The Father: ¡Magnífica!
Parte de la efectividad de la cinta yace en la cinematografía de Ben Smithard y la edición por Yorgos Lamprinos que logran un efecto que va a la anécdota que inició este escrito: nos confunde y juega con nuestra memoria para que sintamos lo que el personaje a lo mejor siente que solo él lo sabe. El efecto se logra cambiando los actores que representan los personajes que rodean a Anthony (Anthony Hopkins) y haciendo malabares con el tiempo que transcurre de un momento a otro, con detalles sutiles que juegan con nuestra percepción. En una escena magistral poco después de comenzar el filme Anthony, que vive obsesionado con encontrar su reloj (lo que enfatiza el paso del tiempo) se despierta y va a la cocina a prepararse una taza de té. Oye un ruido y llama en voz alta a su hija Anne (Olivia Colman) a quien le atribuye el cierre abrupto de la puerta de entrada al apartamento. Nadie le responde; ni tan siquiera cuando repite su llamado varias veces. Cuando llega a la sala encuentra un hombre a quien no reconoce. ¿Será cierto que el hombre Paul (Mark Gatiss) es el marido de su hija? ¿Será cierto que el apartamento que tanto quiere Anthony le pertenece a Paul? Además, hay otro Paul (Rufus Sewell) de quien, dice Anne, ha estado divorciada hace cinco años. Añade a la confusión que la Anne, que hemos conocido al principio del filme, ha trasmutado a otra (Olivia Williams) que llega a la casa con un pollo que ha comprado para la cena.
Algo parecido sucede con las mujeres que Anne contrata para que cuiden a su padre. Laura a veces se convierte en Lucy (Imogen Poots) y, a veces a Anthony le cae bien una y la otra no. A veces Anthony es de un encanto contagioso con ella; otras, sarcástico e insoportable por sus sospechas de que le ha robado el reloj. El robo del tiempo es, como ya he señalado, una metáfora frecuente y, por lo que sabemos de la vida real, algo que les es robado a las personas que padecen esta enfermedad (sea cual fuere la causa), porque no tienen noción de ello. Tanto así que se olvidan de lo que han dicho y repiten las mismas frases y las mismas ideas como si fuera la primera vez que las enuncian.
La inteligencia del director Zeller (es la primera cinta que dirige) y que es dramaturgo está patente en los diálogos y los intercambios entre los actores. El ritmo del filme nos hace pensar que estamos en el teatro viendo un grupo de actores que saben el lugar que les corresponde en el escenario sin que nos demos cuenta de que están representando unos personajes ficticios. Además, para no aburrirnos con detalles temporales, según el filme avanza, la fisonomía del apartamento va cambiando sin que se haga hincapié en ello. Una figura hermosa en ese sentido es que los libros van desapareciendo y la sombra que dejan los cuadros en el empapelado aparecen como testigos del paso del tiempo y de una vida que quedó atrás hace mucho.
El atrezo del plató y que Anthony era ingeniero nos dice que él y su familia tienen los medios para vivir bien y para confrontar las vicisitudes de su condición. Saber eso se introduce en la trama de forma visual (valga la redundancia) y sutil, sin pérdida de tiempo narrativo. Así también el tema del abuso de las personas mayores, un tema escabroso introducido en el filme con gran sensibilidad, pero con una fuerza dramática que enfatiza lo deleznable de esa conducta.
El conjunto de actores es estupendo, pero la presencia de Hopkins y Olivia Colman hacen del filme una joya. Él, una combinación de fuerza, rebelión, y gracia; ella, resignación, amor y determinación amorosa. Cuando se piensa en Hopkins uno tiende inmediatamente a asociarlo con Hannibal Lecter (el caníbal de “Silence of the Lambs”). Aquí lo tenemos como una especie de Lear a quien le queda una sola hija, pero sin poder alguno y, sí, lleno de ternura que no puede manifestar bien. Colman, cuya sonrisa, admito, me convence de cualquier cosa, es una de las actrices más talentosas que podemos ver al momento. Sus escenas están llenas de comprensión de la enfermedad que sufre su “padre” y sus decisiones me parecieron las correctas. No se pierdan esta maravilla.