Tendiendo afectos: inciertas- espectáculo erosionado de Teresa Hernández
La gesta de Teresa Hernández en esta pieza se hace para cámara, porque “estamos en pandemia” y no se puede asistir al teatro; sin embargo, funciona tan bien para la cámara, que a pesar de que se filma mayormente en el interior del Teatro Francisco Arriví en Santurce (icónico espacio perteneciente en mi imaginario, al gobierno de Sila María Calderón y aquella fallida revitalización de Santurce del año 2000), ésta se convierte en una producción visual cuidada, estimulante y hermosa, y no una pieza de teatro para fílmico. Además, recoge muchas de las contradicciones que han ido erosionando el desarrollo de la institucionalidad cultural, no así el ingenio, la creatividad y la disciplina del trabajo artístico. Y uno pensaría, pero ¿qué tienen que ver las instituciones culturales en el trabajo de Teresa Hernández en inciertas? Pues todo y nada, por eso es tan importante que se filme en el teatro vacío, que haya un solo de movimiento en el sótano -donde el edificio le aplasta casi la cabeza a la performera; el edificio pesa más que el teatro que se logra hacer. Hacer teatro en Puerto Rico tiene retos particulares, contrarios a la energía y talento que aquí abundan. En el caso de las instituciones teatrales públicas, su atadura a la burocracia; su contradictoria generosidad; su persistencia de sobrevivir como entidades y espacios “venidos a menos”.
Estos retos Teresa Hernández los ha visitado en su carrera y este espectáculo prueba su madurez en el manejo de varios lenguajes escénicos, que irónicamente son idóneos para ser narrados en otro medio – ¿el televisivo?, ¿el cinematográfico? ¿el del video arte? ¿la video danza? ¿Importa nombrarlo? El medio, digo. No sale tampoco de la casualidad de que por Covid-19 hay restricciones de presentar en público, ya que Teresa ha optado por hacer videos a lo largo de su carrera, como palimpsestos, como excesos, como centros, como para hacer caber las cosas que ella crea o para experimentar en el registro de la poesía visual. Teresa Hernández produce este trabajo bajo su sello, Producciones teresa, no inc. y bajo Taller de Otra Cosa, que dirige artística y administrativamente desde 2005. El Taller de Otra Cosa, fundado y dirigido por la coreógrafa Viveca Vázquez hace más de 30 años, fungió como laboratorio-incubadora de artistas en la década de 1990, incluyendo a Teresa Hernández. Los artistas que laboraron junto a Vázquez siguen explorando con sus lenguajes de presentación, pero en ese momento entre los 90 y los 2000 incursionaron profundamente en el uso del vídeo en escena, en la video danza y ahora, en las exploraciones en redes sociales y transmisiones trastocadas por la realidad en pantalla que había ido acaparando nuestro rol como espectadoras, pero que ahora domina para todos por el coronavirus. La agilidad de resolver, de explotar la presencia de lo inmediato dentro de la precariedad es algo que anteriormente se ha escrito y comentado sobre el grupo, basado en fundamentos de la improvisación como metodología que nutre el proceso creativo y que también resulta en presentación sincrónica. Aunque sé que hay improvisación filmada en este trabajo de Teresa, también me resuena la incertidumbre de la relación entre “lo grabado y lo improvisado”. Mas que el medio– lo que importa aquí es cómo está mediado.
