Tinker Tailor Soldier Spy: El verdadero espía
En su autobiografía1, el incontenible y deliciosamente irónico Malcom Muggeridge cuenta cómo compartió con personajes tales como Hugh Trevor-Roper, Isaiah Berlin, Graham Greene e Ian Fleming en el sistema de espionaje británico MI 6. En MI 6 también se familiarizó con Kim Philby2, uno de los espías más notorios en la historia de Inglaterra. John le Carré, quien años más tarde también trabajó en MI 6, basó el personaje más misterioso de Tinker Tailor en Philby: es el mole o espía oculto, que quiere destapar George Smiley (Gary Oldman) en la película que ahora se exhibe en salas en Puerto Rico.
Smiley, dedicado a resolver aparentes paradojas, ha sido forzado a retirarse de MI 6 como resultado de una limpieza general en el departamento causada por un operativo fallido que resultó embarazoso para la Corona, el Gobierno y el Servicio Secreto de Inteligencia Británico. Como consecuencia, no sólo Smiley sino su jefe, “Control” (John Hurt) y Connie Sachs (Kathy Burke), una decodificadora de mensajes crípticos del enemigo, han sido forzados al retiro. Esa misión, llevada a cabo con torpeza indescriptible, y sus consecuencias, es central para poder resolver el misterio de quién es el mole en MI 6. Para llegar a la solución hay que seguir las pistas que se van abriendo en cada toma que pasa ante nuestros ojos, y brindándonos las debilidades de carácter de los personajes, las pequeñas traiciones, y los motivos que tienen para su comportamiento.
Esa minuciosidad de un filme que nada tiene que ver con James Bond, fuerza a que se tenga concentración absoluta en el diálogo, en los matices de las interacciones de los personajes, y en los cortes de cámara retrospectivos que nos llevan a cómo el operativo fallido fue desenvolviéndose. La trama, compleja como deben de ser los grandes enigmas, depende de qué le sucedió al enviado a la misión desastrosa en Hungría, Jim Prideaux (Mark Strong), que resultó herido en el cumplimiento de su deber. Lo que me mantuvo en vilo de esta película fueron precisamente esos detalles, esa determinación cinemática de sostener al espectador fijo en lo que se dice en vez de en lo que se hace, de dejar que la madeja se vaya desmadejando con cada nueva revelación hasta que encontramos el hilo: ¡Tailor!Los escritos de le Carré están más cercanos en su temperamento a los de John Buchan (The 39 Steps; filmada por Hitchcok en 1935) y a los de Graham Greene3 (Ministry of Fear; filmada por Fritz Lang en 1944) que al de Ian Fleming. El autor está interesado en qué motiva a sus personajes y en qué laberintos psicológicos caminan para comportarse como lo hacen. Sus acciones se reducen a un mínimo y la historia tiene que ver más con sus motivaciones intelectuales que con sus proezas físicas.
De la película también quedé, en general, satisfecho con el guión (Peter Straughan y Bridget O’Connor4 ), que pudo sintetizar los siete capítulos de la magnífica serie de televisión de 1979, ya un clásico, cuyo guión, escrito por Arthur Hopcraft, editó la estupenda Betty Willingale, quien hizo lo propio con el de I, Claudius, escrito por el genial Jack Pulman, para la BBC. Digo en general y hablo de la serie televisiva porque ese era el obstáculo mayor para hacer esta película. El programa siguió casi al pie de la letra el libro, de modo que de semana en semana había mucho que recordar, mucho más de lo que nos exigen las dos horas y siete minutos que dura la película. Tal vez, un defecto que los ávidos admiradores de la serie y del libro le puedan encontrar al guión es que éste se aparta del misterio de quién, al final, asesinó al mole en prisión. Creo que sin el desenlace concebido para la película esta hubiera sido incomprensible para el espectador que no conoce la novela o la serie de TV.
El otro escollo para hacer el filme era que el George Smiley de Alec Guiness en la serie de 1979 es, sin duda, el definitivo. Pero Gary Oldman no es ningún actor de teta. Entrenado para el teatro, tuvo en Londres un distinguida carrera durante una década, y se destacó en la obra de Joe Orton, Entertaining Mr. Sloan y en The Pope’s Wedding, por la que obtuvo el premio como mejor actor de la crítica londinense (compartió el honor con Anthony Hopkins). Sus actuaciones en Sid and Nancy, Prick Up Your Ears, The Professional y Dracula, le han dado reconocimiento internacional como un actor de gran talento. Su Smiley es más oscuro y distante que el de Guiness, pero es evidente que Oldman no quiere copiar al maestro. Por el contrario crea una nueva visón del cornudo espía como un ser lacónico y detallista que sobrepone su misión de servidor público a las frivolidades malignas de que ha sido objeto por MI 6. Es una actuación que le ha valido una nominación al Oscar precisamente porque tiene el poder de la introspección y la sencillez de movimiento corpóreo que le hubiera ganado elogios de Stanislavski. ¡Hasta los rusos hubieran elogiado su trabajo!Como todo buen guión (y libro) hay varios detalles de los que me encantan cuando leo o veo cine. En algunos momentos en que Smiley hablaba cerré los ojos para escuchar la voz de Oldman y descubrí inflexiones y matices de la de Guiness: un homenaje del actor al maestro. A uno de los personajes le Carré le ha llamado Esterhase, sin duda una referencia al verdadero espía en el caso Dreyfuss, Ferdinand Esterhazy, quien sí puede haber sido un espía doble, pero eso es otra historia. En la película se da a entender la posible homosexualidad de dos de los espías, que me pareció una referencia a Guy Burgess y a Sir Anthony Blunt, dos de los espías de los llamados Cambridge Five, grupo del cual Kim Philby era el cabecilla.
La partitura musical es una joya compuesta por Alberto Iglesias, quien ha orquestado antes para Pedro Almodóvar, que se mezcla con los personajes y la trama sin esfuerzo. La ambientación de esta película, que es un éxito crítico y taquillero internacional, es también muy atinada, y los decorados de los platós son como los describen tanto le Carré como Muggeridge, que estuvieron allí en MI 6. Los salones de oficina son escuetos, y el interior de las casas londinenses revela el cortinaje, el polvo, y la semioscuridad que recuerdo del Londres de los años setenta, cuando viví allí. Londres y Budapest se nos pintan oscuros y de cielos grises. ¿Qué otra cosa eran Londres y la Europa oriental en 1973, durante la Guerra Fría, si no grises y oscuros?
- Malcolm Muggeridge: Chronicles of Wasted Time: Number 2, The Infernal Grove. New York :Quill, 1982 [↩]
- A menudo se dice incorrectamente que Philby era un “espía doble”; no lo era ya que sólo le pasaba información a los rusos. [↩]
- En el caso de Greene, a los vericuetos psicológicos de los “thrillers políticos” como The Quiet American y The Honorary Consul. [↩]
- Estaba nominado para un Oscar como mejor guión adaptado. La partitura también recibió nominación. Ambos, al igual que Oldman, perdieron. [↩]