Top Gun: Maverick: el regreso

El incombustible Tom Cruise protagoniza Top Gun Maverick
Han pasado 36 años desde la primera Top Gun y los guionistas de este segundo capítulo se las han agenciado para traerle al público retazos de la historia anterior matizados por una nueva competencia, muchas veces hilarante, entre los novatos de la escuela de súper aviadores llamada Top Gun. El capitán Pete «Maverick» Mitchell (Tom Cruise) ha sacrificado sus momentos de gloria y su largo tiempo en la Marina de Guerra para no subir de rango y poder seguir capitaneando aviones y no ser asignado a un escritorio, con más paga y más cartel. No todo el mundo está contento con su sacrificio. Con la posibilidad de usar drones para misiones peligrosas evitando así poner en peligro a los aviadores, el contralmirante Chester «Hammer» Cain (Ed Harris) planea cerrar el programa de scramjet hipersónico llamado «Darkstar» (ficticio) y pasar el presupuesto al programa de drones. Por supuesto, Maverick no va a permitir tal cosa. En la primera de muchas escenas bien logradas de suspenso en la película, el tipo rompe récords y otras cosas. La escena que completa esta primera aventura es graciosa y un chiste interno (tiene que ver con la brecha generacional).
Cuando lo licencian por haber alterado las órdenes de sus superiores, una llamada lo rescata. Es su antiguo competidor el almirante Tom «Iceman» Kazansky (Val Kilmer), quien ahora es el comandante de la flota del Pacífico. Iceman ordena que Maverick vuelva a Top Gun de maestro. Se trata de entrenar a un grupo de jóvenes pilotos de altos vuelos que han sido reunidos por el vicealmirante Beau «Cyclone» Simpson (Jon Hamm) y el contralmirante Solomon «Warlock» Bates (Charles Parnell) para bombardear una planta de enriquecimiento de uranio no autorizada que el Pentágono considera una amenaza para los Estados Unidos (no nos dicen dónde, pero, cuando la vean pueden hacer conjeturas).
El grupo de jóvenes, que incluye una piloto, son un recuerdo de los que se juntaron en la primera película. Hay que distinguir que sus rencillas “macho” no son tan obvias como en aquella, pero sí sabemos que habrá problemas. “Rooster”, el hijo de Nick «Goose» Bradshaw, el amigo de Maverick cuya muerte se le atribuyó, está en el grupo. Existe un secreto que solo sabe Maverick que ha de tensar aun más las relaciones entre el joven y el maestro. Además, uno de los pilotos, a quien llaman “Hangman”, desarrolla una pugna con Rooster que ha de causar situaciones peligrosas en el entrenamiento para la misión.
Claudio Miranda, el director de fotografía chileno que obtuvo un Oscar por su trabajo en Life of Pi, ha hecho maravillas con las complicadas tomas de los vuelos y las maniobras de los aviones. Además, hay momentos en los que contrasta la posibilidad de una misión letal, con los juegos entre los pilotos, que son los que harían un grupo de jóvenes de colegio. Como ha trabajado antes con el director Joseph Kosinski, los dos están acoplados a la perfección en situaciones llenas de suspenso y acción.
Mucho mejor que su antecesora, esta película guarda su mejor parte para el final. La misión para la que Maverick ha entrenado a los reclutas termina reclutándolo a él (se los digo, por que uno sabe, antes de entrar al teatro, que Cruise tiene que estar ahí). Las secuelas son excitantes y creíbles. Cruise domina la película y nos recuerda que, a parte de sus papales de acción (por ejemplo, en la serie de Mission Impossible), es un buen actor. Jon Hamm es casi 10 años más joven que él y Ed Harris 11 años más viejo. El primero se ve mayor que él y el segundo parece su abuelo: Cruise tiene 60. Tal parece que lo seguiremos viendo, manejando moto sin casco, y corriendo por sitios insólitos, por un tiempo más.