Un ateo en silencio es un cristiano
El rey es dios
“I always have a certain admiration for people who are aware that somebody has to do the job. What I hate about these liberal, pseudo-left, beautiful soul academics is that they are doing what they are doing fully aware that somebody else will do the job for them.”
Slajov Zizek
2 Porque Jehová el Altísimo es temible;
Rey grande sobre toda la tierra.
3 Él someterá a los pueblos debajo de nosotros,
Y a las naciones debajo de nuestros pies.
4 Él nos elegirá nuestras heredades;
La hermosura de Jacob, al cual amó.
Salmo 47
El pueblo escogido es el pueblo de dios, y la historia del dios que la mayoría de occidente adora, tiene sus orígenes más de 6 mil años atrás en la Mesopotamia politeísta. Las cualidades que le atribuimos al dios que llamamos “nuestro” nacieron junto con la idea de los reyes semidioses, con las ciudades estados, con la esclavitud, y las guerras organizadas. La selección de palabras como: rey, pastor, paz; o su anverso: esclavos, rebaños y guerras, entre otras muchísimas que abundan en la Biblia que conocemos, revela que fue escrita por personas dentro de sistemas económicos esclavistas y en la antigüedad.2 Luego con el nacimiento de la imprenta dentro de un sistema político monárquico, se consolidó en el texto bíblico la referencia a una sociedad feudal que se venía cargando en el lenguaje de la ley desde las primeras ciudades estado.3
Pero, ¿usted se dejaría tratar por un médico de la edad de bronce o la época medieval? Claro que no. Sin embargo, decidimos tomar al pie de la letra la ley de esas épocas para regirnos “moralmente”. Pero si lo ven con cuidado notarán que usar la Biblia como fuente de conocimiento, sería como tratar de predecir con las tripas de una cabra los números de la loto.
El elegido
«Martillo me sois, y armas de Guerra;
y por medio de ti quebrantaré naciones,
y por medio de ti destruiré reinos…
Por ti, Israel, quebrantaré hombres y mujeres,
viejos y niños, jóvenes y vírgenes».
Jeremías 51: 20, 22
Dios es el privilegio de los escogidos. Chomsky, reflexionando sobre el perfil de estos, nos dice:
“You can find things in the traditional religions which are very benign and decent and wonderful and so on, but I mean, the Bible is probably the most genocidal book in the literary canon. The God of the Bible -not only did He order His chosen people to carry out literal genocide- I mean, wipe out every Amalekite to the last man, woman, child, and, you know, donkey and so on, […] after all, the God of the Bible was ready to destroy every living creature on earth because some humans irritated Him. That’s the story of Noah. I mean, that’s beyond genocide.” (p. 14)
Para sustituir esta herencia de muerte, en un mundo de superpotencias, guerras mundiales y ante la presión de las luchas sociales por el planeta, se inventa la iglesia “moderna” la “tolerancia cristiana”. Pero la iglesia católica, institución que domina nuestro paradigma moral cristiano, se ha caracterizado precisamente por su intolerancia a la ciencia, la mujer y la sexualidad, entre muchas otras cosas. Según León XIII, Papa de la Iglesia Católica del 1878 al 1903, «La tolerancia igualitaria de todas las religiones… es lo mismo que el ateísmo.»
Pero, contrario al conocimiento general, la tolerancia no es amor, ni respeto, sino que es simplemente reprimirse de dejar libre el odio que a las ideas falsas del otro tenemos. El diccionario de la RAE define tolerar como: “Sufrir, llevar con paciencia. Permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente.” Richard Dawkins nos demuestra otro ángulo de lo mismo cuando dice: “We are all atheists about most of the gods that humanity has ever believed in.”
La Caridad
Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él.
Madre Teresa de Calcuta
Un enfermo mental puede ser cualquiera. En Puerto Rico cada semáforo del área metropolitana tiene a su enfermo pidiendo y los expertos estiman que casi un 50 por ciento de la población puertorriqueña sufrirá un problema de salud mental en sus vidas. Nuestro sistema descuida a los adictos, entre otros enfermos, porque no le molestan a quienes rigen el mundo; primero, porque no comparten el mismo espacio nunca; pero segundo, y más importante, porque no atentan contra el orden social y económico, sino que lo afirman cuando establecen que el ser humano superior es quien no padece estos infortunios. Y podrán decir que así funciona la evolución y todo en la naturaleza, y sería cierto. Pero igual el ser humano no es un organismo final o terminado, tampoco vivirá para siempre, y en cualquier momento nuestra especie puede desaparecer por algún mal juicio económico, político o social. Yo en lo personal creo que deberíamos aprender que echar a pérdida algunos de nuestros miembros nos debilita como grupo.
