Tár: notas falsas
La lista de logros de Lydia, la evidencia temprana de su talento musical y sus dotes como maestra salen a relucir en el tete-a-tete para confirmarnos su valía. Lo más importante, sin embargo, es que está preparando un concierto en el que se tocará la quinta sinfonía de Mahler (los alemanes parecen venerar ese número: piensen también en Beethoven) para un gran concierto en Berlín. Si triunfa, llegará a ocupar sitiales bien altos entre los conductores famosos de todos los tiempos, que, según los músicos, viven en un parnaso donde todo es melodía. La realidad es que, con frecuencia, se falla la nota.
Pronto conocemos allegados y relacionados que comparten la vida complicadísima del maestro (el termino-referente a director de orquesta–no tiene femenino, algo que ella discute con Gopnik, quien, como todo el mundo, la llaman maestro). Está Eliot Kaplan (Mark Strong), otro director de orquesta que la ayuda con un programa de becas que ella fundó y qye sostienen donantes muy ricos. Además, Francesca (Noémie Merlant) su ayudante personal, que también quiere ser directora de orquestas, su esposa Sharon (Nina Hoss), que es el primer violín de su orquesta, y Sebastian (Allan Corduner), su director asistente. Como si eso no bastara, está Petra (Mila Bogojevic), una niña siria que es la hija adoptada de la pareja. Para colmar la situación, una ex estudiante del programa de becas, una tal Krista Taylor (Sylvia Flote), con quien ha tenido una relación breve, está obsesionada con Tár, una especie de “atracción fatal” sinfónico.
Las conversaciones entre los principales están repletas de alusiones a músicos, compositores e intérpretes, y los chismes relacionados a todos. Hay que estar muy pendiente a ellas, porque existen en esos intercambios pistas que han de ayudar a comprender algunos de los misterios que rodean a Tár. Es ventajoso saber quién era Vita Sackville-West (escritora inglesa bisexual) porque Tár recibe uno de sus libros (Challenge) enviado por Krista, que nos da un indicio del tipo de relación que la unía a Tár. Hay una referencia a Plácido Domingo, que nos prepara para algunas de las cosas que han de suceder.
Todd Field, quien escribió el guion y dirigió, prolonga innecesariamente algunos temas de este thriller psicológico, lo que es la mayor debilidad del filme. Tár toma píldoras, y eso sugiere que una serie de pequeños extraños sucesos pueden ser atribuirlos a los medicamentos. Puede que tenga un toque de demencia, pero muchas de las cosas que suceden resultan de movidas egoístas para beneficio propio, y están confabuladas con gran precisión e intención obvia por ella misma. Lo que el guion consigue, aunque con gran cuidado, es culpar la facilidad que resulta ser usar las redes sociales para destruir el carácter de una persona. También enfatiza que son los talentosos los más vulnerables a esas patrañas, después de todo hemos visto a un casi analfabeto expresidente salirse con las suyas a pesar de que sabemos todo lo malo y lo deleznable que ha hecho. Sin embargo, hay acusaciones no comprobadas contra Woody Allen, Kevin Spacey, Plácido Domingo y otros, que han resultado que dejemos de gozar sus talentos (por lo menos por un tiempo). Claro que no hablo de un salvaje y vulgar depredador como Bob Weinstein, sino de personas cuya influencia en el mundo de la cultura puede adelantar o destruir carreras, pero su integridad ha sido cuestionada por acusaciones no comprobadas. Los allegados y empleados de Tár se unen a una conspiración y muestran que algunas “amistades” lo son por conveniencia, porque quieren algo. Eso, de todos modos, lo sabemos los mortales, aunque no tenemos un parnaso esperando por nosotros.
La cinta se sostiene por que Kate Blanchett la lleva sobre sus hombros anchísimos. Su actuación mantiene un balance entre el egocentrismo del artista engreído y su dedicación al arte. A veces, muestra su alma; las otras, es como una Medusa que hace piedra a quien la mira. La violencia que la habita emerge sin mucha dificultad y la ambivalencia de algunas de sus acciones las paga en hacer que la orquesta le de el sonido sublime que la música merece. La suya es una gran actuación.
Con la ayuda del excelente cinematógrafo Florian Hoffmeister, el director crea unas escenas magníficas de las reacciones de los miembros de la orquesta a las directrices de Tár de cómo tocar sus instrumentos para que el efecto en conjunto cree una versión única de la sinfonía de Mahler. Sin temor a equivocarme creo que solo hay otra película (Orchestra Rehearsal -Prova d’orchestra- en italiano, de Federico Fellini (1978) en que el director de una orquesta tiene un papel tan destacado.
Casi al final de la cinta, en una secuencia brillante, Tár va en un bote por un río y cuando habla de nadar en él, el guía le dice que no puede, porque hay cocodrilos que se escaparon durante la filmación de “una película de Marlon Brando”. Por supuesto, se refiere a Apocalypse Now (1979) y hay que recordar que está basada en Heart of Darkness de Joseph Conrad, cuyas palabras finales son: “The horror! The horror!” Es lo que resulta de las falsas notas y acusaciones y lo que al final del filme experimentamos.