The WASP Network: Espías
Un buen día, René González (Édgar Ramírez), un piloto que saca a gente a lanzarse en paracaídas, se roba un avión en Cuba y aterriza en una base militar en Florida. Atrás deja a su esposa Olga (Penélope Cruz) y a su hija. Una vez en Miami es contactado por Luis Posada Carriles (Tony Plana) quien es uno de los líderes de un grupo de exiliados anticastristas y antirrevolucionarios llamado “Hermanos al rescate”, parte de la CANF (Fundación Nacional Cubano-Americana). La CANF fue fundada por Jorge Más Canosa y Raúl Masdival y tenía como fin la derogación de Fidel Castro y el fin del comunismo en Cuba. La Red Avispa era su oponente secreto ya que sus miembros básicamente espiaban para enviar información a Cuba sobre las andanzas de la CANF y de los “Hermanos al rescate”. Estos últimos, haciendo alarde de acuerdos diplomáticos, lograban volar en sus aviones Cessna sobre La Habana y lanzaban hojas sueltas contra el régimen castrista. Su principal actividad, sin embrago, era rescatar “balseros”, los que se fugaban de Cuba en cualquier “balsa” o artefacto que flotara, pero también traficaban en drogas y en armas.
González vivía enamorado de su esposa Olga y la añoraba junto a su hija Irma. Sabía que en su país se le consideraba un “gusano” (traidor). El caso del próximo espía, Juan Pablo Roque (Wagner Moura), quien comienza su aventura nadando desde una playa cercana a la base de Guantánamo, donde se entrega como un desertor, es muy distinto. Una vez en Miami, se unió a los otros espías que integraban la Red Avispa, que, luego descubrimos, la dirigía Gerardo Hernández, alias Manuel Viramontez (Gael García Bernal).
La película sigue más de cerca la vida privada de Roque porque este enamora a Ana Margarita Martínez (Ana de Armas), y la pareja provee las pocas escenas de romance y sexo (breve) en la cinta. Pronto, ella sospecha de las circunstancias del trabajo de su marido, cuando este comienza a gastar dinero en relojes y ropa, que gana como un doble agente del FBI. Yo me pregunté por qué no sospecharon de él las facciones opuestas. Es uno de los defectos de la película que a veces no queda claro de qué lado están los espías, lo que se agudiza por los cambios temporales en la narrativa.
La parte de la cinta que pertenece al género de espías y el thriller comienza con el reclutamiento, en 1997 en El Salvador, de Raúl Cruz León (Nolan Guerra Fernández) por las huestes anticastristas para que fuera a La Habana y plantara bombas en una serie de hoteles con la intención de destruir el turismo de la isla y, así, por la falta de ingresos, poner en peligro la industria de la caña, que ya venía deslizándose económicamente para esa época.
Las repercusiones de la Red Avispa fueron amplias y extensas. En parte, llegaron a un clímax cuando los aviones subsidiados por “Hermanos al rescate” fueron derribados el 24 de febrero de 1996, por un MiG de la Fuerza Aérea cubana. El altercado aéreo adquirió visos de escándalo internacional cuando, más tarde, Madeleine Albright en las Naciones Unidas, demostró que los aviones habían estado volando en aguas internacionales.
El filme se cohíbe de pasar juicio sobre los personajes que cubre la historia. Es algo que me gustó, porque queda evidente que los “Hermanos al rescate” eran terroristas que planeaban ataques a Cuba y participaban en el trasiego de drogas. Es una conclusión obvia sin que nadie nos lo tenga que enfatizar: son hechos. En una entrevista, Fidel llama la atención a que el país que más espías ha tenido y tiene, esté acusando a Cuba de un crimen (espionaje) en el que llevan la delantera mundial. La Red Avispa no espiaba contra el gobierno de los EE. UU., sino contra un grupo de cubanos en el exilio que conspiraba contra un país soberano. Que haya personas que detestan el comunismo se comprende; lo mismo si detestan el fascismo. Pero lo que presenta la película no tiene directamente que ver con inclinaciones políticas o ideológicas, u opiniones sobre la revolución cubana o el régimen castrista. Un país, Cuba, quería estar al tanto de un grupo que, no solo no representaba el gobierno de EE. UU., sino que quería hacerle daño. Nada hizo el gobierno de Reagan o de Clinton sobre esos grupos subversivos, o sobre los ataques en La Habana de espías y terroristas de un grupúsculo que vivía en su suelo. Solo cabe una opinión: ¡Vergüenza!