Together, Together: juntos, pero separados
Conocemos a Anna (Patti Harrison), una joven que trabaja en un café, pero que quiere seguir estudiando (leyes), mientras está en una entrevista. De primera intención creemos que Mat (Ed Helms), el entrevistador, la está reclutando para su negocio (diseña “aplicaciones” electrónicas). Las preguntas son un poco extrañas y, a veces, tienden a invadir terreno personal, pero Matt, de mediana edad, es muy recatado.
El trabajo resulta ser para que Anna sirva de madre sustituta y lleve a fruición el óvulo fertilizado en vitro por el esperma de Matt. Hay, como se imaginan, una serie de exigencias y advertencias en el contrato, que representa $15,000 para la joven, lo que ayuda a que acepte el trabajo y tener que ver con el futuro padre quien es puntilloso, exigente y un poco maniático. Las cosas funcionan bastante bien y la implantación del óvulo fertilizado es exitosa.
Matt se comporta como la mayoría de los hombres a quien la esposa les anuncia que ha quedado encinta. Su júbilo es contagioso y, muchas veces, cómico. De momento, Anna se convierte en una especie de polo magnético al que acude él con inevitabilidad. No hay nada que no quiera hacer por ella al mismo tiempo que tiene que mantener su distancia. Está estipulado que la cercanía no conviene desde un punto de vista psicológico ni práctico.
El filme está dividido en “trimestres”, ¿qué otra cosa? Y vamos presenciando la amistad que poco a poco se desarrolla entre el padre y la madre de la criatura que poco tiene que ver uno con el otro. Están juntos, pero separados. Pero lo que los une es algo que va más allá que un certificado de matrimonio, algo que usualmente anuda los lazos relacionales entre una mujer y un hombre. Además, a pesar de sus manías, Matt es un tipo simpático e inteligente que aprecia la inteligencia y la agudeza de Anna. Cuando le explica las “aplicaciones” que diseña, ella comprende inmediatamente y le celebra su inventiva. Él la alienta a que siga sus estudios y que vaya progresando en su vida. Lo cómico de la situación es que la madre está recibiendo consejos que obsequiaría un padre a su hija del padre del bebé que lleva en las entrañas.
En un momento Matt se desquicia cuando descubre que Anna está teniendo relaciones sexuales con un tipo. Es un momento que recuerda la historia de Lalo Cura, en “2666” de Roberto Bolaño, quien ve, mientras está en el vientre de su madre, el pene de su padre penetrándola. ¡Qué impresión se ha de llevar la criatura! La gracia es doble: la cara de Matt vale un millón y la de ella, al oír tamaña queja, dos.
La amistad va creciendo junto al desarrollo de la criatura y durante los dos restantes trimestres disfrutamos de la alegría de los dos personajes, de sus pequeñas quejas y miedos, y del regocijo que es esperar una criatura a pesar de los problemas que confronta el globo que habitamos. Hay también la evidencia de un amor naciente que no depende de contacto sexual, sino más bien del compartir la dicha de la creación que han conseguido como pareja, un amor que trasciende la diferencia de edades y conocimiento, un cariño que es tributo a la vida.
Sorprende del filme su punto de vista novel sobre un tema que no ha sido tratado en el cinema desde la óptica que lo contempla la guionista. Además, los dos actores, y todos los secundarios, son encantadores y tan eficientes que uno se convence que es verdad lo que sucede en la cinta. Una hora y media de disfrute, sin muchas complicaciones, y sin violencia.