The Northman: Folclor escandinavo

Fotograma de The Northman
Sjón, el poeta islándico quien escribió el guion de esta épica con el director Robert Eggers, le ha dado al filme un extraño tono que define de lo que se trata: la venganza. Las imágenes que vemos del paisaje “escandinavo” (se filmó en varios lugares de Irlanda y algunas escenas en Islandia) y los sueños de los personajes nos lanzan en lo que es obviamente un largo poema sobre la soledad que trae consigo el malestar del alma del obsesionado con vengarse. En los salmos, Dios es el señor de las venganzas; en esta historia, que transcurre en el año 895 EC, el vengador es el príncipe guerrero vikingo Amleth. Es casi imposible no pensar que el nombre es un anagrama de Hamlet y, como ya han dicho otros, según va avanzando la trama, vemos los paralelismos entre la vida de este príncipe y el de Dinamarca creado por Shakespeare. El Bardo basó su obra en la leyenda de Amleth y, no cabe duda, mejoró la historia, desde el punto de vista dramático y poético.
El rey Aurvandil War-Raven (Ethan Hawke) regresa a su reino en la isla de Hrafn Say después de sus conquistas en el extranjero y se reúne con su esposa, la reina Gudrún (Nicole Kidman), y con su hijo y heredero Amleth (Oscar Novak de niño y Alexander Skarsgård de adulto). Notamos que la relación entre el rey y la reina no es la que se espera de un matrimonio que se ama y que la guerra ha separado. Peor aun es que, al llegar Fjölnir (Claes Bang), el hermano del rey, el bufón Heimir (Willem Dafoe) hace unos chistes que lo incomodan. A la mañana siguiente, guerreros enmascarados asesinan al rey. ¡Hay algo podrido en el reino de Hrafn Say!
El cinematógrafo Jarin Blaschke, quien hizo la de la estupenda The Lighthouse, que también dirigió Eggers, ha aprovechado la escenografía y la obsesión del personaje principal para usar tonos de grises, rojo profundo, marrón y negro, para ambientar la historia. El concepto es romántico, pero la intención no lo es. Más bien lo que persigue es profundizar en el mal que reside en el corazón de los personajes. En ese sentido es genial que la reina y Olga (Anya Taylor-Joy), la mujer por quien Amleth desarrolla la única chispa de bondad que le queda, sean rubias y que contrasten con casi todas las otras mujeres que las rodean. Hay en ello una especie de fijación del príncipe en la imagen de su madre que tendrá consecuencias nefastas en su vida.
El bufón Heimir, es el Yorick de Hamlet, pero juega un papel más siniestro en esta historia y completa una serie de ritos que preparan a Amleth para su futuro papel de rey, pero también sirve como un consejero de ultratumba que penetra en los sueños y en el futuro del príncipe. Es una especie de guía que domina muchas de las movidas y trucos que Amleth va diseñando. También guía al príncipe el “fantasma” de su padre, que, como dice su nombre (raven) a trasmutado para poder proteger a su hijo.
En una escena brutal y efectiva, los esclavos que le pertenecen a Fjölnir, que está desterrado en Islandia porque Harald de Noruega le quitó el trono de Hrafn Say, juegan en un campo algo que parece un híbrido del soccer y el fútbol (se llama knattleikr, lo jugaban los vikingos y, modificado, se juega aún hoy día). La violencia del juego va incrementándose y Gunnar (Elliott Rose), el hijo menor de Fjölnir se entromete y Amleth le salva la vida. Cuento la escena porque es para mí el punto que divide en dos la película. Es una forma sagaz de decirnos cómo la venganza irracional induce emociones y acciones imprevisibles.
El elenco del filme es estupendo y los actores lo muestran en las escenas en las que la acción se desplaza a segundo plano. Una entre la reina y su hijo, que pensaba muerto, es sensacional y muestra el talento que hace tiempo que asociamos con Kidman. Skarsgård es buen actor, pero lo que impresiona de él en este, como en otros filmes, es su poderoso físico que nos convence de su fuerza y su arrojo. Me pareció curioso que, en la leyenda, también haya una espada mágica, Draugr (Excalibur ¿dónde andas?), que solo se puede desenvainar de noche o en las Puertas de Hel (que, aunque suena a infierno, es más bien un lugar después de la muerte que puede ser apacible; un Valhala). Pues, ¡le viene de perilla a Amleth!
La película se prolonga innecesariamente, pero es mejor que otras fantasías, como Dune, que han encontrado su camino a la pantalla recientemente.