran percusionista y líder de banda – fundan Cortijo y su Combo, agrupación que revoluciona el mundo de la música popular. Inspirados por el repertorio de bomba y plena de el patriarca Don Rafael Cepeda, Maelo y Cortijo encabezan el movimiento que convirtió esos ritmos en la música habitual de las orquestas de baile, que en esa época tocaban principalmente en el estilo cubano.
Rivera poseía un estilo muy puertorriqueño del soneo o improvisación. El término proviene del son, el estilo de música cubana que se considera el precursor de la salsa. Sonero, el título del disco, se refiere al cantante que improvisa letras y melodías sobre las repeticiones del coro. Es una de las formas más elevadas de interpretación, ya que se le exige al cantante que despliegue su erudición musical y textual mientras hace al publico bailar y disfrutar. Para sus seguidores, Rivera es considerado El Sonero Mayor.
Habiéndose formado como percusionista, Rivera desarrolló un estilo de canto que se apoyaba en frases de ritmo percusivo – ¡rucutúc, rucutúc, rucutúc, rucutác! — como parte de la letra, lo que permitía al cantante aumentar la complejidad rítmica. «De niño me crié rodeado de salsa», dice Zenón, «y cuando la gente hablaba de todos los grandes cantantes – Héctor Lavoe y Cheo Feliciano, Marvin Santiago, Chamaco Ramírez, y otros por el estilo – siempre hablaban de Maelo de forma diferente. Rubén Blades habla de Maelo como un revolucionario, un genio del ritmo.”
«Juntaba frases y más frases, de diferentes compases, cosas tan avanzadas que como músico puedes decir, ‘bien, eso es un cinco contra cuatro, luego se cruzan y se terminan juntando aquí’, pero estoy seguro de que él no lo pensaba así», dice Zenón. «Él simplemente transmitía lo que sentía. Y lo que sentía estaba tan adelantado a su época que fue realmente trascendente. Muchos de los elementos que he usado en los arreglos del disco se inspiran en lo que Maelo hacía rítmicamente al improvisar».
Prosigue Zenón: «Un sonero para mí no es solo aquel que improvisa. Es también una forma de ser; un individuo que encarna el género. Siempre me ha atraído la complejidad, pero en este caso es complejidad con una base muy fuerte en el folclore y en la grasa que él ponía. Lo tenía todo», dice. «El timbre, la voz, la manera de desarrollar las letras como improvisador y, por encima de todo, la genialidad rítmica».
Zenón concibe sus discos como obras integrales. Año tras año va sacando nuevos proyectos y su cuarteto, todos virtuosos, ha viajado el mundo entero. En Sonero, el grupo plasma el espíritu de Maelo desde una perspectiva muy propia. El disco destaca el sonido reconocible y plenamente desarrollado del Cuarteto de Miguel Zenón, cuyos miembros son los mismos desde hace quince años: una estabilidad poco vista en el mundo del jazz. Tocan un jazz único y personal, bajo la dirección de Zenón pero construido sobre la fluidez de su comunicación musical.
La unidad del grupo se pudo apreciar cuando estrenaron la música de Sonero durante una estadía en el Village Vanguard en marzo del 2019. «Luis, Hans y Henry tienen todos una conexión con esta música», dice Zenón. «Y esta va mucho más allá de la partitura. Es algo personal. Luis, por ejemplo, es todavía mas salsero que yo. Es la música con la cual creció desde niño. Así que cuando tocamos estos arreglos sé que el siente lo mismo que yo y que reconoce enseguida de dónde vienen todos los elementos».
Las piezas incluidas en Sonero son arreglos hechos por Zenón de canciones de otros compositores, pero es tal su grado de elaboración que parecen composiciones suyas. Los oyentes quizá recuerden su arreglo de «Incomprendido», una composición de Bobby Capó que Maelo convirtió en un clásico. El arreglo de Zenón es quizás la pieza más destacada de Alma Adentro: El Cancionero Puertorriqueño (2011), el álbum en el que el cuarteto dio tratamiento jazzístico a canciones de algunos de los más grandes compositores populares de Puerto Rico. El enfoque de Sonero es similar, con versiones de canciones de los mismos compositores canónicos que nutrieron el repertorio de Ismael Rivera.
Muchos de los temas de Sonero son canciones clave del repertorio de Rivera: «Quítate de la vía, Perico,» uno de los primeros éxitos de Rivera con Cortijo, comienza con un ritmo de tren en aceleración; el aire alegre de «El Negro Bembón» – de Bobby Capó – contrasta con la letra, que trata la tragedia de un Afro-puertorriqueño asesinado por tener los labios gordos; «Las Caras Lindas» de Catalino «Tite» Curet Alonso, es una de las canciones más reconocibles de Maelo, con versiones hechas ya por múltiples artistas; «El Nazareno» explora su conexión religiosa con la procesión del Cristo Negro de Portobelo, Panamá, en la que participaba regularmente.
Otras elecciones son más rebuscadas, como «Las Tumbas», que delinea la experiencia de Rivera en el presidio; «Colobó», sobre los placeres de vivir en Loíza Aldea, el poblado negro de Puerto Rico en las afueras de San Juan donde florece hoy la bomba; y «La Gata Montesa», un bolero-cha agridulce que habla de una mujer mitad felino y mitad vampiresa.
Cuando el cuarteto de Miguel Zenón la toca en vivo, la música de Sonero puede ser una experiencia igualmente inolvidable como la grabación. Las historias que cuentan las letras viajan por las mentes de los cuatro músicos, que hacen suyo el espíritu de Ismael Rivera en la maestría de su despliegue instrumental.