Su casa es nuestra casa: Sobre A House of My Own… de Sandra Cisneros
En el contexto de las llamadas letras hispanas o latinas –prefiero usar el término latinoestadounidenses– la producción de los chicanos o mexicoamericanos se destaca por su trayectoria, su volumen y su calidad. Así es de esperarse si se piensa en la larga historia de este grupo, el más numeroso y el de más larga tradición cultural entre los latinoestadounidenses, tradición que fácilmente se puede trazar hasta el siglo XIX, al menos, si no antes. Y en ese rico contexto sobresalen varias artistas que han marcado profundamente esa comunidad y su literatura: Gloria Anzaldúa, Ana Castillo, Carla Trujillo, entre otras, son excelentes ejemplos de esas chicanas cuya marca ha ido más allá de su comunidad. No cabe duda de que Sandra Cisneros (Chicago, 1954) es una de las grandes estrellas de ese amplio conjunto. Su primera colección de cuentos que forman una novela fragmentada, The House on Mango Street (1984), la estableció como escritora de importancia, más allá del contexto chicano. (Elena Poniatowska hizo una hermosa traducción de esta obra, traducción que ayudó a convertir a Cisneros en la escritora chicana mejor conocida en los países de habla hispana.) Woman Hollering Creek and Other Stories (1991), para mí su obra más importante, confirmó su puesto en ese canon de las letras, como también Caramelo o Puro Cuento (2002), una ambiciosa novela que presenta la historia mexicana del siglo XX desde la perspectiva de una chicana. Otros libros – poemarios, libros para niños – configuran la totalidad de su producción como una entidad coherente y muy valiosa. Ahora Cisneros nos ofrece una colección de ensayos, la mayoría ya publicados, que junta y fusiona con breves textos introductorios sobre la creación de los mismos y sobre su vida en el momento que los escribió. Con ellos, como si fuera un collage de piezas muy diversas, forma una ingeniosa autobiografía, como el subtítulo del libro establece: A House of My Own: Stories from My Life (New York, Alfred A. Knopf, 2015).
No hay que escarbar mucho para descubrir dos alusiones o, mejor, dos intertextualidades que aparecen ya desde el título de esta nueva obra y que apuntan a líneas de pensamiento o preocupaciones que la conforman. El título claramente nos remiten a dos textos, uno propio, The House on Mango Street, y otro ajeno, A Room of One’s Own de Virginia Woolf, que son para mí, los parámetros principales de esta nueva obra. Cisneros pasa del cuarto propio de Woolf – sí, sí, de ahí viene el nombre de la importante editorial chilena – a la casa propia, casa que se convierte en la metáfora central del libro y hasta de toda la obra de Cisneros.
Todo esto parece interesante, pero ¿por qué dedicar espacio y tiempo a comentar la lectura de un libro como este entre lectores que no son chicanos ni estadounidenses? ¿Por qué dedicar tiempo y espacio para comentar la lectura de un libro como este entre lectores puertorriqueños o, quizás y en el mejor de los casos, hispanoamericanos de otros países? Me pregunto esto porque escribo en español y para una revista boricua, lengua y contexto que no comparten los posibles lectores más afines a este libro. Pero, más allá de que me declaro lector omnívoro y que me siento con derecho a comentar todas mis lecturas, si es que algo tengo que decir sobre las mismas – así me lo enseñó mi maestra, Nilita Vientós Gastón –, creo que una nota sobre este libro en el contexto boricua quizás estimule la lectura de esta autora entre nosotros y la misma no dejará de ser beneficiosa para un lector puertorriqueño o una lectora hispanoamericana ya que este es un libro que abre puertas y ofrece perspectivas innovadoras. Por ello me aventuro a apuntar estas notas de lecturas que no intentan ofrecer un cuadro completo del libro de Cisneros – solo una detenida y detallada interpretación crítica del mismo ofrecería ese cuadro – ni trata de colocarlo en el contexto cultural del que surge, la literatura de las chicanas. Por ello solo leo el libro fijándome en dos rasgos del mismo, rasgos que me impresionaron profundamente: primero, la transformación de un texto ensayístico de cualquier tema en un testimonio autobiográfico y, segundo, el magistral empleo de la metáfora de la casa para componer un retrato de la autora misma. Confieso que ambos temas me atraen personalmente porque me tocan muy de cerca, como escritor, como intelectual y, sobre todo, como persona. Es esta, pues, otra justificación – en el fondo innecesaria, como las anteriores – para escribir esta nota que justifico, en el fondo, con una frase que empleo frecuentemente: escribo estas páginas “porque me gusta y porque me da la gana”. (Mis amigos entenderán…)