Sin embargo, la caridad entendida como el salir a salvar individuos, me parece que realmente representa al narcicismo glorificado. Tratar de sanar las llagas sociales, en lugar de curarle la enfermedad a la humanidad, lo que hace es exacerbarla. Seguir insistiendo en tratar de curar los síntomas es prueba de que estamos liderados por idiotas, o de que se hace a propósito y no nos percatamos.
La caridad es un acto simbólico para la Iglesia católica, por mencionar la más cercana. Para ellos practicarla es como tragarse el cuerpo de Cristo en su antropófago ritual del consumo de la hostia. Porque la idea es sólo cumplir con el deber tras el rito, hasta alcanzar el cielo, y no el erradicar la pobreza, ni curar a los enfermos, ni llevar por dentro al Cristo. La Madre Teresa, por dar un ejemplo que basó su vida en la idea cristiana de la caridad, consideraba importante la enfermedad, la desigualdad y la explotación, porque entendía que era la prueba en la tierra que pone dios a los humanos, y es el deber de algunos seres (no todos), sufrir como Jesús. Aún así, una persona como la Madre Teresa se convierte en paradigma, mientras que a un rebelde político que quiso acabar con la pobreza y la desigualdad política y social, se le encierra de por vida. Aquí los invitamos a recordar a Oscar López Rivera.
Teresa de Calcuta conspiró a consciencia contra la felicidad y el bienestar de millones de pobres y enfermos, y con eso se ganó un Premio Nobel de la Paz y se codeó con los poderosos mientras adelantaba la más conservadora agenda católica. Christopher Hitchens destruye elocuentemente la idea de santidad tras esta señora cuando, comentando en una entrevista sobre su libro, Missionary Position, nos dice:
“[…] why it was that no one had asked any serious questions about Mother Teresa’s theory or practice. Regarding her practice, I couldn’t help but notice that she had rallied to the side of the Duvalier family in Haiti, for instance, that she had taken money -over a million dollars – from Charles Keating, the Lincoln Savings and Loans swindler, even though it had been shown to her that the money was stolen; that she has been an ally of the most reactionary forces in India and in many other countries; that she has campaigned recently to prevent Ireland from ceasing to be the only country in Europe with a constitutional ban on divorce, that her interventions are always timed to assist the most conservative and obscurantist forces.”
El estado no está en contra de la violencia, porque si lo estuviera la vida de la religiosa de Calcuta sería a todas luces más violenta que atentar contra un ejército invencible, o una corporación todopoderosa. El único criterio importante del poder para condenar la violencia, es que se dirija contra él.
La educación invisible
En los EE.UU. se considera como un método de prevención de violencia la pena de muerte, o al menos eso dicen. ¿Pero, será que son tan tontos como para enseñarnos lo malo que es matar, precisamente matando? No lo creo. Lo único que este acto busca y consigue, es imponernos la creencia de que el estado es el único asesino legítimo. El estado como sistema, necesita tener ese control sobre la gente porque de otra forma necesitarían infinidad de soldados y policías para defender la apropiación de bienes y privilegios que no podrían proteger por ellos mismos.
Siempre habrá conflictos, y el poder no evita la violencia sino que la administra. Es el deber del Estado entonces, legitimar el acto de violencia bajo otras formas ideológicas que no le sean en apariencia propias, y es así como se separa la Iglesia del Estado. En los orígenes antiguos de nuestra historia política, el rey era un dios, literalmente. Pero con el tiempo esa concentración de poder se probó contraproducente y así fue que el Estado pretendió separarse de la Iglesia tras las revoluciones burguesas.
