Tortura estadística
“Insisto en afirmar que la profesión más sexy para los próximos diez años será la de los estadísticos. La gente piensa que estoy bromeando, pero ¿quién hubiese pensado que la de los ingenieros de computadora sería la profesión más sexy de la década de 1990?” –Hal Varian
La afirmación que Hal Varian pronunció por primera vez en una entrevista para la revista empresarial McKinsey Quarterly en enero de 2009 va en camino de hacerse legendaria. Cuando surge la oportunidad, Varian se reafirma en la misma, independientemente del foro (obsérvelo pulsando aquí). Mi formación estadística me lleva a concluir que el hoy jefe del grupo de economistas de la empresa Google, tiene una probabilidad igual a cero de ser seleccionado por la revista People como the sexiest man alive-2011. Pero esto no le resta verdad a sus palabras.
Aunque no lo expresa en estos términos, Varian afirma que de la misma forma que la avalancha de datos en el siglo 18 y 19 hizo posible y necesario el desarrollo de la disciplina de la estadística en esa época —como lo expresa Ian Hacking en su libro The Taming of Chance— los resultados de las transacciones en un capitalismo digital ha creado las condiciones para la necesidad imperiosa de profesionales con capacidad para analizar y descubrir los patrones que esta nueva e inmensa avalancha de datos encierran. Su razonamiento es sencillo y persuasivo; próximamente ser estadístico será muy atractivo.
Seguramente, Hal Varian sorprendió a muchos, pues pocas cosas en el planeta son menos sexy que un libro de estadística. Pero esto no se debe a que la estadística como disciplina sea inherentemente poco atractiva, falta de seducción y escasa en sensualidad. Por el contrario, esta disciplina nació acompañada del interés en seducir al interlocutor y con este fin se hizo de toda una serie de técnicas, incluso una retórica que reclamaba estar en contra de la retórica, para hacer tal seducción más sutil y por lo tanto más efectiva. Pero la forma en que se enseña la estadística hoy en día, con la obsesión en determinar si algún numerito posee la fascinante cualidad ontológica de “significancia estadística”, vulgarizó la disciplina. Hoy la estadística se ha transformado en una disciplina carente de arte y de imaginación; se ha convertido en una disciplina insufrible.
Torturas numéricas
Como resultado de una disciplina que es ampliamente considerada necesariamente fastidiosa y fatigante, los profesionales de hoy no se esmeran en examinar y reflexionar sobre el poder persuasivo y seductor de los números. En su lugar, cual venganza de la soslayada dialéctica, la práctica profesional resulta en el despliegue de números que exhiben un poder disuasivo y torturador. Ya que parece que he sido objeto de algún extraño hechizo que ha hecho que presencie las peores presentaciones de las actividades académicas y profesionales en las que he participado, puedo hablar sobre algunas de las torturas numéricas a las que he estado invariablemente sometido.
Tortura 1: Fotofobia inducida por tabla con hormiguitas
El escenario para esta tortura comenzó a prepararse con una serie de ideas tan bostezadas como los tonos oscuros de la propia presentación. De repente apareció lo que el presentador entendía que era su “tabla de salvación”, una tabla con una brillantez tan punzante que hirió mi retina, lastimó mi nervio óptico y ancló a toda la audiencia a la presentación, pues nadie se atrevió a posar su vista en otro lugar por miedo a recibir un insulto ocular todavía mayor.
El penetrante e hiriente centelleo de la tabla fue apenas interrumpido por una serie de hormiguitas en fila. A renglón seguido escuché “Los datos aparecen en la Tabla #1, no sé si puedan leerlos”, lo cual agravó mi fotofobia con algo de ansiedad. Comencé a sudar y a ponerme nervioso pues sabía que tendría que prepararme para lo que inevitablemente pasaría a escuchar: “ya que no pueden ver los datos, yo se los leeré”. Entonces las hormiguitas se convierten en números, los cuales fueron leídos, uno a uno, columna por columna. Este tipo de técnica resultó ser sumamente eficaz en lograr que la audiencia se desconectara del tema, al recurrir a una tortura visual complementada por una tortura auditiva.
Tortura 2: Atosigamiento de datos por ojo, boca y nariz
Esta técnica de tortura estuvo inspirada en el waterboarding, tortura que el Presidente Obama dijo que erradicaría de Guantánamo con la misma voluntad y firmeza con la que conseguiría un seguro universal de salud en Estados Unidos. Para el waterboarding se suele amarrar a una persona a una tabla horizontal, se le coloca un pedazo de tela en su cara y se pasa a echarle un chorro de agua sobre la tela que cubre la cara, lo cual crea el efecto de estar ahogándose sumergido en agua.
En la presentación que estuve, en la cual se atosigó a la audiencia de datos por ojo, boca y nariz, resultó en una técnica muy eficaz, pues quien hizo la presentación, un alto funcionario universitario en el periodo inmediatamente posterior a la huelga de estudiantes, no tenía un límite de tiempo determinado para hablar. Mientras más datos presentaba, mientras más promedios mostraba, mientras más comparaciones espurias realizaba, mientras más tablas y gráficas desplegaba y mientras más enunciados numéricos manifestaba, más se debilitaba física y mentalmente a la audiencia. Los presentes nos sentimos mareados y desorientados, al borde de un colapso respiratorio. Pero como todavía quedaban más datos para continuar con el atosigamiento, el mismo no se detuvo.
