«The Eyes of Tammy Faye” y “Nightmare Alley”
La niña Tammy Faye (Chandler Head; Jessica Chastain de adulta) crece en un pueblo de Minnesota, pero se muda a Minneapolis para ir a una escuela religiosa en la que se enseña la Biblia. Sabemos que su madre (Cherry Jones) ha sido “marcada” por su comunidad por ser divorciada y que no comparte con su hija la devoción cristiana que esta tiene. Por eso, cuando Tammy conoce y se enamora de un compañero de clases, Jim Bakker (Andrew Garfield), en parte por que admira sus sermones, la madre piensa que en él hay problemas ocultos. Como suelen hacer los jóvenes, no escucha, y se casa con él. Dejan la escuela y emprenden por su cuenta una gira “espiritual” por los Estados Unidos que, accidentalmente, los conecta con la Red de radiodifusión cristiana (CBN, por sus siglas en inglés), del pastor Pat Robertson. Tanto Tammy Faye como Jim resultan ser atractivos en las cámaras, ella en particular, porque canta. Poco a poco van desarrollando sus programas y sus seguidores. Eventualmente conocen al pastor político conservador, Jerry Falwell (Vincent D’Onofrio) y, en parte como resultado de una desavenencia tanto con Robertson como con Falwell, fundan su propia red de radiodifusión (de hecho, TV), llamada el club PTL (“Praise the Lord” en inglés). La expansión de la estación y los negocios turbios de Bakker ocupan el resto de la trama que nos va revelando cómo la religión, que se basa muchas veces en engaños, sirve de velo para ocultar las malas movidas y las debilidades humanas.
Garfield nunca ha sido santo de mi devoción, mas, en el papel de Bakker, lo que me repele de él, le da credibilidad a las debilidades, hipocresías y los engaños del personaje que representa. Con un maquillaje que casi hace desaparecer de nuestros ojos a Jessica Chastain, la actriz habita su personaje con una habilidad que amalgama las características infantiles de la mujer, su bondad, su verdadero amor por todos y su ingenuidad, con el asombro de ver al hombre que creyó entender, convertirse en fariseo. Su reacción ante ciertas circunstancias nos hace pensar que estamos viendo un documental en vez de una película. Es un logro para esta actriz que siempre se supera en sus interpretaciones. Además de eso, ¡canta!
Engaños y cómo hacerlos es parte del thriller psicológico neonoir en el que Bradley Cooper es Stanton «Stan» Carlisle, un individuo a quien, la primera vez que lo vemos, se rodea de llamas, de fuego. Ese inicio es una advertencia a lo que se ira desarrollando en este nuevo filme de Guillermo del Toro.
Es 1939 y Stan está buscando qué hacer con su vida y consigue trabajo en un circo (hoy día parque de diversiones). Allí convence a la clarividente “Madame Zeena” (Tony Colette) de que su marido alcohólico, Peter «Pete» Krumbein (David Strathairn), le enseñe los trucos de los que se valen para engañar a la gente. No solo aprende, sino que sabe que Pete guarda un librito con los detalles de trucos más complicados y sutiles, y se da cuenta que esos podrían convertirse en un espectáculo más estilizado que el que ofrece el parque. Mientras tanto, va enamorando a la virginal Molly (Rooney Mara), quien junto a sus protectores también tiene un acto, a que se escape con él.
Lo que sigue es la parte intensa del filme en el que los elementos noir relucen e incluye una femme fatale formidable en la psicóloga Lilith Ritter (Cate Blanchett). Su nombre nada más no dice que hay que temerle, después de todo, se asocia a “la reina de los demonios” en la mitología hebrea y, en la astrología, es una energía que despierta las partes dormidas y animales de quien la conoce.
La película evidencia la mano impecable de Del Toro. Los paltós son cónsonos con la atmósfera de misterio que se requiere para crear el mundo en el que se mueven los personajes. Es un mundo que destila traición y mentira, y cuyas sombras esconden la maldad. La ambientación se debe no solo a la cinematografía de Dan Laustsen, sino al diseño de la producción por Tamara Deverell, la dirección de arte de Brandt Gordon y la decoración de los platós por Shane Vieau. No es lo mejor de Del Toro, pero vale la pena, en particular para ver a Blanchett en gran forma.