The White Tiger: Trucos
Sus ambiciones siguen latentes, pero como no ha vuelto a la escuela, alcanza su adultez sin una profesión. Una visita a la aldea de Ashok (Rajkummar Rao) el hijo del patrón que acaba de regresar de Nueva York con su esposa india, pero criada allí, le da una idea. Quiere ser el chófer de Ashok. Hay un problema: ¡no sabe guiar! Toma clases y vemos el entrenamiento que necesita un conductor en el enjambre que son las calles en la India. Los que han estado recordarán que además del gentío que pulula por ellas, hay vacas, monos, tuk-tuk, vendedores ambulantes, bicicletas, motoras y autobuses y casi nadie va por donde debe. Las lecciones están acompañadas de comentarios que hacen comedia. Como las maneja Balram incrementan su hilaridad y nos da un atisbo a su futuro.
Eventualmente, Balram llega a ser el chófer, pero a pesar de su dedicación a ser honesto, la ambición lo conduce por caminos tortuosos para lograrlo. Ashok y su esposa Pinky (Priyanka Chopra Jonas) no tratan a las castas menores de forma despectiva, de hecho, aunque no dejan dudas que él es un sirviente, hasta cierto punto, le muestran cariño y le dan su confianza. La parte del filme que súbitamente lo saca de lo que parece una cinta de costumbres a las realidades del país en que se desarrolla constituye el viraje dramático que nos prepara para el clímax y el desenlace.
Ramin Bahrani, el director y guionista del filme es un descendiente de iraníes musulmanes que nació en Estados Unidos. Basó la película en el libro de título homónimo de Arvin Adiga y ha construido un filme notable. Entender las idiosincrasias de otras culturas es fundamental para comprender como el mundo reacciona a las nuestras. Este filme no esconde el nivel de corrupción que existe en India y de cómo se usa para subvertir la ley. Como es el caso en este hemisferio, los ricos pueden manipular la peor situación para beneficiarse. El contraste entre lo que hace Balram y los que hacen sus patronos tiene grados de diferencia, pero es moralmente inaceptable. En esto el filme es ambiguo.
Por contraste, cuando por su sagacidad Balram sube a una posición que jamás pensó tener, trata a sus empleados como le hubiese gustado a él que lo trataran. No es lo único que se ha transformado. Desde el principio de la película notamos que el Balram que vemos es un Balram más sofisticado y acicalado. Es algo que ha ido aprendiendo de otros con quien ha tenido que compartir su sinuoso viaje al tope.
En lo que la cinta no titubea es en denunciar la corrupción sin enfatizar demasiado su crítica y sin convertirla en un panfleto de obviedades. No son solamente los guardias de tráfico y el que capitanea la estación de la policía, sino los políticos en las más altas esferas. El contraste con la corrupción que nos rodea es poco. Allí la gente se presenta a conseguir favores con bolsas llenas de dinero y, aunque nos imaginamos que algo parecido sucede en nuestro entorno, otra manera más fácil es que el gobierno le dé el dinero a alguien en contratos y de esos reciba de vuelta una mordida.
El ritmo de la cinta va marcado el incremento en tensión de lo que va a suceder que no nos sospechamos. Llegar a ese momento es un deleite, no solo por las actuaciones, sino por el estupendo guion y la impecable cinematografía de Paolo Carnera. Ayuda también la banda sonora y el montaje de la música que muchas veces parece emanar de la sonrisa de Balram. Hay que verla.