The Front Runner: ironía

De 1970 a 1987, Hart, graduado de la escuela de leyes de Yale, representó a Colorado en el senado de los Estados Unidos. En ese tiempo, se hizo evidente que, entre otras cosas, era un experto en la carrera de armas entre el soviet y su país. También protegió los descubrimientos que condujeron al desarrollo de chips para semiconductores y otros productos electrónicos. Tanto así que le llamaban “el demócrata Atari”. El filme nos va adentrando en su campaña y en las alianzas políticas que muchas veces hay que forjar. Además, en las complicadas situaciones que los viajes constantes y las estadías en moteles y hoteles, puede causarle a los candidatos a estos puestos.
El guion de Matt Bai (quien escribió el libro en que está basado el filme), Aaron Gilbert y Jason Reitman (quien dirigió), es sólido y mantiene la atención del espectador en todo momento. Solo los más ciegos defensores del hoy día presidente odiaran cómo está planteado el argumento “ético” y cómo Hart, a pesar de la ambigüedad que lo rodea en la película (¿lo hizo o no lo hizo?; adulterio, that is), no es un tipo que a través de sus abogados le paga a prostitutas para que no digan sus secretos. Es la gran ironía de la película, que nos hace ver los cambios sociales que el tiempo ocasiona: “la moral” se ve diferente si uno quiere respaldar a alguien que no tiene ninguna. A veces, la cinta está desarrollada como un thriller periodístico, al estilo de “All the President’s Men” (1976), pero la historia de Hart no tiene el impacto amenazante que la de Nixon tuvo sobre la constitucionalidad de sus acciones, que pusieron en peligro la democracia norteamericana.
No hay dudas de que esta película trae consigo las comparaciones de lo que le sucedió a Hart por un mal juicio y lo que no le pasó a Trump por la falta de juicio. La gran ironía es que el presidente de hoy día se ha salido con la suya a pesar de un comportamiento personal deleznable. Al lado de sus hazañas, la de Hart es totalmente trivial. Sin embargo, por esa ironía, hay que ver el filme.
La otra gran razón es la actuación destacada de Hugh Jackman como Hart. Atribulado, convencido de que tiene una misión que cumplir con su país, el Hart de Jackman es inquebrantable en su posición de que lo que necesita arreglo es el país. La dignidad que muestra el actor es la que recuerdo que exhibió el senador en el momento. El retiro de Hart de la campaña presidencial fue un gran golpe a los jóvenes y para muchos que esperaban que él trajera cambios significativos a las actitudes de su nación. Particularmente cómo quería proceder con el desarmamiento. Hay otras actuaciones de calibre. Se destacan Vera Framiga como su esposa Lee, y J. K. Simmons como Bill Dixon, el director de campaña de Hart; Mamoudou Athie como A.J. Parker, un periodista del Washington Post. También es notable Sara Paxton como Donna Rice, el objeto del chisme que causó la destrucción política de Hart.
El filme se hizo antes de que saliera el número de septiembre de 2018 del Atlantic Monthly. En él, el estupendo periodista James Fallows, con bastante evidencia, reclama que todo el episodio de Donna Rice fue escenificado y planificado por el operativo político Lee Atwater (quien hace tiempo murió), para destruir la campaña demócrata. ¿No se les parece a las mentiras rusas y del equipo de Trump sobre Hillary Clinton? Es el colmo de la ironía que antes de teléfonos móviles, FB, Twitter y otras yerbas electrónicas que el chivo no mastica, se manipulara a la prensa para adquirir ventaja política. Vayan a ver la película y comparen qué se pensaba hace 20 años del comportamiento público (no me refiero solo a asuntos sexuales), y de la relación con los rusos, de un candidato a ser presidente de la nación más poderosa del mundo.