Un taller para la felicidad: ArtWeek Boston a lo tropical
Si aún sigo en estupor geográfico es porque vivo en un archipiélago temperamental; entre tres islas que a veces me acogen y otras me rechazan. Hablo de Manhattan y Long Island (hogar de Brooklyn), y de Puerto Rico.
Entonces, casi cualquier excusa por boricuar, la acepto. ¿Qué es boricuar? Excusar la ausencia al hacer presencia en gestiones culturales con dirección al Caribe, colaborar para buscar un atrecho a eso que llamamos regresar.
Repasaba hace poco noticias de emigrantes que salen de Puerto Rico. Muchos terminan encontrándose con portazos, más escasez y a veces en la calle, desposeídos. El choque cultural es marasmo, en nada asemejándose a las ficciones isleñas de la panfletería partidista.
Con eso en mente, camino los barrios neoyorquinos escuchando culturas en acentos, hurgando facciones, volantes, faldas, putipants, hiyabs y saris en busca de ademanes que confirmen no solo diferencia sino que sean un acto de pertenencia. Una suerte de carnet de identidad que se traspapela con los no verbales curvilíneos de mahones afincados que se adueñan en su pa’ti pa mí de las calles que otras solo le añaden un par de ojos celados hasta por el mismísimo burka que las abraza. Lo que aparente ser una torre de babel de culturas al por mayor es el crisol que alimenta y cimienta durante décadas vecindarios con la acción comunitaria.
Así como estas señas abundan en Nueva York, hacen lo propio también en Boston, específicamente en Villa Victoria, una comunidad que se anida en South End, un vecindario de clase alta. Su nacimiento tiene lugar hace casi 50 años a partir de la unión de voluntades bajo el movimiento de acción comunitaria (grassroots) Inquilinos Boricuas en Acción (IBA)con el fin de evitar el desplazamiento urbano.
IBA negoció la adquisición de parte del terreno de los desarrolladores originales y lo destinó a la creación de Villa Victoria asegurando cerca de 600 unidades de bajo costo, el control de su comunidad y la creación de programas de salud, educación y artes para los residentes. Elsa Mosquera, la Directora del IBA añade que “IBA es un proyecto que vale la pena reseñar en Puerto Rico, es un ejemplo de éxito… es imposible que no sientas un absoluto orgullo”.
Hace tres años que esta organización participa del ArtWeek Boston y como parte de la programación de IBA es mantener contacto con artistas puertorriqueños, invitaron a Edgardo Larregui y a MIMA a formar parte del evento.
ArtWeek Boston es una iniciativa también sin fines de lucro con el objetivo de apoyar organizaciones sin fines de lucro, artistas e instalaciones para acercar las artes a un público más amplio. Tiene lugar durante 10 días dos veces al año; esta última ocurrió del 25 de septiembre al 4 de octubre.
Los arcos de la felicidad
Edgardo Larregui se destacó a comienzos de su trayectoria artística con el taller de arte en La Perla, Coco de Oro, que tiene el fin de fomentar la colaboración entre artistas y la comunidad. Sus intervenciones se presentan tanto a nivel local como internacional e incluyen “To Be Political it Has To Look Nice” para Art General en Nueva York (2003), “El caldo de La Perla” para la Trienal Poligráfica de Latino América y el Caribe (2011) y “Espíritu de época” para el Museo de Arte Contemporáneo de Lanzarote en Islas Canarias (2011).
El objetivo del artista es utilizar su arte para cuestionar asuntos que afectan la vida pública como la corrupción, la avaricia y la contaminación al entender que el medio tiene un poder no solo educativo sino sanador.
Larregui, en colaboración con IBA, ofreció un taller en el Plaza Betances de Villa Victoria como parte de la serie de eventos e intervenciones artísticas que distinguen al ArtWeek Boston.
El taller se llamó Happiness, en representación de la alegría. Un tema más bien aunado al cimiento de sus intervenciones y piezas: la conciencia social a través del arte público. En esta pieza los participantes, que fueron los residentes de Villa Victoria, crearon arcos de luces típicamente navideños y criollos junto al artista en la Plaza Betances.
Al dialogar con Larregui sobre su pieza comentó que, “Tomo este objeto lumínico y lo contextualizo fuera de la Navidad para traer esa alegría y esa luz que representa”. A la actividad también se dieron cita algunos vecinos para cocinar la Navidad entre pasteles y arroz con gandules.
En conversación con Mosquera salió a relucir una anécdota que destaca lo ineludible que puede ser la idiosincrasia. Narró, entre risas compartidas de complicidad diaspórica, que como parte de los preparativos para el taller había que reunir ciertos materiales que en principio eran fáciles de conseguir, ristras de luces. Claro, en Puerto Rico puede ser Navidad en cualquier momento y no hace falta que se acerque la fecha para disfrazar la casa de temporada. Boston, difiere. No hubo más remedio que ese día vestir los arcos con lo bien hallado que aunque no fueron tantas las luces, sí pudo completarse varios días más tarde. Y es que la felicidad, como suele suceder, tiene una hora de llegada muy puertorriqueña.
Además del taller se exhibió otro de sus proyectos, “Un final feliz”, que reúne 21 obras de varias series entre ellas “Dicotomía de la belleza”, “La vía histórica”, “Globalización BBQ” y “Material liberado”. Son piezas que narran trazos históricos isleños como “La aventura del caimán” que resalta la importación de caimanes a la Isla con fines comerciales, animales que terminaron parte del paisaje local para el pesar de muchos.
Y a propósito de los caimanes, hay noticias sueltas y sin confirmar que sugieren que Woolworth los vendía (vivos) cual juguete de hule durante los años sesenta y setenta del siglo pasado. Solo un detalle que me interesaría corroborar.
El cierre del IBA en ArtWeek se dio con un recital de MIMA junto a la joven cuatrista Fabiola Méndez Quiñones y el bajista Ariel Ramos bajo la dirección de arte y sonido de Johannes Peters. Sobre MIMA añadió Mosquera que “La gente quedó tan fascinada con su voz y propuesta artística que fue una noche mágica”. Fue acogedor e íntimo y culminó con un conversatorio junto a Larregui donde el público tuvo oportunidad de interactuar con los artistas.
Si bien no alcancé verla en Boston, la vi en Nueva York una semana después. Doy fe de su hechizante voz y de que sus propuestas musicales son necesarias. Maneras y formas de seguir boricuando.