A House of my Own… está compuesto por cuarenta y cinco ensayos, la inmensa mayoría de los mismos ya publicados en revistas o antologías. La variedad temática de los textos recopilados es muy grande. Cisneros va desde la Virgen de Guadalupe, a la fotografía de Mariana Yampolsky, a la novelística de Mercè Rodoreda, hasta Chavela Vargas, entre muchos otros temas. Como apuntan ya estos pocos ejemplos que ofrezco, la autora se interesa grandemente por la producción de las mujeres y por las figuras femeninas que pueblan su cultura. Por ello su interés especial en la Virgen de Guadalupe, figura que interpreta de manera innovadora y poco ortodoxa, hasta probablemente de manera herética para algunos. La Guadalupe se convierte en su ensayo en un ente sincrético que protege y revela a la diosa azteca Coatlicue y, por ello, se transforma, como reza el título de esta importante pieza, en “Guadalupe the Sex Goddess”. Solo por este provocador ensayo vale la pena la lectura de todo el libro de Cisneros.
De forma parecida lee la autora a otras mujeres y, en el fondo, estas provocadoras lecturas feministas vienen a conformar un autorretrato, una autobiografía. Es que el interés suyo por otras dibuja sus propias motivaciones, sus propias búsquedas, sus propios logros. Por ejemplo, como la fotógrafa mexicana Marina Yampolsky, quien nació en Chicago en una familia de distinguidos intelectuales judíos – era sobrina por parte de madre del gran antropólogo Franz Boas –, Cisneros se afirma como mexicana por voluntad y, también como Yamplosky, intenta ofrecer una imagen personal e innovadora de México, del México profundo, donde lo que para otros es una mera nota folclórica queda convertido en una imagen casi surrealista. De forma parecida, la ruptura con lo heteronormativo que destaca en la música y, sobre todo, en el “performance” de Chavela Vargas hace eco en su propio “performance”, no como lesbiana en su caso, sino como mujer heterosexual que rompe las expectativas burguesas de tener esposo y familia. Podríamos ir ensayo por ensayo y hallar en cada uno claves para entender la imagen de sí misma que Cisneros ha ido creando con estos textos. Pero este no es el propósito de estas páginas, aunque esta no deja de ser una tarea meritoria a la que alguien podría dedicarse muy fructíferamente.
Antes de pasar al segundo tema que me interesa destacar en estos textos, la metáfora de la casa, creo necesario aclarar que no todos los modelos que Cisneros explora son femeninos y que entre los otros, entre los masculinos – el ensayista Eduardo Galiano, el poeta Luis Omar Salinas, el músico Astor Piazzolla, por ejemplo –, quizás el más importante sea su padre, un emigrante mexicano de clase media que siempre mantuvo contactos con su cultura originaria y que sirvió de puente hacia ella para sus hijos. El trato de la figura del padre – y también la de la madre: chicana de Chicago a quien Cisneros identifica con la lengua inglesa y con el amor por los libros – es a veces ambivalente, contradictorio pero, siempre y en el fondo, profundamente amoroso. Uno de los ensayos más conmovedores del libro es “An Ofrenda for My Father on the Day of the Dead”. Este texto, entre muchas otras cosas, es una magnífica explicación del sentido que tiene el español para ella y para muchos de los latinoestadounidenses. No conozco otro texto que explique mejor que este esa relación que a veces puede parecer, en el mejor de los casos, conflictiva sino francamente antagónica. Es que la lectura de este libro no solo nos lleva a conocer mejor a la autora – o la imagen de sí misma que crea para sus lectores – sino a los latinoestadounidenses en general: aquí Cisneros es ella y es también su comunidad.