Taller de Otra Cosa trabajaba y trabaja desde la colaboración. De este modo, la incertidumbre de la producción misma, no es testigo de la erosión, sino de la certidumbre de que apostar al junte promete. También apostar a lo familiar en lo extraño y vice-versa. En esta pieza, Teresa Hernández invita a Miosoti Alvarado Burgos, definida en los partes de prensa como “multi-instrumentista, bailarina y compositora”. Alvarado, no necesariamente se auto-proclama bailarina, pero bajo la dirección de Hernández, asume el cuerpo de modo que logra interpretar sin necesidad de adscribirse a una disciplina artística específica. Es una colaboración esencial de lo que logra la pieza, ya que permite nuevas ventanas al tejido que se está tendiendo. Miosoti tiene una presencia fuerte, enérgica, ya sea tocando el güiro o haciendo piezas de movimiento. Tiene una escena fabulosa donde sube la escalera del teatro hasta salir al techo. Una escena de súper- heroína y un recordatorio de la resistencia y lucha que, a pesar de lo incierto y erosionado, se apodera de nosotras y trepa. La Miosoti que sube la escalera de emergencia del edificio para volar por el aire, sale del túnel como recién nacida del vientre de la criatura que Teresa ha estado interpretando en la escena anterior: una mujer-pez- que a lo largo de su solo, desnuda con una tela y un caracol como boca, logra incorporarse. Insistiendo en esta narrativa del sótano al techo: de abajo hacia arriba. Ese no es el orden narrativo de la pieza, pero ya que la mujer con pinches, es como una mujer erizo y la mujer con boca de concha es de piel blanda, la heroína que trepa es el antídoto a la erosión: un parto, un nacimiento.
Todo este tendido, es tejido por la cámara y edición de Gabriel Coss, quien se ha dedicado mucho a la práctica documental, pero quien también conoce el vocabulario de los vídeos musicales y muy de cerca el trabajo de Hernández. Juan Fernando Morales, otro colaborador invitado de muchos años y de múltiples lenguajes escénicos de Teresa Hernández, aporta una dirección técnica, de escenografía e iluminación cierta, presente. Los asuntos tendidos entre estos y otras colaboradoras se entretejen en la edición, de modo que no hay incomodidad, sino que la mirada colectiva a la incertidumbre y la erosión va de hacer del teatro vacío un escenario, no un cementerio, explorando la geografía misma del edificio, como una historia alterna a la narrada.
¿Y qué del mar? ¿Y qué de la erosión costera en el mentado título que me da trabajo recordar? Como el pinche de madera para tender ropa, el mar no sólo está en las proyecciones, sino también en una escena filmada en una ruina en la costa, donde es evidente que ya no queda orilla. Teresa Hernández aquí se mece –en su sillón de una pieza anterior: “Meciéndome en la transición” acción que se inicia en 2015 hasta el presente. Este trabajo de la costa, de la sal en las heridas y de la erosión se ha ido construyendo bajo el nombre de Bravatas, concepto que se remonta a 2018, que ha tenido distintas iteraciones públicas, y que sigue siendo el proyecto de la certidumbre de la artista en el 2021.
Yo tuve la dicha de ver la pieza la noche del 28 de noviembre junto a amigas y amigos quienes hemos sido testigos durante los últimos 25 años del trabajo en evolución de Teresa Hernández. Dos de nosotros presentes esa noche, estuvimos en el afamado “Acceso Controlado” (1995), que también exploraba la geografía del edificio, esta vez de la Casa Aboy y que seguía a Teresa y nuestros personajes, bajo su dirección, en diversas acciones en el espacio. Evento que también incluía un vídeo. Amigos y amigas que conozco hace muchos años, colaboradores del Taller de Otra Cosa también desde hace muchos años. Esta pieza me afirma que la incertidumbre ha sido buena compañera de ruta, aunque nos mata de la angustia. Ahora, no tan pinchada en el mundo interior que estamos obligados a seguir cultivando por el Covid-19, contenta de que esta pieza esté tendida en las redes sociales y que se pueda reproducir infinitamente. La erosión achica el territorio, por eso hay que trabajar para agrandar los afectos que no son medibles en extensiones territoriales.
Ficha técnica:
Concepto, dirección producción e interpretación de Teresa Hernández; dirección técnica, escenografía e iluminación de Juan Fernando Morales; cámara y edición Gabriel Coss Ríos, mientras que María del Mar Rosario trabaja las proyecciones y Alicia Vega colabora como asistente de producción.