Stan & Ollie: comedia y drama

Durante la filmación de Way Out West (1937) Stan (Steve Cogan) rehúsa renovar su contrato con Hal Roach (Danny Houston), porque cree que no ha reconocido el valor del dúo y su éxito taquillero, y les está pagando menos que lo que se merecen. Oliver, mejor conocido por Ollie (John C. Reilly), no se puede ir con él porque tenía un contrato separado del de su compinche (no eran una pareja cuando ambos firmaron sus contratos) y el acto se rompe. No es hasta los tempranos años 50 que se vuelven a unir para hacer una gira en Inglaterra por los teatros del llamado “music hall” (de muchas formas el equivalente al burlesco americano). Su acto está compuesto de sus antiguas rutinas. En ellas se deleitan sus antiguos seguidores, pero, poco a poco, van atrayendo nuevos seguidores.
Ya para esos años había surgido en el cine una nueva pareja de gordo y flaco, Bud Abbott y Lou Costello, quienes, curiosamente, también vinieron del burlesco y usaron la radio y el cine para convertirse en la pareja de cómicos más famosa de la década de los 40 y 50. Para recordárnoslo, en una escena en Londres, Stan ve un gran afiche para una de las películas del nuevo acto cómico.
Las musas griegas del teatro, que nos dieron las máscaras que todos conocemos como comedia (Talía) y tragedia (Melpómene), tal vez consideraron que esas dos expresiones no solo se dan en el escenario o en la pantalla, sino que son parte de la vida. En el caso de las actrices y los actores que nos hacen reír, la ironía acompaña sus vidas privadas, que no suelen ser de tanta liviandad. Son, muchas veces, el payaso que hace reír, mientras el dolor vive en su corazón.
Ollie, quien era americano (Stan era inglés), tuvo varios matrimonios y era un apostador desafortunado a las carreras de caballo. Stan era terco y, por sus acciones, Ollie y él rompieron, en un momento que pudo haber significado un retorno exitoso a las pantallas de cine. Ese hecho desemboca en los conflictos que se convierten en una cuña entre dos seres que, en realidad, se quieren entrañablemente, como amigos y colaboradores. La película, escrita por Jeff Pope, tiene un tono que contrasta con las frivolidades a las que recurre el par para hacernos reír. Nos reímos, pero nos damos cuenta de que el humor también cambia con los tiempos, lo cual es otro factor que influye en la popularidad de los intérpretes en la vida real. El humor depende muchas veces de lo que está ocurriendo en la realidad y no adaptarse a esos sucesos, o no considerarlos, evita que una rutina cómica nos entusiasme. Al mismo tiempo, no exagerar la comicidad de lo que los dos cómicos están haciendo en una pantalla de cine del siglo XXI, es la forma perfecta de hacernos ver que, no importa qué hubieran hecho estos dos artistas, su tiempo había llegado. Como le llegó a Chaplin, a Harold Lloyd y a Abbott y Costello, por dar pocos ejemplos.
La película es razonable y llevadera; los actores principales y los de reparto, excelentes. A veces nos arranca carcajadas. También, en su especie de mutismo emocional, es triste, y nos recuerda que la fama es casi siempre transitoria, y que aferrarse a ella es trágico.