Apuntaba que me interesaba destacar el empleo de Cisneros de la metáfora de la casa. La misma se hace notar desde el título del libro, y hay varios ensayos en el mismo que vuelven una y otra vez al tema y en casi todos este se toca, aunque sea pasajera o indirectamente. Para entender la importancia que tiene el tema hay que recordar un dato de la vida de la autora: durante su infancia y adolescencia su familia se mudó de apartamento casi anualmente por razones económicas. Todos los veranos la familia regresaba a México y el dinero ahorrado para la compra de una casa se esfumaba. La familia, de nueve miembros, volvía a otro pequeño apartamento en uno de los barrios más pobres de Chicago. Luego, tras sus años de estudios universitarios, la autora buscó desesperadamente “un cuarto propio” para escribir. Pero ella era ambiciosa y, más que cuarto, buscaba la casa propia donde pudiera crear su obra y crearse a sí misma.
En el libro hay dos casas con las que se identifica la autora: la de San Antonio, Texas, donde vivió por veinte años y la que convirtió en un centro para escritores y pintores latinoestadounidenses de esa ciudad, y la de San Miguel de Allende, donde vive ahora en su intento de reafirmar sus raíces mexicanas. La casa de San Antonio fue también conocida en todos los Estados Unidos porque fue el motivo de una polémica entre Cisneros y sus vecinos ya que la pintó de colores que supuestamente violaba las normas de decoro del vecindario de clase media alta donde estaba situada. La polémica fue tema en las noticias de todo el país.
Pero la casa es más que el centro de una polémica o un dato autobiográfico en este libro. La casa es una gran metáfora que sirve para entender a la autora misma y su obra. Por ello el penúltimo texto del libro se titula “Epilogue: Mi Casa Es Su Casa”. Partiendo del título del epílogo, yo titularía el libro completo “La casa soy yo” y la intención no es parafrasear “L’Etat c’est moi” sino apuntar a lo que para mí es el centro del libro: la identificación de la autora con su vivienda, con el mundo que se crea para poder escribir, para poder ser ella misma en sus propios términos.
A lo largo de todo el libro Cisneros define de manera diversa lo que para ella es ese ámbito ideal que busca, uno donde pueda crear porque se siente segura, protegida. Pero la domesticidad añorada no es la de la norma heterosexual. Cisneros busca una casa que le permita definirse como persona, pero en sus propios términos, no en los impuestos para la sociedad: “A house for me is a space to reinvent oneself…” (185), dice muy claramente en un ensayo donde habla sobre su necesidad de rodearse de obras de arte para crear su mundo. Su casa, especialmente la que ocupó y rediseñó en Texas, no solo la define como individuo sino como miembro de una colectividad: “I’ve chosen San Antonio as my home. I’ve found finally a place that is all about self-invention. For me these borderlands match my interior landscape of beign both Mexican and ‘Merican at the same time.” (140) (Hay que aclarar que el término “’Merican” es invención suya y es término que emplea para definirse como mexicoamericana y con esa palabra, además, titula uno de sus mejores cuentos.) Pero la casa para ella no es solo una vivienda; también lo pueden ser el libro y la biblioteca: “We find ourselves at home, or homing in books that allow us to become more ourselves.” (35) De esta forma el libro mismo que ahora nos ofrece es su casa. Entramos a ella por su lectura. Por ello, ingeniosamente casi cierra el texto con el dicho de “mi casa es su casa”. Pero parece en verdad decirnos “mi libro es mi casa”, y nos invita a entrar.
Recomiendo que se acepte la invitación: ¡Lean, queridos lectores y lectoras, este hermoso libro de Sandra Cisneros! Reconozco que lo disfruté porque, por un lado, me sirvió de modelo o me ofreció una buenísima lección: cualquier texto, hasta una humilde reseña como esta, puede ser una forma de escribir un fragmento de una autobiografía. Por otro lado, también me sentí justificado al entender su visión de la casa y su transformación de esta en una metáfora que le sirve para entender su propia vida y su obra. Por ello invertí la frase que ella emplea y, al leer su libro, me decía constantemente “su casa es mi casa”.
Al leer el nuevo libro de Cisneros me sentí como en mi casa. Y creo que muchos lectores puertorriqueños se sentirán también en casa entre las páginas de A House of My Own… Por ello he invertido este tiempo y este espacio intentando abrirles las puertas a una obra que quizás no se vea, a primera vista, como relevante en nuestro contexto cultural. Pero lo es y les aseguro que esta casa también puede ser cómoda y fructífera para usted, querida lectora, querido lector. ¡Su casa y su libro también son nuestros!