La Iglesia está tan históricamente enlazada con el poder que ha logrado colocar su ideología como una verdad primordial. Nos han convencido de que su moral es intuitiva, como si fuera parte de nuestra naturaleza, y la pre-condición para la ley no religiosa. Aún cuando nos llamemos conservadores o revolucionarios, siempre venimos obligados a compararlo todo con la tradición cultural judeo-cristiana, por lo incrustada que está en nuestras ideas. Slajov Žižek, ilustra esto genialmente cuando habla sobre los derechos humanos modernos:
“It is also crucial to bear in mind the interconnection between the Decalogue… and its modern obverse, the celebrated ‘human Rights’. As the experience of our post-political liberal-permissive society amply demonstrates, human Rights are ultimately, at their core, simply Rights to violate the Ten Commandments. ‘The right to privacy’ —the right to adultery, in secret, where no one sees me or has the right to probe my life. ‘The right to pursue happiness and to possess private property’ —the right to steal (to exploit others). ‘Freedom of the press and of the expression of opinion’ —the right to lie. ‘The right of free citizens to possess weapons’ —the right to kill. And, ultimately, ‘freedom of religious belief’ —the right to worship false gods.” (110-111)
Si la Iglesia no existiera, la única forma para mantener a la mayoría defendiendo lo que claramente es contrario a toda lógica, y cediendo así nuestro poder a unas minorías que nos explotan, sería con la fuerza. Pero con el uso de la fuerza se hace más evidente la opresión. Sin embargo, con la religión no se tiene que matar a todos para mantener en el poder a dos o tres, porque la religión, que no es lógica ni racional, nos adapta para poder aceptar otras cosas tan absurdas como dios.
Si las personas más ricas del planeta tuvieran que hacer el trabajo necesario para tener los bienes que ostentan, no estarían vivos. Si tuvieran que defender sus riquezas solos, morirían de inmediato. Pero entonces, ¿cómo se logra que el mundo acepte que sólo un hombre como Bill Gates sea dueño de una fortuna de 56 mil millones de dólares si ésta depende del trabajo de multitudes de personas y no la puede defender ni usar él solo? La respuesta a esa pregunta nos ilustra el rol económico de la policía y de los dioses.
Dios hace esclavos
La religión institucionalizada se debe ver como una manera de justificar el control sobre otras personas y sus bienes. Sobre la ficción religiosa se construye el poder de una divinidad que ve con buenos ojos su propia apariencia. La religión y el Estado actualmente se mantienen ligadas porque esto permite dar la ilusión de que la explotación tiene una razón más allá de toda capacidad humana.
El conflicto inherente a la idea del pueblo escogido es lo que no permitirá nunca que la religión acabe con la miseria del mundo. Para el poder, la desigualdad es necesaria y se asume como una ineptitud de los individuos: vagancia, inferioridad genética, dioses falsos, pruebas, designio, etc.; pero sobretodo, le es necesaria al poder porque sirve para justificar sus privilegios. El origen de ese pretexto está dado en la moral que crea la idea de los “inferiores” cuando inventa al elegido. La conquista de América, la esclavitud negra, y el Destino Manifiesto estadounidense, son buenos ejemplos.
Yo entiendo que el gobierno de dios y el poder del estado son la misma cosa, pero también pienso que lo somos cada uno de nosotros. Y mientras sigamos tratando de salvar a dios, porque creamos que el problema no son las religiones, seguiremos siendo esclavos. Dios como idea, nos educa para asumir servilmente la autoridad, y no es accidente que nuestra servidumbre ante dios, siempre se manifieste con la obediencia a un hombre o una mujer.
El poder económico del estado es sólo la mitad de las fuerzas del sistema que nos oprime. Sabemos que la religión es tan vieja como la propiedad privada, y sabemos que fueron religiosas casi siempre las primeras justificaciones para las divisiones de “clases”.4 Esa condición del privilegio, sea por el poder material, o sea por el poder ficticio del encanto, la ilusión o la magia, hace del manejador del saber metafórico un dirigente. Y si bien es cierto que no tenemos armas ni fuerzas para ganarle una guerra al ejército de algún imperio nuclear, tenemos la posibilidad de tumbarle la mitad de su poder, con tan sólo promover la ciencia como mejor forma de entender el mundo que la religión. Y tal vez sin dios, ya no nos parezcan tan aceptables las concentraciones absurdas de poder sobre dos o tres personas.
- Les recomiendo leer Guns, Germs and Steel, de Jared Diamond; y The Human Animal, de Desmond Morris. [↩]
- “La Edad Antigua es el período histórico transcurrido desde la invención de la escritura hasta el fin del Imperio Romano de Occidente…” Wikipedia. [↩]
- Ver The Gutenberg Galaxy, de Marshall McLuhan. [↩]
- Les recomiendo leer The Lucifer Principle, de Howard Bloom. Aquí el autor narra un sinnúmero de bien investigadas culturas y civilizaciones que encontraron sus primeras estructuras de clase con el poder religioso, o tras los conocimientos místicos. [↩]