En la medida en que se invadía el tiempo separado para la sesión de preguntas y respuestas para continuar con la intoxicación numérica, el presentador se salvaba de preguntas acuciantes y podría sentirse tranquilo cuando terminara la sesión. Este funcionario demostró una gran indiferencia ante una abatida audiencia, que cuando terminó de convalecer sólo recordó el suplicio al que fue sometida.
Tortura 3: Efectos de la privación de sueño
El dominio de esta técnica de tortura es absolutamente impresionante entre presentadores de datos estadísticos, quienes resultan ser la envidia de los militares estadounidenses en Abu Ghraib y Guantánamo. Para los militares más desalmados, esta técnica puede requerir de varios días antes de poder inducir sus peores consecuencias; para los presentadores de datos, la técnica puede consumarse con plena efectividad en menos de diez minutos.
Esta forma de tortura estadística ha sido utilizada de forma tan efectiva que en realidad no puedo describir en qué consiste, limitándome sólo a describir sus efectos, los cuales he sufrido en múltiples ocasiones. En una ocasión empecé a experimentar una sensación de cansancio generalizado, un debilitamiento del espíritu y la voluntad, a la vez que sentía que si intentaba levantarme de la silla, los pies no podrían sostenerme el cuerpo. Entonces, un sueño arrebatador se apoderó de mí y las cervicales se tornaron momentáneamente gelatinosas. Es aquí cuando la tortura ejerció su más grave presión psicológica, pues la angustia de pensar que me estaba quedando dormido frente al presentador, junto a la vergüenza de pensar que ya otros se hubieran dado cuenta que yo estaba cabeceando, causó cierto daño cerebral temporero. Esta inclemente presentación era el resultado de la improvisación, una acción típica de quien piensa que el grosor de su curriculum vitae le exime de las tareas mundanas de preparar y practicar una charla para una audiencia profesional.
¿Qué hacer entonces ante la sospecha de que una aflictiva presentación estadística en cualquier momento se convertirá en tortura? Practicar la democracia participativa. De mis colegas de otras latitudes he aprendido el principio de “votar con los pies”, acción que a los puertorriqueños se nos hace muy difícil de ejecutar, pero que ya he comenzado a hacerlo con muy buenos resultados para mi persona. Cuando un presentador comenzó a torturar a la audiencia con su improvisación, utilicé los pies como instrumento de insurgencia, abandonando discreta y apaciblemente el salón. En este caso utilicé los pies como medio de salvación individual, lo cual no libró al resto de la audiencia de dicha tortura, pero de momento ayudó a preservar mi salud mental. Si se desea librar a la humanidad de las torturas de este tipo, habrá que explorar otras alternativas.
Territorios de tortura
En el 1994, el historiador marxista Eric Hobsbawn, presentó en la aclamada Conferencia de Amnistía Internacional en la Universidad de Oxford, un discurso titulado «Barbarism: A User’s Guide» (publicado por The New Press en 1997 como parte del libro On History). Su manual de instrucciones tenía como objetivo denunciar el incremento del barbarismo en épocas recientes. Sobre las razones de este fenómeno comentó el historiador:
El barbarismo no es algo como el baile sobre hielo, una técnica que puede aprenderse, a menos que usted desee convertirse en torturador o en otro especialista en actividades inhumanas. Es en realidad un producto secundario de vivir en un contexto histórico y social particular, es algo que viene con el territorio… (p. 253).
La tortura estadística no es producto de la enseñanza de la efectividad de técnicas para infligir intencionalmente daño físico y mental a una audiencia; ésta viene con el territorio. La actual enseñanza y práctica de la disciplina de estadística es un territorio que hace al profesional indiferente a la dimensión comunicativa de la misma y a sus criterios estéticos. Mientras la práctica de la disciplina vaya acompañada de la creencia de que los procedimientos matemáticos arcanos, e impenetrables para el común de los mortales, aumentan su poder de persuasión, la tortura vendrá con el territorio de la disciplina.
Conclusión
Creo que la afirmación de Hal Varian debería espacializarse para poder entenderse. En aquellos lugares cercanos a los centros decisionales de empresas relacionadas al capitalismo digital, los estadísticos ocuparán una profesión sumamente sexy. Pero más allá de esos lugares de privilegio económico, la estadística seguirá con la fama de ser una disciplina poco atractiva y poco sexy.
El estudio de la estadística debe estar acompañado de sus dimensiones estéticas y éticas. La enseñanza de la disciplina debería incluir la retórica estadística, cuyo objetivo es analizar el poder de persuasión de los números, las técnicas de comunicación verbal y las estrategias de comunicación visual, a través de gráficas estadísticas. El interés en recurrir al término tortura para describir una presentación numérica, no pretende trivializar la atrocidad de estas técnicas de salvajismo moderno cuyo dolor es inconmensurable. Por el contrario, su uso en este ensayo responde al interés de fomentar la responsabilidad ética y social de la cual los estadísticos no estamos exentos y así mantener en el debate público la habitual barbarie que a veces pasa desapercibida en nuestros tiempos. Si nuestros libros de texto tuviesen ejemplos de la cuantificación de los derechos humanos y sus violaciones,1 seguramente nuestra disciplina sería todavía más sexy para quienes deseen cambiar el mundo, en lugar de sólo entenderlo.
- Para ejemplos relacionados, observe los siguientes: Fernando de Maio. (2008). Pedagogical notes on statistics and human rights. DataCrítica: International Journal of Critical Statistics. 2(1): 19-26; Jana Asher, David Banks, y Fritz J. Scheuren. (2007) Statistical Methods for Human Rights. New York, Springer; Todd Landman y Edzia Carvalho.(2009). Measuring Human Rights. London, Routledge. [↩]